El anillo del nibelungo

El anillo del nibelungo
El anillo del nibelungo
Richard Wagner (1813-1883)
Drama en un prólogo y tres jornadas
Staatsoper de Berlín del 4 al 11 de abril de 2023
D. musical: Thomas Guggeis
D. escena: Dmitri Tcherniakov
Reparto: Michael Volle, Vida Mikneviciute, Stephan Rügamer, Rolando Villazón, Andreas Schager, Anja Kampe, Mika Kares, Peter Rose, Robert Watson, Johannes Martin Kränzle, Clauda Mahnke, Lauri Vasar, Siyabonga Maqungo, Violeta Urmana, Anna Kissjudit, Evelin Novak, Natalia Skrycka, Anna Lapkovskaja.
Staatskapelle de Berlín
La Staatsoper Unter den Linden de Berlín había programado para esta temporada tres ciclos completos de la tetralogía del anillo wagneriano. Al frente, su dirección musical Daniel Barenboim. Pero, hace ahora un año, en el Festival de Pascua de la Staatsoper, Barenboim empezó a sentirse indispuesto en el intermedio de uno de los conciertos de dicho festival. Aquello acabó con una larga estancia en el hospital y cancelando su participación en los proyectos más inmediatos, incluidos los tres ciclos wagnerianos.

Se decidió entonces que Christian Thielemann, que ya iba a ser el sustituto de Barenboim, se hiciera cargo de la dirección del primer y tercer ciclo del anillo y el ayudante de Barenboim, Thomas Guggeis, se ocupase del segundo, que es el protagonista de esta crónica desde el 4 hasta el 10 de abril.

Pocos son los teatros capaces de abordar la tetralogía completa. Es complicado ofrecer una por temporada, no digamos las cuatro en la misma, y si hablamos de hacerlo en una semana, hablamos ya de palabras mayores, pues supone un esfuerzo ingente de recursos humanos y técnicos. El desafío de la Staatsoper es ofrecer la tetralogía tres veces en una temporada. Recordemos que Wagner estrenó El anillo del Nibelungo en Bayreuthnen en 1876 y lo hizo en tan solo 5 días. Pero Wagner, era mucho Wagner.
El encargado de la escenografía ha sido Dmitri Tcherniakov. Sus escenografías son predecibles y su sello inconfundible. La austeridad colorida y setentera es marca de la casa. Pero en esta ocasión, que era una oportunidad magnífica para lucirse, dentro de la capacidad de lucimiento que permiten sus trabajos, el resultado ha sido menos original que de costumbre y con mucha menos gracia.

Tcherniakov ha creado el Centro de Experimentación Científica de la Evolución Humana, E.S.C.H.E., en su acrónimo en inglés. Sobre el escenario, como una pasarela, desfilaban los distintos espacios del laboratorio, salas de experimentación, de reuniones y conferencias, escaleras, pasillos y hasta un moderno apartamento.

Los escenarios se van desplazando, tanto horizontal como verticalmente o girando para dar lugar a nuevos espacios. Esto genera un gran dinamismo, pero no resulta fácil identificar los elementos simbólicos y que son fundamentales para la contextualización de la historia. Requiere de un sobreesfuerzo de imaginación tratar de adivinar qué representan algunas de las cosas que Tcherniakov utiliza, a veces mediante la parodia, en esa escenografía que no para de moverse, imcluso llega a cansar en algunos momentos.

Lo que ocurría en el foso era otra historia. Nada puede distraer de la omnipresente música de Wagner cuando la Staatskapelle despliega todo su talento. Su joven director, Thomas Guggeis (1993), fue nombrado Staatskapellemeister en la Staatsoper Unter den Linden de Berlín en otoño de 2020 (el director más joven nombrado hasta la fecha), gracias a su talento y a su estrecha colaboración con Daniel Barenboim, de quien ha sido asistente desde 2016.
Su trabajo al frente de la Orquesta en esta producción del anillo ha sido impecable, como ha quedado de manifiesto a diario en las ovaciones del público, casi tan entusiastas como las que merecidamente ha tenido la orquesta.

Una obra de esta magnitud necesita de un cuadro de cantantes amplio, sobra decir que también de gran capacidad canora y física.

En el prólogo y la primera jornada hay que destacar la soberbia interpretación de Michael Volle en el rol de Wotan. Es de una rotundidad y seguridad implacable. Su presencia escénica imponente y un fraseo casi perfecto. Posee todas esas cualidades que se esperan en un personaje de este porte. Fue larga e intensamente reconocido por el público.

No se entiende muy bien que una voz como la de Rolando Villazón participe en este repertorio, pero el hecho es que allí estaba. La decepción no fue solo en el apartado estrictamente vocal, que dejó mucho que desear, continuamente engullido por la orquesta.

En el aspecto interpretativo fue aún peor. No se sin por instrucción del director de escena o por iniciativa propia, Villazón interpretó a Loge, un dios del fuego con poca dignidad, como si de un personaje de ópera buffa se tratara. Permanentemente sobreactuado y fuera de contexto, no tuvo su mejor noche. Pero lo peor llegó en los saludos finales. Se vino arriba con los abucheos del público y sus gestos, poco respetuosos y un tanto desafiantes, hicieron que aumentaran los abucheos, a la vez que las burlas de Villazón. Simplemente debe elegir mejor su repertorio.
Memorable fue el Alberich de Jochen Schmeckenbecher, en una interpretación exagerada pero llena de sentido y teatralidad. Al igual que el Mime del tenor alemán Stephan Rügamer que, en su segunda intervención en La Walkiria, caracterizado como un anciano, estuvo magnífico.

También fueron muy destacables las intervenciones de Anna Kissjudit, que impuso su presencia vocal y escénica interpretando a Erda. Y Claudia Mahnke, con una Fricka que fue creciendo a lo largo de su intervención en El oro del Rin.

Mika Kares cumplió muy bien en el papel de Fasolt en El oro del Rin, pero su extraordinario Hagen en El ocaso de los dioses se llevó el mayor reconocimiento por parte del público. Posee una voz homogénea y redonda que emite con gran seguridad, llena de tonos oscuros muy atractivos. Su centro es ancho y consistente. Dio vida a un personaje lleno de misterio que, a pesar del vestuario que le tocó llevar en algunos momentos, resultaba imponente sobre el escenario.

Andreas Schager, que veremos estos días en el Teatro Real como Tristan, es un cosumado Siegfried. Lo demostró sobre todo en la segunda jornada. Tiene una voz caudalosa y el metal de sus agudos es de gran intensidad, parece un estilete y resulta muy apropiado para el héroe wagneriano. En El ocaso continuó con su buen hacer hasta el final de la obra, donde su afinación sufrió un poco.

Otra de las grandes triunfadoras en todas sus participaciones fue la Brünnihilde de Anja Kampe. Mantuvo el extraordinario nivel en todas sus intervenciones. Su voz parece estar hecha para este repertorio, en volumen, fraseo y expresividad. Va del registro agudo al grave con exquisita precisión. Fue largamente premiada por el público.

Violeta Urmana, como Waltraute, sigue teniendo esa capacidad de emocionar con su canto y hay que sumarle una buena interpretación.

Una extraordinaria tetralogía que, a las dificultades que supone programar esta obra colosal en una semana, ha habido que sumar en esta ocasión, los problemas con la sustitución de Barenboim. Algo nada fácil, casi imposible.

Texto: Paloma Sanz
Imágenes: Monika Rittershaus

Daniel Barenboim

Daniel Barenboim tiene que cancelar su participación en la nueva producción de DER RING DES NIBELUNGEN de Richard Wagner, puesta en escena por Dmitri Tcherniakov, por motivos de salud. Christian Thielemann asumirá la dirección musical del primer y tercer ciclo. El segundo ciclo estará a cargo de Thomas Guggeis.

Daniel Barenboim: «Lamento mucho tener que dejar de dirigir el nuevo RING en la Staatsoper por motivos de salud. Todavía estoy luchando con las consecuencias de la vasculitis que me diagnosticaron en primavera, y con esta decisión estoy siguiendo los consejos de mis médicos.

Me entristece profundamente no poder realizar el nuevo RING. Trabajar con Dmitri Tcherniakov y la Staatskapelle Berlin es una experiencia particularmente satisfactoria para mí. Sin embargo, ahora debo dar prioridad a mi salud y concentrarme en mi recuperación completa.

La Staatsoper está muy cerca de mi corazón. Por eso estoy muy contento de que mi estimado colega Christian Thielemann haya accedido a hacerse cargo de la dirección del primer y tercer ciclo a corto plazo. Nos conocemos desde hace mucho tiempo, y sé que el RING está en extraordinarias buenas manos con él. Thomas Guggeis, un gran director joven a quien he apoyado y apreciado durante mucho tiempo, se hará cargo del segundo ciclo. Les deseo lo mejor a ellos y a todos los involucrados en esta producción».

Matthias Schulz: «Es extremadamente triste que Daniel Barenboim no pueda conducir la nueva producción del ciclo RING, una empresa única que está muy cerca de su corazón y el de toda la casa. Los preparativos han estado en marcha durante muchos años,  hemos hecho todo lo que estaba a nuestro alcance para hacer posible el RING con Daniel Barenboim, especialmente en el año de su 80 cumpleaños. Estamos profundamente en deuda con Christian Thielemann por hacerse cargo de la serie de estreno y el tercer ciclo. Del mismo modo, con Thomas Guggeis, que dirige el segundo ciclo. y ha estado involucrado en los preparativos durante casi un año».

Macbeth

Utilizar un zoom demasiado alejado para tratar de visualizar acontecimientos y personajes muy concretos, puede causar una pérdida de perspectiva y la descontextualización de elementos fundamentales que componen la esencia de una obra original.
La globalización, tiene entre sus aspectos negativos, ser la causante de la pérdida de identidad. También en la ópera.
El espectacular y original recurso de Google Earth, con el que nos sorprende desde el inicio Dmitri Tcherniakov, queda diluido cuando la flecha del buscador no acierta en su localización.  Una ciudad cualquiera, de un país cualquiera, con una burguesía (que no realeza) cualquiera, son las nuevas referencias de una ópera a la que Verdi ya había dotado de suficiente personalidad.  Sobre todo en la segunda versión de 1865, como culminación de un proceso personal y musical que se alejaba del melodrama, para adentrarse en la dramaturgia de Shakespeare y Víctor Hugo.

Tcherniakov, que tan acertadamente ha escenografiado obras más complejas – como ejemplo cercano citar su Onegin de la pasada temporada- en esta ocasión, y haciendo uso de un recurso capaz de escudriñar todos los rincones del planeta, nos asoma a una ventana donde se desarrolla un Macbeth totalmente desdibujado.
Una escenografía sombría en las escenas de exterior, y extremadamente pobre en la estancia que se nos presenta a través de la ventana, donde se desarrollan las escenas principales, limitando el espacio sin justificación. Desaprovechando tan hermoso escenario. Impidiendo con ello que en esas escenas el coro comparta espacio, teniendo que intervenir escondido, sonando a lo lejos (algo imperdonable en una obra de Verdi donde la presencia coral es fundamental). En definitiva, una ópera televisada en directo.
Pero la torsión principal llega con el tratamiento de los personajes. Tcherniakov ha dado todo tipo de explicaciones sobre qué y cómo quiere transmitir la obra de Verdi. Obra sobre la que reconoce haber tenido dificultades para elaborar su escenografía.
Todos sabemos que la necesidad de tantas explicaciones no es una buena señal. Sobre todo tratándose de una obra tan explícita. Como he dicho, un tratamiento tan generalizador descarga de relevancia a los personajes.

Un rey ridiculizado, aunque este punto pueda servir como crítica a una monarquía decadente. Un Macbeth (en adelante Sr. Cuesta) de poca presencia, pusilánime y manipulable. Rallando con el ridículo cuando es obligado a morir en calzoncillos, privándole así, de cualquier atisbo de dignidad.
Una Lady Macbeth muy de su casa, de sus cosas, de sus pijamas, dando la impresión que en cualquier momento aparecería con rulos.
Y unas brujas inexistentes, un papel al que Verdi otorgaba el mayor protagonismo, papel que aquí es usurpado por todo el vecindario.
Muy mal resuelto el asesinato de Banco, una clara demostración de que los detalles importantes de esta obra quedan empequeñecidos, y hasta ridículos, en esta producción.
Parece la historia de una familia cualquiera, sin una localización concreta, ni espacial, ni temporal. En esta escenografía puede salvarse la dirección de actores. Algo en lo que Tcherniakov es extremadamente cuidadoso.
Dimitris Tiliakos, como Macbth (o Sr. Cuesta), hace verdaderos esfuerzos por dignificar al personaje. Difícil tarea por lo antes descrito. Conoce bien el papel, pero no es suficiente para elevar la interpretación. Mal en los dúos, desafinado a veces, bien en las medias voces. No pasará Tiliakos a la historia por este Macbeth. Lo digo para su tranquilidad.

Violeta Urmana continúa siendo una excepcional cantante. Recorre con solvencia y comodidad los distintos registros del personaje, endiablado en algunos momentos. Pero sus agudos ya no son lo que eran, el sonido se estrecha en ese registro y resulta desagradablemente tirante. Pero sus graves son amplios, voluminosos y ágiles.
Ha mejorado en esta ocasión su interpretación escénica. Algo en lo que no suele destacar demasiado. Su aspecto apacible impedía trazar una Lady Macbeth malvada y manipuladora.

Dmitry Ulyanov, que parece abonado al Real, fue un Banco muy digno y contundente, con importante presencia en el escenario y buena dramatización.
Alfredo Nigro, Malcolm, fue sin duda el mejor de la noche. Así lo manifestó el público con sus aplausos. Una voz pulida y un excelente fraseo, aunque cantara su mejor aria desde el interior de un cochecito infantil.

En esta ocasión el coro no estuvo tan afortunado como otras veces. Algunos ataques fueron a destiempo. Sonó desajustado en algunos momentos y casi toda la noche hubo una diva suelta.
El Patria Oppressa del inicio del tercer acto, sonó débil, poco dramático y se fue apagando poco a poco. Pero de esto es más responsable el director que el coro.

Lo mejor volvió a ser la dirección de Teodor Currentzis. Cada vez se parece más a Valery Gergiev, con el que ha compartido maestro a la hora de dirigir. Puntualizar la falta de intensidad con el coro, pero no con la orquesta, siempre viva. Le falta ir impregnando a sus direcciones más personalidad de los autores a los que dirige, pero es una de las mejores apuestas de Mortier.

Muy bien Nicky. Sobrio y tranquilo en su aparición sobre el escenario. Su presencia, con gran soltura y gracilidad, llamó la atención del público. Nicky es, por supuesto, el perro.

MACBETH
Giuseppe Verdi
Ópera en cuatro actos
Libreto de Francesco María Piave y Andrea Maffei.
D. musical: Teodor Currentzis
D. escena y figurinista: Dmitri Tcherniakov
D. coro: Andrés Máspero
Reparto: Tiñiakos, Ulyanov, Urmana, Nogales, Secco, Nigro
Orquesta y Coro titulares del Teatro Real.

Críticas