Poppea

Para concluir con la trilogía monteverdiana, el Teatro Real ha llevado a cartel una producción de l’incoronazione di Poppea de la mano del mismo equipo que se encargó de las dos anteriores. Es esta ópera, la última que compuso Monteverdi cuando contaba ya setenta y cinco años, se demuestra una complejidad y madurez mayores que en L´orfeo o Il ritorno d´Ulisse in patria.
L´incoronazione desarrolla tramas múltiples con un gran despliegue de personajes secundarios. Comienza con el enfrentamiento entre la Fortuna y la Virtud, pero es el amor el que triunfa dejándolo claro ya en el prólogo:

Amor: «Hoy en un solo certamen, las dos diosas, a mi sometidas, dirán que a una señal mía cambia el mundo«.

Un gran éxito está acompañando las representaciones de L´incoronazione di Poppea, bajo la dirección del Maestro William Christie que, con su Orquesta Les Arts Florissants y sus instrumentos de época, consiguen llenar de matices esta dificil partitura.
Christie controla absolutamente todo lo que ocurre a su alrededor, tanto en el foso como en el escenario, proporcionando a los cantantes una gran seguridad como manisfestó el propio Philippe Jaroussky en rueda de prensa.
La Orquesta ofreció momentos mágicos. Como uno en el que el acompañamiento se reduce unicamente a una guitarra barroca creando una atmósfera bellísima.

No se puede decir lo mismo del Maestro Pizzi que, sin duda, firma la peor escenografía de la trilogía. Un escenario poco refinado, frío, sin detalles, que no está a la altura de la música ni de las voces. Con un vestuario poco acertado y en ocasiones (como la guardia de Nerone o el paje de Ottavia), rozando el ridículo. Una lástima que la concepción romántica de la ópera de Pizzi haya quedado en esta ocasión más como un simple decorado que como una escenografía de altura.

La iluminación a cargo de Sergio Rossi tampoco estuvo afortunada. Demasiadas sombras que oscurecieron a los personajes. Tampoco se entendían muy bien los espejos que en ocasiones distraían.

La sorpresa de la noche fue Danielle de Niese en el papel de Poppea, tal vez porque las espectativas no eran demasiadas. No es una Poppea muy sutil, y no domina la ornamentación de la época, pero ofreció frescura y timbre, con una voz ágil, ligera y llena de matices, voluminosa a veces que debía contener por momentos, pero muy soleada. Abusó en exceso del portamento e hizo uso de unas apoyaturas muy evidentes. Su interpretación estuvo llena de sensualidad, quizá algo inocente, le faltó un poco de la lascivia más propia del personaje.

Pero sin duda el tiunfador de la noche fue Philippe Jaroussky como Nerone. Un papel lleno de dificultades por los agudos estratosféricos. En ocasiones se le notó al límite de su capacidad vocal, sobre todo al principio, pero supo resolver las dificultades con soltura. Representó un Nerone tirano y caprichoso, aunque algo soso (en consonancia con otros personajes). Firmó un Nerone brillante y muy celebrado por el público.
Max Emanuel Cencic, en un registro muy diferente al de Jaroussky, con un hermosísimo y delicado timbre, no dotó a su personaje de la consistencia suficiente. El resultado fue un Ottone exageradamente frágil, incluso desvalido en algunos momentos. Una lástima para uno de los mejores contratenores actuales no haber aprovechado esta oportunidad.

La Ottavia de Anna Bonitatibus puso la elegancia sobre el escenario. Puede que severa en demasía en algún momento, pero casi adecuada en una emperatriz ofendida. Con una gran presencia escénica solo oscurecida por la mala iluminación. Su magnífico lamento restó importancia a un vibrato ligeramente molesto a veces, pero su voz de bronce está bien construida y posee unos matices mediterráneos muy agradables. Su salida del escenario expresiva y sobria, debería haberse acompañado por los aplausos que no fueron escatimados al finalizar.

Para mi la mejor de la noche fue, sin duda, la joven portuguesa Ana Quintans en el personaje de Drusilla. Con un timbre cristalino, brillante, lleno de la energía a la que también dotó al personaje. Una voz pulida y esmaltada y una proyección impecable y dominando el canto barroco mucho mejor que de Niese.

Antonio Abete fue un Séneca muy descafeinado. No vivía el personaje y así lo transmitió. Mejor estuvieron sus alumnos aunque alguno algo impostado y poco natural.
El resto de reparto estaba lleno de jóvenes promesas, algunas muy interesantes que habrá que seguir de cerca por estar llamadas a crecer en importancia.
En general, una muy buena representación de esta Poppea como colofón al merecido homenaje del Real a Monteverdi.

Vanitas

El Teatro Real ha vuelto a ofrecer una muestra más de esas pequeñas perlas que ofrece en la Sala Gayarre. Una ópera, Vanitas, en la intimidad de la mano del compositor italiano Salvatore Sciarrino e interpretada por el director y pianista Riccardo Bini, el violonchelista Dragos Balan y la voz de Marisa Martins.

En España tendemos a pensar que no hemos desarrollado del todo ese oído aventurero que creemos necesario para adentrarnos en algunas expresiones musicales contemporáneas. Esas en las que parece que nuestros vecinos europeos nos llevan tanta ventaja.
Era esta pues una buena oportunidad para continuar el entrenamiento de nuestro oído. De desarrollar otro canal para la sensibilización.

Abandonándose en Vanitas, en su acertado, sencillo y muy descriptivo escenario y en la reflexiva, delicada y nada fácil interpretación de Marisa Martins; se percibe la atmósfera inquietante y oscura en la que la protagonista evoca los fantasmas de su pasado. El regreso a los recuerdos más íntimos y atormentados a través de los objetos decadentes que la rodean. Se transmite una tensión permanente, incluso en los momentos huérfanos de sonido e iluminación.

Vanitas en la Sala Gayerre es la muestra de cómo transmitir la máxima intensidad y sensibilidad de la manera más sencilla y eficaz.

Vanitas (Vanidad)
Salvatore Sciarrino
D. musical y piano: Riccardo Bini
Violonchelo: Dragos Balan
Voz: Marisa Martins
D. escena: Rita Cosentino
Teatro Real, Madrid
6, 7 y 8 de mayo, 2010

Salome

«Si me hubieras mirado me habrías amado»
Esta es una de las frases con las que Salome termina el último acto. Con ella se dirige a la cabeza amputada de Jochanaan e intenta así buscar una excusa a su macabra decisión. Esta misma sentencia se podría aplicar a esa parte del público que no supo o no quiso mirar la producción que Carsen ha presentado en el Tetro Real. Si así lo hubieran hecho, enamorarse de esta Salomé de Robert Carsen es casi inevitable.

Andrea Chenier

Estrenada en el Teatro alla Scala de Milán el 28 de marzo de 1896, Andrea Chénier es la ópera más popular del compositor Umberto Giordano. Basada en un libreto de Luigi Illica, trata de la vida del poeta francés que vivió entre 1762 y 1794 y murió guillotinado durante el periodo del Terror. Con estas representaciones el Teatro Real regresa al melodrama lírico post-verdiano y al más puro verismo bajo la dirección de Pedro Pablo Pérez.

L´italiana in Algeri

Hasta el 18 de noviembre se representa en el Teatro Real la Ópera de Rossini, “L´Italiana in Algeri”. Esta disparatada trama o locura, como fue calificada por Joan Font, su director de escena, no tiene mucho que ver con otras producciones representadas anteriormente. Empezando por la brillante escenografía. Llena de elementos sencillos pero cargados de imaginación y rematados con toques de humor de lo más efectista.

Katia Kabanova

Después de la zorrita astuta, Osud, Desde la casa de los muertos y El caso Makropuloss, el Teatro Real ha vuelto a ofrecer una ópera de Janacek, la quinta desde su apertura, participando así en el amplio movimiento de revalorización de la obra lírica de este genial compositos checo, que vivió y creó al margen de los grandes círculos estéticos- musicales europeos de finales del siglo XIX y principios del XX.

Orfeo Euridice

Tras la celebración la pasada Temporada del 400 aniversario de la primera representación operística, el Teatro Real ha programado durante esta temporada y para las dos próximas una trilogía monteverdiana.
Esta temporada es el mito de Orfeo el protagonista. Para ello, el Coliseo madrileño ha programado L´Orfeo, de Claudio Monteverdi; Orpheo et Eurydice de Gluck, con la participación del tenor Juan Diego Flórez como Orpheo; Orpheus und Eurydike de Ernest Krenek; dos conciertos ofrecidos por el grupo de música La Venexiana; el espectáculo pedagógico El canto de Orfeo, ideado por Fernando Palacios, y diversas conferencias y mesas redondas planteadas por el teatro en colaboración con l a Asociación de Amigos de la Ópera de Madrid.

Críticas