Plácido Domingo y Michael Fabiano en I Due Foscari en el Teatro Real

I due Foscari es una de las obras compuestas por Verdi en los llamados “años de galera”. Así se refería el propio compositor a los siete años en los que compuso nada menos que once óperas. No se trata, ni mucho menos, de una de sus mejores obras. Ni siquiera de las más conocidas. Pero hay algo en I due Foscari para que sea representada más veces de lo que su calidad y posición en el repertorio le otorgan.

Tal vez gracias al tiempo y la perspectiva, teniendo en cuanta los trabajos posteriores del maestro italiano, se esté posicionando mejor.

Los personajes de este drama “familiar» romántico (padre, hijo y nuera) poseen una marcada personalidad. Alguna de ellas, concretamente la de Jacopo Foscari, provocaron discrepancias entre Verdi y su libretista Francesco María Piave. La pusilanimidad del personaje, unido a su escasa presencia durante toda la obra, llevaron a Verdi a solicitar de Piave algunos cambios importantes. El resultado final fue un mayor peso de este personaje desde el inicio de la obra y su protagonismo en algunas de las páginas vocales más bellas.

La representaciones que estos días se pueden ver en el Teatro Real son en versión concierto. O, más concretamente, semiescenificada. Dada la capacidad de dramatización de un potentísimo cuadro de cantantes que demuestran que la ausencia de escenografía, no impide una magnífica representación operística.

La dirección musical de Pablo Heras-Casado tiene un efecto energético sobre la orquesta, los cantantes y la propia obra. Ya desde la obertura se evidencia el vigor con el que Heras-Casado interpreta la partitura. Con esta misma fuerza dirige a unos cantantes que llenan su interpretación de nervio y tensión. Existen momentos de peculiar belleza en los duetos y cuartetos de violín y violonchelos interpretados por los solistas.

Lucrecia Contarini, esposa de Jacopo Foscari, está interpretada por Angela Meade. Esta norteamericana de Washington se desenvuelve vocal y dramáticamente bajo los más estrictos cánones de la ópera tradicional aunque adolece de cierto automatismo. Pero lo realmente impresionante es el volumen estratosférico de su voz. Característica que no le impidió ofrecer unos filatos de muy buena factura. Las vibraciones que emite, al menos al escucharla desde la tercera fila, impresionan. Como demostró ya desde el arranque con Tu al cui sguardo onnipossente…

Michael Fabiano

Volvía al Teatro Real el tenor norteamericano Michael Fabiano, como Jacopo Foscari. Mucho ha evolucionado su voz desde aquel Cyrano de Bergerac de 2012.

Con un notable volumen de voz y una tesitura más de spinto que de tenor dramático, Fabiano ha construido un Jacopo Foscari dramático y desesperado. Fantástico en sus romanzas, sobre todo en la segunda, Notte, perpetua notte!. Muy exigente por tesitura y dramatismo y que Fabiano resuelve con gusto y elocuencia.

Antes de su intervención, tuvo la gentileza de contestar algunas preguntas para Brío Clásica.

No fue hasta que llegó a la universidad e inició sus estudios, cuando se dió cuenta del enorme potencial que tenía su voz. Fue en ese momento cuando inició su carrera.

Brío Clásica.: En su misma tesitura, ¿quiénes son los cantantes en los que se fija?

Michael Fabiano.: Aureliano Pertile, por la magnitud infranqueable de su técnica. Mario del Monaco, por su compromiso en la interpretación. Franco Corelli, por su heroísmo y Plácido Domingo, por su profunda pasión y maestría.

B. C.: ¿Cómo se siente cuando se le compara con un joven Pavarotti?

M.F.: Siento una profunda humildad.

B. C.: No es la primera vez que canta junto a Plácido Domingo, ¿cómo es esta experiencia?

M. F.: Es un honor para mi, teniendo en cuenta su enorme trayectoria y su inmenso legado.

B.C.: Sus roles como Rodolfo en La Bohéme y en Luisa Miller han tenido una gran aceptación por parte del público. ¿Qué otros papeles se ve interpretando en el futuro?

M. F.: Me veo en óperas como Un Ballo in Maschera, Simon Boccanegra , Attila, Ernani, La Battaglia di Legnano, Mefistofele , Manon, Werther, Romeo et Juliette o Carmen.

Pronto volveremos a disfrutar de él en España.

El baritenor, como él mismo se denomina, Placido Domingo, era uno de los mayores atractivos de la noche, interpretando a Francesco Foscari. La discusión sobre la tesitura de Plácido Domingo debe dejar de existir. Es un artista. Un artista grandioso, capaz de inventar una tesitura acorde con la evolución de sus características vocales y utilizarla, junto a sus habilidades sobre el escenario, con una finalidad única, el éxito en la interpretación. Cada una de sus intervenciones fue aplaudida hasta llegar a la ovación final. Increíble mérito tiene además el hecho de no dejarse tapar por la cascada de voz de Meade.

Otro que no anda escaso de volumen vocal es el bajo italiano Roberto Tagliavini en su papel del malvado Jacopo Lorendano. A la altura del reparto principal estuvieron la soprano Susana Cordón, como Pisana y el tenor Mikeldi Atxalandabaso, como Barbarigo.

Una fantástica noche de ópera, en la que el público disfrutó y lo demostró aplaudiendo en pie durante varios minutos. Un final de temporada que deja un excelente sabor de boca y la mejor tarjeta de presentación para la próxima.

Texto: Paloma Sanz
Imágenes: Javier del Real
Vídeos: Teatro Real

I due Foscari

I due Foscari (Los dos Foscari), de Giuseppe Verdi (1813-1901), traerá al Real, nuevamente, al arquetípico padre verdiano, sufridor y atormentado, después de los de Rigoletto y Luisa Miller, ambos protagonizados por Leo Nucci en la presente temporada.

En esta ocasión el papel del progenitor, escrito, como los mencionados, para la cuerda de barítono, será interpretado por Plácido Domingo, que ha triunfado en varios teatros encarnando al viejo Francesco Foscari, cuyo trágico final es de los más tristes y lacerantes de toda la producción verdiana.

A su lado estarán el tenor estadounidense Michael Fabiano, que volverá al Real, ya consagrado internacionalmente, después de haber actuado en Cyrano de Bergerac en la temporada 2011-2012, y la soprano, también norteamericana, Angela Meade, que debutará en Madrid precedida de grandes éxitos en Europa y América.

Basada en el drama histórico The Two Foscari, de Lord Byron, la partitura de Giuseppe Verdi, parte de las intrigas políticas y luchas de poder en la antigua república de Venecia, para ahondar en la psicología de los personajes protagonistas, anticipando sus óperas posteriores. La obra, una de las más oscuras partituras de Verdi, refleja, quizás, el estado de ánimo del compositor, que había perdido a su mujer e hijos en un breve período de tiempo.

En la música de I due Foscari podemos encontrar el uso casi embrionario de los leitmotiv wagnerianos y elementos precursores del estilo posterior de Verdi, especialmente en las páginas de Lucrecia, la abnegada y luchadora esposa, y en sus magníficos dúos con el Dux.

Esta obra asiste hoy a una revalorización impulsada por Plácido Domingo, que la ha interpretado en distintas producciones y en versión de concierto en Los Ángeles, Valencia, Viena, Londres, Barcelona y Milán.

I Due Foscari

Ha comenzado el AÑO VERDI, en el 200 aniversario de su nacimiento, y el Palau de Les Arts celebra la efeméride con un título del joven Verdi I due Foscari, a lo largo de seis representaciones que comenzaron –exitosamente- el pasado 24 de enero, y se extenderán hasta el 8 de febrero. Y, a las que seguirán las funciones de Otello –una de las cumbres del arte verdiano- que se desarrollarán los próximos meses de mayo y junio, con dirección de Zubin Mehta, en el Festival del Mediterráneo.

MUERTES EN VENECIA
En la famosa película de Luchino Visconti en 1971 y, también, en la última ópera de Benjamin Britten de 1973, se producía la Muerte en Venecia, del atormentado músico Gustav von Achenbach: Francesco María Piave –a partir del drama de Lord Byron, The two Foscari- escribió el libreto de la sexta ópera compuesta por Verdi, con el italianizado título de I due Foscari. En ella se plantea una trama opresiva y de gran dramatismo, que concluye con las muertes, en la Venecia del Quatrocento, del Dux de la Serenísima República, Francesco Foscari y de su hijo Giacopo.
Esta ópera inaugura un período de frenética actividad creadora del compositor de Busseto, quien desde 1844 (año del estreno de I due Foscari) hasta 1850, compondrá once óperas. A estos intensos siete años se les conoce con el nombre de “años de galera”. Esta denominación está basada en una carta del propio Verdi a su amiga la condesa Maffei, en la que se quejaba del modo
siguiente: “Desde Nabucco puede decirse que no he tenido una sola hora de tranquilidad. ¡Fueron siete años de galera!” Más tarde la expresión alcanzó fortuna, pero aplicándola al período de seis años acotado entre I due Foscari y Stiffelio estrenada en 1850.
Dos pueden ser las razones de este gran esfuerzo creativo: las peticiones de los teatros para representar nuevas óperas y el afianzamiento de la posición económica del compositor, cuyos triunfos en los escenarios le iban proporcionando una saneada situación financiera. Ambas razones son plausibles, aunque suele esgrimirse la primera en detrimento de la segunda, menos romántica. Ciertamente, por aquel entonces había una verdadera ansia del público por, materialmente, devorar nuevas óperas; esta circunstancia obligaba al compositor a crear sin cesar una ópera tras otra, y viajar continuamente para asistir a estrenos o supervisar ensayos y reposiciones. Pero no es menos cierto, que por sus orígenes humildes, Verdi sentía una gran atracción por el dinero.
Por tanto, ese frenético trabajo de “los años de galera”, al que puede añadirse el período entre 1851 y 1853 donde compuso su trilogía popular, que forman Rigoletto, Il Trovatore y La Traviata, le convierten en un compositor millonario que, a partir de entonces, va paulatinamente ralentizando su producción, ya que, en los siguientes cuarenta años, y hasta sus postreros Otello estrenada en 1887, y Falstaff de 1893, solo compondrá ocho óperas.

Pero, volvamos a este valenciano y muy notable I due Foscari: donde, de nuevo, como en los anteriores casos de Rigoletto y La Bohème, durante la presente temporada, se nos muestra una original escenografía. Ya, en el mismo arranque de la representación, podemos ver un mar dinámico proyectado sobre un transparente telón, que simboliza ese bello horizonte azul veneciano, a través del cual puede entreverse el universo feo y siniestro carcelario que, una vez izado ese telón marítimo, puede contemplarse con toda su sórdida nitidez, y donde en una jaula está preso Jacopo Foscari,a el hijo del Dux Francesco Foscari, rodeado de torturadores, y algún clérigo inquisidor que bendice los castigos a los cautivos. De nuevo, en el Acto III, ese opresivo universo subterráneo interacciona con un colorista jolgorio, donde los personajes cantan y bailan en la celebración de ese histórico evento festivo denominado “Regata veneciana”. Muy conseguido el diseño de vestuario realizado por Mattie Ullrich, con proliferación de los colores rojo y blanco, junto con los bonitos atuendos que exhibe la soprano china Guanqun Yu, en el rol de Lucrecia Contarini. Excelente dirección escénica de Thaddeus Strassberger, consiguiendo que los personajes muestren la tensión y dramatismo que les aflige.

Musicalmente, en esta ópera pueden comprobarse los avances en materia de orquestación conseguidos por Verdi en relación a sus anteriores trabajos. Aquí el compositor experimentó por primera vez con los llamados “temas recurrentes” o “leit motiv”, que anuncian la presencia escénica de los diferentes personajes, e incluso del coro. Por tanto, el maestro de Busseto muestra en I due Foscari, nuevas formas de expresión musical, principalmente con esos temas recurrentes, mediante los cuales cada personaje queda definido por un motivo musical que lo identifica en escena. Para el octogenario Francesco Foscari, son las cuerdas graves: violonchelos y contrabajos, que desarrollan una bella figura melódica descendente, que refleja fragilidad y vejez. La aparición en escena de Lucrecia Contarini está marcada por un “allegro agitato” interpretado por la cuerda, con una inquieta y enardecida melodía que muestra el alto grado de constante agitación del personaje. Hasta el coro, en las intervenciones del “Consejo de los Diez”, tiene su motivo musical: un “andante con moto”, que refleja, de alguna manera, crueldad e intransigencia.

Omer Wellber dirigió con buen pulso a la Orquesta de la Comunidad Valenciana, ya desde el mismo arranque de la ópera, con esos fuertes y vigorosos acordes que inician la obertura, y la ejecución de ese fúnebre y melancólico tema en modo menor, ejecutado en primer lugar por el clarinete y posteriormente por la flauta, con evidente lucimiento de ambos instrumentos, y que va a marcar musicalmente la presencia de Jacopo Foscari.

La orquesta luce sus bondades en el arranque del Acto II, con esa música bellísima de corte camerístico, con lucimiento de violín y violonchelo alternándose y dialogando, a los que se une la voz de Jacopo Foscari, bien interpretado por el tenor Ivan Magri –cubriendo el pasaje, con buen estilo de canto verdiano- en el inicio de su gran escena “Notte! Perpetua notte che qui regni…”. También el tenor afronta lucidamente su intervención en el Acto III, “L’inesorabil suo core di scoglio”. Aunque Ivan Magri queda lejos de las extraordinarias interpretaciones del joven Carlo Bergonzi, en la toma en directo de esta ópera realizada en 1951, con dirección musical de Carlo María Giulini o del joven Josep Carreras, en la magnífica grabación Philips de 1976, dirigida por Lamberto Gardelli, y donde el tenor catalán nos ofrece su bellísimo timbre de entonces, junto a un temperamento verdiano –sobre todo en las cabalettas- de primera magnitud.

La pasada temporada, Plácido Domingo afrontó un rol de barítono lírico, como el Athanael de Thais de Jules Massenet. De nuevo le escuchamos en esta tesitura, encarnando al viejo Francesco Foscari que, en realidad, requiere de un barítono más dramático como en los casos de Renato Bruson y Leo Nucci, quienes han interpretado este rol reiteradamente en teatro, y nos han legado grabaciones en DVD de indudable calidad. De cualquier forma, Domingo sale airoso de la prueba, mostrándonos aún ese juvenil y bonito timbre, increíble en un cantante que ya ha cumplido setenta y dos años.
Y, se muestra notable en su primera aparición escénica “Eccomi solo alfine…”, que nos presenta al gobernante en la soledad del poder. También, en sus intervenciones solistas del Acto III “Egli ora parte!… Ed inocente parte!”, para terminar su importante actuación en todo el final de la ópera “Questa dunque è l’iniqua mercede… Principe”, donde, a continuación muere ante tanto infortunio. Pero, quizás, donde Domingo brilla con más fuerza en los dúos con su nuera Lucrecia Contarini, magníficamente interpretada por la joven Guanqun Yu, -gran triunfadora de la noche- ganadora de la edición 2012, del concurso Operalia-Plácido Domingo, y discípula de Carlo Bergonzi, Reneé Fleming y Eva Marton. La soprano china cuenta con un bonito timbre, y una voz muy bien proyectada, con agudos y sobreagudos redondos y squillantes. Sin embargo, su gama de graves, resulta limitada. Su actuación resultó muy lucida, desde que aparece por primera vez en escena, durante el Acto I, con el recitativo-aria-cabaletta “No mi lasciate….tu al mi sguardi omnipossente…O patrici tremate…l’eterno”, de corte belcantista donizettiano y gran dificultad. Asimismo, También tuvo una brillante intervención en la cabaletta del Acto III “Piu non vive! L’innocente..”. Mención especial merece la interpretación del vibrante cuarteto del Acto II, con Lucrecia, Francesco, Giacopo y el malvado Loredano, muy bien interpretado por ese bajo de grandes medios vocales que es Gianluca Buratto. Como siempre, magnífica actuación del Coro de la Generalitat Valenciana, dirigido por Francesc Perales. En fin, una ópera del joven Verdi bien resuelta vocal y escénicamente.

Críticas