Il Prigioniero Sour Angelica

«Todo está acabado, y sin embargo, con toda la ilusión perdida me acuesto y me levanto con el más terrible de los sentimientos, y es el sentimiento de tener la esperanza muerta. Y sin embargo, al día siguiente, me levanto y la esperanza me ronda, me muerde, como un lobo moribundo que apretase sus dientes por última vez”. (Fragmento de Doña Rosita la soltera, de Federico García Lorca)

Así describe el director de escena, Lluis Pasqual, la esencia de estas dos obras. Ambas coincidentes en un mensaje fundamental, lo peor para el ser humano no es la falta de libertad, sino la falta de esperanza.

Il Prigioniero, de Luigi Dallapiccla (1904-1975), que se representaba por primera vez en Madrid, es una obra transparente, con una partitura muy cuidada a la que el director musical Igno Metzmacher extrae toda su riqueza, nota a nota, con exquisita precisión. Se trata de una composición a duras penas dodecafónica, porque el lirismo se escapa en forma de pequeños destellos a lo largo de toda la obra.
El prisionero, interpretado por Vito Priante, se acoge permanentemente a la esperanza de poder escapar de su encierro. En el escenario, una enorme jaula circular gira a modo de torniquete asfixiante. Es como una gran escalera de caracol interminable que siempre lleva a ninguna parte.
En esta escalera emprende el prisionero la búsqueda de la libertad acompañado de uno de los momentos orquestales más bellos y trepidantes de la partitura. Dallapicola utiliza una forma de escritura musical denominada ricercare, que tiene su máxima expresión en estos compases. Aquí la orquesta ofrece un momento verdaderamente brillante de la mano de Metzmacher, sin duda uno de los mejores directores del repertorio del siglo XX y XXI. Consiguiendo una asombrosa expresividad y dramatismo.

Tanto en Il prigioniero como en Suor Angelica, es capaz de generar una atmósfera opresiva a través de los silencios y los contrastes, producidos al pasar de los pianos a los registros muy altos. El resultado es un grito desgarrado emitido por la orquesta y acentuado por una iluminación más que acertada.

Muy buena interpretación de Priante. Voz consistente y buena dramatización. Deborah Polaski, a pesar de sus carencias, da forma a una madre desgarrada y protectora gracias, sobre todo, a su imponente físico. Conserva bien sus cualidades vocales, pero ya se empieza a acomodar a una tesitura más localizada en los tonos medios.
El peor parado en este reparto fue Donald Kaasch, su doble papel como carcelero e inquisidor era quizá el menos agradecido de todos.

Sin duda fue el descubrimiento de una obra maestra. Lástima que la mayor parte del público no lo viera así y la frialdad y escasez de aplausos resultara bochornosa. Parecía que Il prigioniero fuera el precio que tenían que pagar por asistir a Suor Angelica.

Ante la decepción de algún espectador al comprobar que la escenografía era común a las dos óperas, dio comienzo la hermosa obra de Puccini.
Esta vez la estructura carcelaria bien podría ser el torno conventual. Aquel que antes era casi el único contacto con el mundo exterior.
En Suor Angelica, Metzmacher vuelve a demostrar su maestría. No es fácil interpretar a Puccini. Tal vez sea por exceso de conocimiento de sus obras que hace caer en una cierta falta de intensidad y lleva a interpretaciones superficiales. En esta ocasión se agradece el esfuerzo, sobre todo en uno de los elementos más importantes en la música de Puccini, los pianos. La dirección huye de ser melodramática, eleva la partitura y le otorga un carácter más debussiniano. La música trata a Suor Angelica por encima de la cotidianeidad de sus compañeras de convento. Y la música también es más elevada por ese mismo refinamiento. Nunca cae en el melodrama, el argumento trata a la protagonista, a sus experiencias, sus esperanzas, y el desenlace final, de manera sincera y respetuosa.

Aquí Deborah Polaski interpreta el malvado papel de la tía princesa. En este caso su presencia escénica y su aspecto acentúan la severidad de su interpretación y de su voz. Siempre es un placer escucharla.
Veronika Dzhioeva como Suor Angeica consiguió emocionar en algunos momentos. Delicados pianos pero cierta aspereza en los cambios de registro. Falta de naturalidad y exceso de rigidez sobre el escenario que compensó en parte con una gran ternura en la escena final.
El resto del reparto, formado por intérpretes españolas y miembros del coro, brillaron especialmente. A destacar Marina Rodríguez-Cusí, Itxaro Mentxaka, María Luisa Corbacho, Anna Tobella, Auxiliadora Toledano y María Rodríguez.

Más allá del escenario común, ambas obras transmiten una profunda crítica a la utilización de la religión y la moral para acabar con cualquier proyecto de rebeldía.

IL PRIGIONIERO
Luigo Dallapicola
Ópera en un prólogo y un acto.
Libreto del compositor basado en La tortura de la esperanza (1988) de Auguste Villiers de L´Isle-Adam y La leyenda y aventuras heróicas, alegres y gloriosas de Ulespiegel y de Lamme Goedzak (1867) de Charles De Coster.
SUOR ANGELICA
Giacomo Puccini
Ópera en un acto
Libreto de Giovachino Forzano
Teatro Real, 2 noviembre
D. musical: Igno Metzmacher
D. escena: Lluis Pasqual
Escenógrafo: Paco Azorín
D. coro: Andrés Máspero
D. coro de niños: Ana González
Polaski, Priatore, Kaasch, Dzhioeva, Corbacho,
Rodríguez-Cusí, Mentxaka, Toledano, Tobella.

Críticas