Il Trovatore arde en el Teatro Real
IL TROVATORE
Giuseppe Verdi (1813-1901)
Dramma en cuatro partes
Libreto de Salvadore Cammarano, basado en la obra de teatro
El trovador (1836) de Antonio García Gutiérrez
D. musical: Maurizio Benini
D. escena: Francisco Negrín
Escenógrafo y figurinista: Louis Désiré
Iluminación: Bruno Poet
D. coro: Andrés Máspero
Reparto: Hibla Gerzmava, Artur Rucinski, Marie-Nicole Lemieux, Piero Preti,
Roberto Tagliavini, Cassandre Berthon, Fabián Lara, Moisés Marín, Sophie Garagnon
El Teatro Real estrena Il Trovatore, una de las óperas verdianas más populares y emblemáticas desde el momento de su estreno, y lo hace en coproducción con la Opéra de Monte-Carlo y la Royal Danish Opera de Copenhague.Fue compuesto el mismo año que La traviata y Rigoletto, pero Trovatore contiene ya el dramatismo belcantista que fue evolucionando en óperas posteriores. Los cambios técnicos y vocales, inician este período del belcanto, ese tránsito de la juventud a la madurez del maestro italiano.Otra de las razones por las que Il Trovatore es una ópera fetiche es por el desafío vocal para los cantantes. En parte, por lo que está escrito en la partitura y en parte por lo que no está escrito, y que, por tradición, se canta. Muchas de las dificultades de la obra, en realidad, no están escritas por Verdi, pero son muchos los cantantes que las llevan a cabo. Uno de estos ejemplos está en la segunda cabaletta de Leonora en el cuarto acto. En la versión que se representa en el Teatro Real, se interpreta, lo que hace que este rol sea extremadamente difícil. Según el maestro Benini, antiguamente se omitía este fragmento a petición de la cantante por su dificultad. Benini considera que es necesario mantenerla “porque la propia forma del belcanto exige respetar esta estructura, el arco compuesto por recitativo – aria – cabaletta. Si cortamos la cabaletta, cortamos el arco melódico.”Otro de los elementos que pertenecen a la tradición es el famoso Do de Manrico en el aria de La pira. En realidad, este Do aparece escrito a lápiz en la partitura original, pero no fue escrito por Verdi, se añadido con posterioridad. Y es que el belcanto siempre ha exigido una evolución de la vocalidad. Había que ser fiel a estos principios belcantistas y demostrar el virtuosismo de los cantantes y, tal vez, debía quedar también reflejado por escrito, de ahí su incorporación, en forma de añadido, a las partituras. Pero originalmente no aparece.

La endiablada vocalidad de Trovatore requiere, según el propio Verdi, de la participación de cinco cantantes de primer orden. No solamente el tenor y la soprano, todos deben ser los mejores cantantes en ese momento para estos roles. En el caso de esta producción del Teatro Real, más concretamente, del segundo reparto, este requerimiento no se cumple.

También el libreto ha sido objeto de polémica por su enrevesada trama. Una sucesión de escenas imposibles y de difícil comprensión y seguimiento por parte del público. Todas las pasiones desatadas entre los cuatro personajes principales, una gitana y su maldición, un trovador, falso hijo de la gitana, un malvado conde y una dama, Leonora, a la que pretenden los dos protagonistas. El amor, le venganza y el hechizo, son los argumentos principales del libreto de Salvadore Cammarano que, a su muerte, Verdi quiso respetar sin efectuar en el ningún cambio.

El director de escena Francisco Negrín ha tomado el fuego como elemento conductor y protagonista de la escenografía. Tiene una gran presencia a lo largo de la obra y representa ese pasado que quema la posibilidad de tener presente y futuro. Para Negrín, todos tenemos una carga del pasado que nos afecta y condiciona nuestras vidas.

La atmósfera oscura y asfixiante que se consigue es el elemento perfecto donde se desenvuelven los fantasmas del pasado de los personajes que se mezclan con ellos. Una oscuridad que se mantiene a lo largo de toda la obra y que termina resultando incómoda para el espectador. Sobre todo en la primera parte, que se convirtió en soporífera. Una escenografía con poca o ninguna originalidad y con detalles que poco aportaban a la obra.

El gran acierto de esta producción vino del foso. La experiencia de Maurizio Benini con el repertorio verdiano son de esas que hacen crecer la confianza tanto en la orquesta como en los cantantes. Elemento importante, el coro, fue de menos a más para terminar de forma espectacular.

La Azucena de Marie-Nicole Lemieux estuvo correcta en la interpretación, con unos poderosos graves que acentuaban el carácter oscuro del personaje. Pero resultó por momentos un poco gritona y con una línea d canto algo tosca.

El Manrico de Piero Preti se fue empequeñeciendo según avanzaba la obra. Su timbre es agradable pero la sensación era de debilidad, también en lo interpretativo.

Roberto Tagliavini ofreció una imagen de Ferrando más consistente, al igual que el Conde de Luna de Artur Rucinski, que acompañó sus potentes graves con una buena presencia escénica.

La más aplaudida de la noche fue la Leonora de Hibla Gerzmava, con una línea de canto más que correcta, dotó a su personaje de sensibilidad y elegancia.

Con esta obra el Teatro Real celebra con otro gran éxito su semana de la ópera, acontecimiento que ya se ha convertido en tradicional.

Texto: Paloma Sanz
Fotografías: Javier del Real
Vídeos: Teatro Real

Críticas