La tabernera del puerto

Que ‘La tabernera del puerto’ de Pablo Sorozábal es una obra maestra hay pocos que lo cuestionen. Algunos la consideran, sin duda con razón, algo así como la Traviata de la zarzuela, mientras otros la estiman como la última gran zarzuela de la historia. Fue estrenada en el Teatro Tívoli de Barcelona en mayo de 1936 –pese al éxito indiscutible, con no pocos problemas para el compositor debido a los tiempos convulsos que dos meses después derivarían en la Guerra Civil–, y en Madrid en marzo de 1940 –una vez terminada la contienda– en el Teatro de la Zarzuela. Ahora, 85 años después de aquella premier madrileña, el emotivo montaje de Mario Gas, en ocasiones poético y, ante todo, profundamente teatral y documentado, regresa a este mismo escenario.

En esta ocasión están programadas 15 funciones, entre el 4 y el 22 de junio, de este ‘romance marinero en tres actos’ cuyo libreto original lo firman los dramaturgos Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw.

Mario Gas tiene profundas razones para que su trabajo venga repleto de una muy especial carga de emotividad y de conocimiento. Sus vínculos familiares le convierten en agudo conocedor de la obra de Sorozábal. No en vano, en el reparto que participó en el estreno de ‘La tabernera del puerto’ en el Teatro de la Zarzuela el 23 de marzo de 1940, su padre, el bajo Manuel Gas, que a lo largo de los años llegó a tener una estrecha relación con el compositor, cantaba el papel de Simpson con el que a partir de aquella presentación alcanzaría grandes y continuados éxitos.

Otro de los platos fuertes de la propuesta del Teatro de la Zarzuela es la escenografía y el vestuario, que firman respectivamente el genial Ezio Frigerio con Riccardo Massironi y la oscarizada (‘Cyrano de Bergerac’, 1991) Franca Squarciapino, cuyo trabajo se disfrutó en su montaje de ‘Los gavilanes’ en 2021 o ‘El caballero de Olmedo’ de 2023 en este mismo Teatro de la Zarzuela, y ambos historia viva de una de las más brillantes generaciones teatrales de todos los tiempos junto al actor y director de escena Giorgio Strehler y el actor, dramaturgo y director Eduardo De Filippo como sus cabezas y referencias más visibles.

El conjunto de ambas artes, la de la escenográfica y la del vestuario, llega a ser por momentos ensoñadora, a lo que contribuye la videoescena de Álvaro Luna.

La programación de ‘La tabernera del puerto’ es siempre un acontecimiento, pero el interés sube enteros si el equipo artístico que la pone en pie tiene la altura que la obra exige, como es el caso. A Mario Gas, Ezio Frigerio –fallecido en febrero de 2022, solo tres meses después de la presentación en La Zarzuela de este mismo espectáculo– y Franca Squarciapino, se suma en esta propuesta la dirección musical de José Miguel Pérez-Sierra y Julio César Picos que estarán al frente de la Orquesta de la Comunidad de Madrid (Titular del Teatro) y del Coro Titular del Teatro de la Zarzuela, así como de un doble reparto que supera con creces los muy especiales atributos vocales que reclama la composición del maestro Sorozábal.

La de ‘La tabernera del puerto’ es una partitura evocadora, de atmósfera impresionista y repleta de aires portuarios, de ultramar, de mestizaje y de fusiones modernas. José Miguel Pérez-Sierra reflexiona al respecto asegurando que “es uno de los títulos más importantes del siglo XX y el último gran éxito antes de la Guerra Civil Española. Una obra teatral muy interesante dirigida por el grandísimo director y actor Mario Gas”. Asimismo asegura que este espectáculo de música maravillosa “habla de problemas muy polémicos para la época como la cuestión del contrabando en 1936.” Y en lo que a paralelismos se refiere, el maestro no duda en considerar esta obra como el ‘Rigoletto’ de la zarzuela, ya que, entre otras cuestiones, existe una destacada semejanza entre sus personajes principales y la relación entre estos”. Pérez-Sierra resalta que el Sorozábal que firma ‘La tabernera del puerto’ es un músico muy conocedor de la zarzuela anterior a él, y al tiempo es muy europeo en sus influjos, “con influencias principales en el impresionismo Francés que le da mucha inspiración a la hora de evocar esas atmósferas marítimas, y el verismo Italiano donde encuentra un espejo muy importante donde reflejarse: Giacomo Puccini“. No cabe duda de que ‘La tabernera del puerto’ es hija de su época, heredera de su tiempo, respondiendo y correspondiendo a lo que se hacía en el resto del continente.

A la altura de las circunstancias

Eso es lo que deben transmitir músicos y cantantes. Y para ello, para que el espíritu legítimo de la obra llegue a la sala, y desde allí vuelen hasta el escenario como genuina respuesta las muestras de satisfacción y el regocijo del público, es necesario contar sobre las tablas con un reparto a la altura de las circunstancias, que en este caso es mucha.

No hay peligro. En esta ocasión la garantía de solvencia está servida por cualquiera de los flancos desde el que se mire: formarán los elencos las sopranos Leonor Bonilla y Serena Sáenz en el papel de Marola (la joven tabernera que provoca amores y envidias), los barítonos Ángel Ódena y César San Martín en el de Juan de Eguía (el dueño de la taberna que mantiene una extraña relación con Marola, que todos creen su esposa), los tenores Marcelo Puente y Celso Albelo, que encarnan a Leandro (el joven marinero que se desvive de amor por Marola), los bajos Rubén Amoretti y Simón Orfila como Simpson (curtido lobo de mar inglés, borracho y único depositario del oscuro pasado de Juan de Eguía con quien comparte un turbio interés), la soprano Ruth González haciendo las veces de Abel (joven músico callejero que bebe los vientos por Marola, cantando a los siete mares su belleza y sus gracias), la actriz-cantante Vicky Peña dando vida a Antigua (sardinera desposada con el marino Chinchorro, como este muy dada a consolarse con la botella y celosa de sus continuas visitas a la taberna), el actor-cantante Pep Molina como Chinchorro (marinero, muy dado a la bebida, patrón del barco en el que tripula el joven Leandro), el tenor-actor Ángel Ruiz, cuyo personaje es Ripalda (dueño del Café del Vapor, competencia de la taberna de Juan Eguía y lugar que acoge alguno de los momentos reveladores de la trama), el barítono Xabier Ribera-Vall, que interpreta a Verdier (extraño marinero marsellés, antiguo conocido de Juan de Eguía, con quien tiene un oscuro negocio entre manos), el actor Rafael Delgado, el actor-cantante Didier Otaola y el también actor Ángel Burgos, que representan respectivamente a los marineros Fulgen y Senén y al sargento de carabineros Valeriano. Junto a ellos alternarán la escena 7 actores.

Es necesario destacar también la siempre pulcra e inteligente iluminación de Vinicio Cheli y la naturalidad del movimiento escénico creado por Aixa Guerra.

“Este Romance marinero no es una obra realista ni lo pretende; se trata de un relato teatral teñido de un vapor de leyenda, o elemento poético, en el que se explica una historia de contrabando y de amor en un pueblo marinero”. Mario Gas quiere ser fiel a la obra y que los intérpretes ayuden a “contar la historia con todo el sentimiento y toda la verdad que permite el teatro”. Y es que aquí, en este puerto marinero al que indefectiblemente nos traslada la escena, se combina  en un fino hilo la pasión teatral con la cultura popular. Y lo hace de forma tan legítima y leal, tan perceptiva, que se diría que todo lo que ocurre y se siente sobre la escena y en las butacas, es simple y llanamente arte de magia.

La casa de Bernarda Alba 1

La casa de Bernarda Alba 2

La casa de Bernarda Alba 3

La casa de Bernarda Alba 4

La casa de Bernarda Alba 5

Siendo Miquel Ortega pianista acompañante en el Teatro de la Zarzuela, allá por 1991, empezó a componer una ópera a partir de la obra de su admirado Federico García Lorca. Se trataba nada menos que de “la casa de Bernarda Alba”. En pocos meses estaba terminado el primer acto. A partir de aquí, y debido a los numerosos compromisos que iba adquiriendo el compositor, su trabajo se prolongó durante 8 años más. En su composición inicial se trataba de una ópera de cámara con 14 músicos, al modo de las óperas de cámara de Britten. Pero en 2007 llegó la oportunidad de estrenarla con la condición de hacerlo en versión para orquesta sinfónica en el teatro de la ciudad rumana de Brasov. Después llegarían los Festivales de Santander y Peralada.Llega ahora al Teatro de la Zarzuela en una nueva producción en versión para orquesta de cámara, como fue concebida en sus inicios por Miquel Ortega. Y por primera vez en una versión en idioma español. El libreto de Julio Ramos es absolutamente respetuoso con la obra teatral. Casi exclusivamente para que no se vaya de tiempo, se eliminaron algunas escenas y el personaje de Prudencia.

Ortega crea una partitura a la altura de la obra de teatro. Algo nada fácil de realizar con un texto tan complejo y lleno del dramatismo del Lorca más desgarrador. La música de Ortega, no hace sino potenciar el drama, creando una atmósfera angustiosa y opresiva. Dando vida a ese otro personaje principal que es la casa y que el gran Ezio Frigerio, con Riccardo Massironi, han sabido plasmar en un escenario que se llevó los aplausos del público nada más alzarse el telón, como reconocimiento a la fidelidad de ese espacio asfixiante donde se desarrollará la tragedia. Frigerio lo describe así: “Tiene algo de convento, algo de cárcel, algo que no se ve y que se tiene que sentir.”

La escenografía se ve potenciada por el vestuario de Franca Squarciapino que viste a todas esas mujeres atormentadas describiéndolas a la perfección a través de su atuendo. No falta ni sobra nada en una lectura exacta que aporta credibilidad a la representación. Lo mismo ocurre con la iluminación de Vinicio Cheli y la gran dirección de escena de Bárbara Lluch. Entre los cuatro componen la escenografía perfecta de manera natural, sin estridencias ni adornos, como solo hacen los grandes.

Nancy Fabiola Herrera es la Bernarda Alba de esta producción, se entrega al personaje de manera rigurosa, tanto en la parte vocal como en la interpretativa. Es una Bernarda implacable y despiadada. Impresionan sus frases al final de la obra ¡Ella ha muerto virgen!, en referencia a su hija Adela, que sobrecogen al escucharlas.

En esta versión, Daniel Bianco se tomó la libertad de ofrecer al maestro la posibilidad de hacer un cambio en uno de los personajes fundamentales de la obra. Poncia, la criada de la casa que mantiene una curiosa relación con Bernarda. Según las propias anotaciones de Lorca en la obra, Poncia es amiga de Bernarda y la única capaz de hablarle de tú a tú. Por esta razón Bianco pensó que este personaje necesitaba de un registro potente, un barítono.

El elegido ha sido Luis Cansino, que aceptó honrado su personaje, “Los artistas tenemos que tener un momento en la vida en el que seamos capaces de salir de nuestra zona de confort”. Cansino es un barítono con una desconocida capacidad dramática en nuestro país, donde es más requerido para papeles bufos, y que construye una Poncia impecable y llena de teatralidad, cuidando al máximo los detalles en la interpretación. Magnífico el dúo con Adela en el acto segundo.

Destacar la actuación de la única voz aguda, la de Carmen Romeu, que interpreta a la más joven de las hermanas, Adela, en una rotunda actuación.

Impresionante ver a la gran Dama de la escena española Julieta Serrano, que da vida a María Josefa, madre de Bernarda Alba y único papel declamado. La obra comienza con su desgarrador: ¡Bernarda!, que es capaz de colocar a cada uno en su sitio en escena, incluido el público.

A gran altura estuvo el resto del reparto formado por Carol García, como Martirio, Marifé Nogales como Amelia, Belén Elvia, como Magdalena, Berna Perles, como Angustias y Milagros Martín como criada.

Una magnífica producción del Teatro de la Zarzuela que está poniendo el listón muy alto. Nadie debe perderse nada de lo que aquí está ocurriendo. Y el que se lo pierda, peor para él…

Texto: Paloma Sanz
Fotografías: Javier del Real

El pasado sábado 10 de octubre se inauguró la Temporada 2012-2013, del valenciano Palau de Les Arts, con una muy notable representación del verdiano Rigoletto. Nada más llegar al podio directorial, Omer Meir Wellber leyó detenidamente el documento reivindicativo de los trabajadores del Palau de Les Arts, repartido a los asistentes a la entrada del recinto. El director israelí recibió por este gesto un fuerte aplauso del público.

El pasado sábado 10 de octubre se inauguró la Temporada 2012-2013, del valenciano Palau de Les Arts, con una muy notable representación del verdiano Rigoletto. Nada más llegar al podio directorial, Omer Meir Wellber leyó detenidamente el documento reivindicativo de los trabajadores del Palau de Les Arts, repartido a los asistentes a la entrada del recinto. El director israelí recibió por este gesto un fuerte aplauso del público.
Después de los sombríos primeros acordes, que avanzan la tragedia planteada en esta popular partitura, se alzó el telón para mostrarnos el esplendido decorado del Palacio Ducal de Mantua, realizados por Ezio Frigerio, a mediados de los años ochenta del pasado siglo, y que fue utilizado en muy brillantes representaciones scalígeras, desde que Riccardo Muti, en 1987, se hiciese cargo de la dirección artística y musical del Teatro Milanés.
Funciones con grandes intérpretes como Renato Bruson, Leo Nucci, Andrea Rost o Ramón Vargas, que participaron en esta producción realizada por Frigerio, con vestuario diseñado por su esposa, la oscarizada Franca Squarciapino. Y, con la brillante dirección musical, en el más puro estilo verdiano, del gran director napolitano. Esta producción fue retomada por el Teatro Wilelki (Ópera Nacional de Polonia).

Volviendo a esta función valenciana: después de unos escasos veinte minutos de representación, y al concluir el primer cuadro del Acto I, se produjo un prolongado descanso, para mostrarnos durante el resto de dicho acto un decorado oscuro y sombrío, en contraste con el inicial, muy en consonancia con el encuentro entre Rigoletto y el siniestro sicario Sparafucile, en los aledaños de la casa donde el bufón, guarda celosa y muy secretamente a su amada hija Gilda.
Ya, en el Acto II, vuelve a aparecer el brillante decorado de corte clásico –como debe ser- que reproduce una estancia del Palacio Ducal, con unas grandes vidrieras al fondo, que le dan aún mayor esplendor.
En el Acto III, se nos vuelve a presentar un lúgubre y siniestro decorado, que representa la casa de Sparafucile, donde se consuma esta tragedia, construida por el propio Verdi y su habitual libretista de aquellos años Francesco María Piave, basada en el melodrama romántico Le roi s’amuse de Victor Hugo.
Inicialmente, cuando esta producción se puso en circulación, la dirección escénica corría a cargo del prestigioso Gilbert Defló. En esta representación valenciana, la regista era Beata Redo-Dobber, quien consigue unas buenas prestaciones teatrales de los intérpretes, y que por su trabajo escénico, fue recompensada con los aplausos del público, cuando apareció a saludar al final de la representación.
Decir, a estas alturas, que la Orquesta de la Comunitat Valenciana, es una de las mejores de foso en toda Europa, no es ninguna novedad. Aquí, bien dirigida por un Omer Wellber, metido de lleno en la partitura, con el apoyo de visibles movimientos y gestos; y, extrayendo el máximo rendimiento orquestal. Las diferentes secciones muestran un matizado equilibrio sonoro, para plasmar los momentos alegres y jocosos, en contraposición con los mucho más sombríos, dramáticos e incluso tétricos, de esta partitura verdiana, donde el gran maestro de Busetto, intenta de nuevo, como en su Macbeth, una interacción entre música y desarrollo dramático.
Dentro de una sobresaliente actuación de la orquesta en todo el desarrollo de la obra, cabe resaltar su prestación durante el primer encuentro entre Rigoletto y Sparafucile; y, sobre todo, en el transcurso de todo el Acto III.
Destacar, como Rigoletto ,el gran trabajo vocal y escénico del barítono onubense, Juan Jesús Rodríguez, quien pasa de una frívola y mordaz actuación al comienzo de la ópera, a un sombrío encuentro inicial con Sparafucile.
Tambien, en sus emotivos dúos con Gilda o en esa impresionante “vendetta”, donde canta con auténtico estilo verdiano, exhibiendo un
magnífico registro agudo. Sobresaliente, su actuación durante todo el Acto III, plena de dramatismo y buena vocalidad. Sin duda, Juan Jesús Rodríguez fue el gran triunfador de la noche, siendo recompensado durante y al final de la representación, con grandes aplausos.
El tenor italiano Ivan Magri, como Duque de Mantua, tuvo, en conjunto una notable actuación. Estuvo bien en el dúo con Gilda que cierra el Acto I, donde en la ”stretta” que remata el dúo, elevó la voz a un do4.

Uno de los momentos clave para el tenor, en esta ópera, es el arranque del Acto II, con el recitativo-aria “Ella mi fu rapita…… Parmi veder le lagrime…”, que requieren una gran técnica vocal y un canto lleno de estilo, para enlazar largas frases y regular el sonido: baste recordar las lecciones magistrales que de esta página, realizaron un Alfredo Kraus o Carlo Bergonzi e, incluso cantantes como Pavarotti, Jussi Björling, Josep Carreras y Richard Tucker. En esta función valenciana, ese recitativo-aria, se le atragantó a Ivan Magri, llegándosele, por momentos, a descolocar la voz.
En compensación, si cantó bastante bien la subsiguiente cabaletta “Possente amor mi chiama..” rematándola, valientemente, con el pertinente re bemol, que pocos tenores se han atrevido a dar, desde que la cabaletta –habitualmente omitida- fuera puesta de nuevo en circulación a comienzos de los años cincuenta del pasado siglo, y que puede constatarse en una grabación del Metropolitan neoyorkino, de 1951, recientemente editada por el sello MYTO, con Leonard Warren, Hilde Gueden y Richard Tucker, quien como en el caso de otros cantantes omite el re bemol, y en un salto de octava baja la nota al grave.

Después de este apunte, y volviendo a la prestación vocal Ivan Magri, señalar que su actuación fue bastante buena en el Acto III, con una “Donna e movile..” junto al cuarteto “Bella figlia de l’amore..”, bien cantados.
La soprano norteamericana Erin Morley como Gilda, fue de menos a más, discreta en los dúos con Rigoletto y El Duque en el Acto I, cantó con buena coloratura la pirotécnica aria “Caro nome..”, aunque omitiendo el mi sobreagudo final.
Ya en el transcurso del Acto II, la voz resultó más ancha y contundente en sus dúos con Rigoletto. Y, en el Acto III, sobre todo en el cuarteto, su actuación fue bastante buena, tanto en el plano vocal como dramático.

El gran bajo georgiano Paata Burchuladze realiza un sobresaliente trabajo como Sparafucile. Bien la Maddalena de Adriana de Paola, así como del Monterone de Amartuvshin Enkhbat, y el resto de comprimarios.
Muy buena la prestación del Coro de la Generalitat valenciana dirigido por Francesc Perales. También resaltar la actuación del Ballet de Generalitat, ejecutando la coreografía de Zofia Rudnicka. En fin, un Rigoletto de bastantes quilates.

RIGOLETTO
Giuseppe Verdi
Ópera en tres actos
Libreto de Francesco Maria Piave, basado en Le roi s’amuse de Victor Hugo
10 noviembre, Palau de les Arts
D. musical: Omer Meir Wellber
D. escena: Gilbert Deflo
Escenografía: Ezio Frigerio
Vestuario: Franca Squarciapino
D. coro: Francesc Perales
Reparto: Rodríguez, Morley, Magrí,
Burchuladze, Di Paola, Enkhbat, Pinchuk

Críticas