La Boheme

n el arranque de la temporada 2012-2013, el valenciano Palau de Les Arts, sigue apostando por títulos muy conocidos y populares del repertorio. Después del brillante Rigoletto, que inauguró la temporada, se ha escenificado una magnífica producción de La Bohème, con un entusiasmado público que abarrotó la sala y aplaudió reiteradamente tanto al finalizar el Acto II, como al final de la representación.

En primer lugar, destacar la atractiva y muy original escenografía del turinés Davide Libermore, también responsable de la dirección escénica y la iluminación. Nos propone una escenografía de la buhardilla de los bohemios, en los simétricos Actos I y IV, donde el caballete pictórico de Marcello, ya desde el mismo inicio de la ópera, toma vida para recoger una filmación de las aguas del Mar Rojo, coincidiendo con las primeras frases de Marcello “Questo mar rosso…”, que se proyecta en una de la paredes laterales de la estancia. A continuación se proyecta un decorado estático-dinámico, donde puede verse fluir el humo que emanan las chimeneas de los edificios parisinos, con iluminación diurna y nocturna, para mostrarnos el transcurso del tiempo.
Estos aditamentos, confieren un toque complementario y urbano, al habitáculo parisino donde trabajan el poeta Rodolfo y el pintor Marcello, acompañados por sus amigos. Cambiantes pinturas, de carácter impresionista, que van apareciendo en el marco pictórico de Marcello, y que, también al unísono, se van proyectando.
Libermore se ha inspirado en la película Dreams (Sueños) de Akira Kurosowa, para insertar las proyecciones de Paolo Gep Cucco, en su retrato del París de finales del Siglo XIX.
El bullicio y la alegría, queda perfectamente plasmado en el multitudinario Acto II, en la terraza de café Momus, con la presencia al fondo del más genuino símbolo parisino: La Torre Eiffel. Este segundo acto, hablando en términos fílmicos, se convierte en un verdadero plano-secuencia, donde los ojos de los espectadores convertidos en cámara, pueden moverse libremente para focalizar las diferentes acciones que se plantean. En contraposición, aparece ese austero y gélido decorado del Acto III, muy en consonancia con la música y acción teatral que se nos muestra.

La meta ambicionada por Puccini, al componer La Bohème, era lograr un continuum musical y
dramático, en el que las arias, duettos y demás números tradicionales, se insertasen perfectamente en la textura orquestal, que
estructura una música variopinta y siempre de calidad extrema. El gran Riccardo Chailly, con la Orquesta de la Comunidad Valenciana, logró introducirnos en la riquísima paleta orquestal de esta partitura.
Chailly consiguió los mejores resultados musicales –como no- en ese extraordinario Acto III, mostrando la riqueza de los temas, enlazados por una exquisita orquestación, que se convierte en uno de los momentos más perfectos de todo el repertorio.
También en ese Acto IV, donde la música transita de la comedia al más puro drama. En suma, gran trabajo directorial, al frente de la magnífica orquesta valenciana, del gran maestro milanés, quien ya en 1998, para el sello DECCA, con la Orquesta del Teatro alla Scala, nos legó la mejor versión discográfica moderna de esta ópera, con unos excelentes Angela Gheorghiu y Roberto Alagna. Amén, de las históricas y antológicas versiones discográficas de Herbert von Karajan, al frente de la Filarmónica de Berlín, también para DECCA, con Luciano Pavarotti y Mirella Freni, de 1973, y la dirigida por Sir Thomas Beecham, para EMI, al frente de la Orquesta de la RCA, con Jussi Björling y Victoria de los Ángeles, de 1956.
En esta representación, brilló a bastante altura un casi desconocido –por su transformación física- Aquiles Machado, quien me confesó después de la función, haber perdido cincuenta kilos, ¡que se dice muy pronto! El tenor venezolano conserva su bonito timbre y una depurada línea de canto, en un papel como Rodolfo que ha interpretado mucho en teatro en los últimos quince años. Su voz ha ganado en anchura y redondez, a costa de perder su insolente agudo de antaño. Tuve ocasión de escucharle en Santander un Fausto en 2000, donde la voz se expandía brillantemente hacia arriba. Su “Che gelida manina” estuvo muy bien cantada, aunque el agudo resultó algo tirante, rozando el pertinente do4, nota fácil para él hace unos años. De cualquier forma su prestación vocal fue muy notable durante toda la ópera, sobre todo en el Acto III, empastando bien con la soprano israelí Gal James, también una esforzada Mimi, que fue a más –incluso con más volumen vocal- conforme avanzaba la representación, para cantar muy bien el Acto III, sobre todo ese extraordinario cuarteto, que, en realidad, son dos dúos: el de Rodolfo y Mimi, y en otro plano dramático el de Marcello y Musetta. En el Acto IV, la actuación de Gal James, muy metida en la piel de la moribunda Mimi, cala hondo y llega a emocionar.
El barítono Massimo Cavalletti, está en posesión de un considerable volumen vocal, que le permite traspasar sin ningún problema la orquesta, incluso cuando esta emite en forte. No es un intérprete excesivamente refinado, pero complementa su canto con una buena actuación escénica. Sin duda, sus mejores momentos los ofrece en el Acto III, en sus dúos con Mimi, Rodolfo y una Musetta, magníficamente interpretada por la joven soprano valenciana de apenas veintiocho años Carmen Romeu, alumna de la insigne profesora Ana Luisa Chova. Romeu tiene una impactante aparición en el Acto II, dotando a su personaje de verdadero desenfado y fino erotismo. Canta muy bien su famoso vals. Muy bien su prestación en el Acto III peleándose con Marcello. Ya en el Acto IV, su actuación adquiere tintes auténticamente dramáticos. Una cantante, sin duda, con bastante futuro.

Del resto del amplio reparto, cabe destacar el trabajo del bajo Gianluca Buratto, en el rol de Colline, quien canta con buen estilo dramático su famosa aria del Acto IV “Vecchia zimarra”.
También, es preciso señalar la buena actuación del joven barítono Mattia Olivieri como Schaunard. Este cantante está en posesión de una bonita voz y, en la actualidad, está integrado en el Centro de Perfeccionamiento Plácido Domingo, adscrito al Palau de Les Ars.

Como siempre, gran actuación del Coro de la Generalitat Valenciana, dirigido por Francesc Perales, reforzado en ese multitudinario Acto II, por la Escola Coral Veus Juntes de Quart de Poblet, dirigida por Jordi Blanch, y por la Escolanía de la Mare de Déu dels Desemparats dirigida por Luís Garrido. Sus actuaciones se producen solamente en el Acto II, saliendo todos a saludar en su conclusión, y siendo recompensados por largos y sonoros aplausos de un público entusiasmado.
En fin, una magnífica Bohème, ópera esencial de todo el repertorio, y siempre de actualidad desde su estreno en el Teatro Regio de Turin el 1 de febrero de 1896, con dirección musical de un jovencísimo Arturo Toscanini.

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