Dead Man Walking

Entre los días 26 de enero y 9 de febrero el Teatro Real ofrecerá 6 funciones de Dead Man Walking, de Jake Heggie, en una producción de la Lyric Opera de Chicago procedente de la Houston Grand Opera, donde se presentó en 2011 con dos de las cantantes que interpretarán la ópera en el Teatro Real: la mezzosoprano Joyce DiDonato y la soprano Measha Brueggergosman.

Dead Man Walking es la primera ópera de Jake Heggie (Palm Beach, Florida, 1961) y el enorme éxito que ha tenido desde su estreno, en la War Memorial Opera House de San Francisco en el año 2000, ha proyectado internacionalmente el nombre de su compositor, que desde entonces ha escrito varias obras escénicas de diferentes formatos con un ritmo apabullante: The End of the Affair (2004), At the Statue of Venus (2005), To Hell and Back (2006), Three Decembers (2008), Moby-Dick (2010), The Radio Hour (2014), Great Scott (2015), It’s a Wonderful Life (2016), entre otras.

Con más 300 funciones en todo el mundo, producciones muy diversas ─desde conservatorios a grandes teatros─, y dos grabaciones en CD ─protagonizadas por Susan Graham (2000) y por Joyce DiDonato (2011)─, Dead Man Walking se estrena en España con la presencia de su compositor y de la hermana Helen Prejean, autora del libro autobiográfico que inspiró la ópera y, antes, en 1995, la aclamada película Pena de muerte, de Tim Robbins, con Sean Penn y Susan Sarandon (que ganó un Oscar por su interpretación) en los papeles principales.

En su estremecedor relato basado en hechos reales, la hermana Helen Prejean cuenta el inquietante y convulso camino de acercamiento a un condenado a muerte al que asiste y ampara desde el convencimiento de que su arrepentimiento le ayudará a encontrar la paz interior.

Si la película de Tim Robbins incide claramente sobre los dilemas éticos de la pena de muerte, la ópera de Heggie, con libreto del veterano dramaturgo Terrence McNally, es un viaje interior que inician paralelamente la monja y el reo, cada uno con sus fantasmas, sus miedos, sus contradicciones, sus sentimientos y sus dudas. En este camino de transformación y redención, ambos se confrontan con la contundencia de los hechos: la sed de venganza de los padres de los adolescentes asesinados, la desazón y sufrimiento de la madre del homicida, la lucha por el inviolable derecho a vivir, el acercamiento implacable a la muerte…

Utilizando con gran maestría la escritura vocal ─Jake Heggie tiene un catálogo de más de 200 canciones─ y con un lenguaje musical heredero de la ópera estadounidense, Dead Man Walking seduce al espectador con un su lenguaje tonal, ritmos afroamericanos, melodías que evocan el espíritu de la Calle 42 y una partitura orquestal y coral de poderosa fuerza dramatúrgica, que no rehúye nunca la comunicación directa y emocional con el público.

Un reparto coral dará voz a esta ópera, que llegará al Teatro Real con la aplaudida puesta en escena de Leonard Foglia, profundo conocedor de la obra de Jake Heggie, con quien ha colaborado en la elaboración del libreto de  The End of the Affair y en la puesta en escena de todas sus óperas.

Joyce DiDonato volverá a asumir el papel protagonista, junto al barítono Michael Mayes, que encarnará al asesino Joseph de Rocher, uno de sus papeles fetiche, que ha interpretado en una decena de producciones en Estados Unidos. Estarán secundados por un amplio elenco ─Maria Zifchak, Measha Brueggergosman, Damián del Castillo, Roger Padullés, María Hinojosa, Toni Marsol, Marta de Castro, Viçenc Esteve, Enric Martínez-Castignani, Celia Alcedo, Marifé Nogales, Tomeu Bibiloni, Pablo García-López y Álvaro Martín─ que actuará junto al coro infantil Pequeños Cantores de la ORCAM y el Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real, bajo la dirección de Mark Wigglesworth.

Dead Man Walking llegará a España precedida de un camino de éxitos, que Jake Heggie atribuye al poder intrínseco de la ópera como un arte que emociona e invita a la reflexión: “el teatro nos ofrece la oportunidad de dejarnos arrastrar por el drama a lugares inesperados, y la música nos pone en contacto con aspectos de la naturaleza humana en los que de otra manera nos habríamos reparado.”

AGENDA | ACTIVIDADES PARALELAS

 15 de enero a 12 de febrero. Lunes de 19.30 a 22 horas | Instituto Internacional

Page to stage

Curso en inglés en torno a Dead Man Walking

 23 de enero, a las 20.15 horas | Teatro Real, Sala Gayarre

Enfoques: coloquio con los artistas de Dead Man Walking

Participan:

  • Hermana Helen Prejean, autora de libro autobiográfico Dead Man Walking
  • Mark Wigglesworth, director musical de Dead Man Walking
  • Leonard Foglia, director de escena de Dead Man Walking
  • Joan Matabosch, Director Artístico del Teatro Real, moderador

Entrada libre hasta completar aforo

 25 de enero, a las 19.30 horas | Teatro Real, Sala Gayarre

Mesa redonda: ‘Dead Man Walking’: Cultura de violencia, pena de muerte y redención

Participan:

  • Federico Mayor Zaragoza, presidente honorario de la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte (CIPM) y ex director general de la UNESCO
  • Juan Ignacio Morro, director general de Naciones Unidas y Derechos Humanos del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación de España
  • Hermana Helen Prejean, autora del libro Dead Man Walking, en el que se basa la ópera homónima y la película Pena de Muerte, de Tim Robbins
  • Joaquín José Martínez, primer español en salir del corredor de la muerte en Estados Unidos
  • Asunta Vivó, directora ejecutiva de la CIPM
  • Esteban Beltrán, director de Amnistía Internacional España, moderador

Entrada libre previa confirmación. Mail: anastasia.herranz@icomdp.org

1, 8 y 15 de febrero, de 19.00 a 21.00 horas | Teatro Real, Sala de actividades paralelas

Curso: Teatro musical norteamericano

De Weill a Sondheim: Tradición e innovación en el musical de Broadway

Por Alberto Mira

 18 de febrero, a las 12.00 horas | Teatro Real, Sala principal

Los domingos de cámara

Obras de Jake Heggie (Soliloquio flauta y piano), Kurt Weill (Cuarteto de cuerda op. 8), Juan José Colomer (Fireabrass y Trío para flauta, viola y arpa) y Johannes Brahms (Cuarteto con piano nº 1 en do menor)

Solistas de la Orquesta Titular del Teatro Real

Cuentos de Hoffman en el Teatro Real

E. T. A. Hoffmann (1776-1822), ese escritor, compositor, director de orquesta, tenor y notable jurista, obtuvo su mayor reconocimiento artístico por su faceta de escritor. Formó parte del movimiento romántico y sus obras, de un estilo inquietante entre el humor y el terror, influyeron sobre la obra de otros reconocidos escritores como Allan Poe o Gautier.
Fueron precisamente algunas de sus narraciones las elegidas por el compositor francés Jacques Offenbach (1819-1880), para ser musicadas. Concretamente tres de sus cuentos: “El hombre de arena”, “El consejero Krespel”, y “Aventuras de la noche de San Silvestre”, sirvieron de inspiración para Los Cuentos de Hoffmann.
Offenbach murió cuando apenas había terminado un tercio de la obra, pero dejó mucha música escrita, suficiente para al menos tres óperas más. Es esta la principal razón por la que son múltiples las versiones que existen de Los cuentos. En opinión del director Cambreling, algunas de las versiones que se han hecho hasta el momento no son del todo respetuosas con el libreto original. Para él la obra es como un gran collage, elementos pegados entre sí. Historias en paralelo que no tienen que ver, necesariamente, unas con otras. Con esta premisa han realizado esta nueva adaptación de la versión de Fritz Oeser. El empeño principal era respetar al máximo el surrealismo del libreto original. Y lo han conseguido, no sé si respetar el libreto, pero sí elaborar una obra surrealista, llena de contenidos y detalles inconexos que hacen más difícil seguir un argumento que ya es, de por sí, endiabladamente enrevesado.

La inspiración la ha encontrado en esta ocasión Marthaler en las salas del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Lugar en el que fueron citados por Mortier para comenzar a trabajar sobre la obra, por ser este un lugar donde las distintas disciplinas artísticas se entrelazan de una manera sugerentemente caótica. Y es partiendo de este delicado desconcierto sobre el que se construye el collage añorado por Cambreling y Marthaler. Si el propósito era la confusión, el resultado es excelente.
La obra se desarrolla en un único escenario donde se reflejan distintos espacios del Círculo de Bellas Artes. La cafetería, el salón de juego, la sala de pintura, por la que desfilan modelos para ser retratadas y un incesante trasiego inicial del coro que recorren el escenario como visitantes del Círculo. Todo ello en los casi diez minutos iniciales que transcurren sin música.
El escenario, aunque cargado de todo tipo de elementos que distraen: cantantes, figurantes, atrezzos, entre otros detalles, tiene un aspecto decadente, desangelado y triste que se debe principalmente a la iluminación de Olaf Winter. Esto acentúa el trasfondo trágico de la obra, a la vez que se han restado casi todos los aspectos humorísticos, que no son pocos en esta obra, y que aligeran el drama subyacente. Tampoco se han tenido en cuenta claves escénicas importantes, como la escena de Olimpia, a la que se ha privado de sus problemas mecánicos que aportaban fantasía y cuento a la escena. El gran espacio vacío hacia arriba, muy industrial y muy del gusto de Marthaler, termina de enfriar el ambiente.

El cuadro de cantantes es equilibrado y homogéneo. Una obra tan coral (nunca mejor dicho) precisa de un buen plantel de voces secundarias, y en esta producción se cumple esta exigencia.
El primer personaje que interviene es Anne Sofie von Otter, que se divide entre La Musa y Niklausse. Siempre es un placer escucharla, aunque en alguna ocasión quede tapada por la orquesta. Sus personajes son algo insípidos pero conserva su elegancia en escena y un hermoso timbre que, a estas alturas de su carrera, será mucho más interesante en recitales que en óperas completas.
Eric Cutler interpreta un Hoffmann pusilánime que a veces parece vagar por el escenario. Su emisión es desigual a lo largo de la representación, pero en general, solventa con acierto su personaje. A sus agudos les faltó intensidad, pero fue de menos a más, sobre todo en el segundo acto.
Measha Brueggergosman afrontó los papeles de Antonia y Giulietta. Consiguió dotar a cada uno de los personajes de los matices y personalidad suficiente para diferenciarlos. Creó una profunda Antonia y una Giulietta cargada de sensualidad. Sus amplios registros le permiten oscurecer la voz al gusto y esta vez no hubo exceso de potencia. Su capacidad de dramatización realza la expresividad en sus personajes.

Ana Durlovski
fue la más ovacionada con su endiablada Olympia. Aunque ligeramente estridente en el timbre, domina la coloratura de su aria, a la que no le faltó ni una nota. Lástima que el dramaturgo Ubenauf decidiera despojar al personaje de sus elementos más soñadores.
Vito Priante luchó con sus cuatro villanos y sus buenas caracterizaciones, creíble en todas ellas. Su voz es polivalente sin ser excesivamente oscura. Se fue diluyendo a medida que avanzaban los actos.
Jean-Philippe Lafont, como Maestro Luther y Crespel, se movía en escena con cierta dificultad y su voz está casi tan cansada como él.

Christoph Homberger
solventó muy correctamente sus cuatro personajes que, por culpa de la deslucida escenografía, quedaron pobres y aburridos.
La ocurrencia de que Spalanzani haya sido interpretado por un actor (Graham Valentine) y no por un cantante, podría no haber sido una mala idea si no le hubieran tenido deambulando sin más por el escenario. Un actor muy mal aprovechado y un cantante de ópera desperdiciado.
Gerardo López no tiene una voz grande pero sus agudos tienen un bonito metal. Debe corregir la nasalidad en sus tonos medios.

No ha sido esta la mejor actuación del coro, estuvo mucho mejor la parte actoral y bastante tenían con moverse extrañamente con sus ridículas caracterizaciones.
La Orquesta en manos de Till Drömann sonó con precisión y energía. Acelerado en algunos momentos, tampoco pasará a la historia del Teatro.

Era la última ópera escenificada que programó Gerard Mortier. En ella ha querido dejar su sello, si se puede identificar así, a través del poema de Pessoa (bajo el nombre de Álvaro de Campos) “Ultimatum” que recitado por la costarricense Altea Garrido, apenas llamó la atención más allá de la extrañeza.

Les contes d´Hoffmann
Jacques Offenbach (1819-1880)
Opéra fantastique en cinco actos (1881)
D. musical: Till Drömann
D. escena: Christoph Marthaler
Iluminación: Olaf Winter
Dramaturgo: Malte Ubenauf
Coreógrafa: Altea Garrido
D. coro: Andrés Máspero
Reparto: Eric Cutler, Anne Sofie von Otter, Vito Priante, Christoph Homberger, Ana Durlovski, Measha Brueggergosman, Altea Garrido,
Lani Poulson, Jean-Philippe Lafont, Gerardo López, Graham Valentine, Tomeu Bibiloni, Isaac Galán.

Mahagonny

Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny: «Cada uno se hace su cama en este mundo»

Teatro Real, 19.50h. Es el inicio de temporada y los palcos están relucientes. La gran araña central ilumina los nuevos y sedosos vestidos que acompañan a las perfumadas damas que, a su vez, acompañan a sobrios y elegantes caballeros. Todo es expectación y glamour, todo es exquisitez y lujo. Por favor, desconecten sus teléfonos móviles.
Sube el telón y un gran estercolero aparece ante nosotros, y todo junto y a la vez comparte el mismo espacio. Uno es consecuencia del otro y esto es lo que Kurt Weill nos quiere mostrar. Esa es la grandeza de Mahagonny.
Dos años dedicó Weill a trabajar sobre esta obra. Años de entre guerras. Los años 20 y 30 fueron lo suficientemente estimulantes como para hacer de ellos los de mayor creatividad musical y operística de toda la historia. Se aglutinaron en aquel momento ritmos, géneros, compositores, intérpretes, escritores… El clasicismo convivía con una explosión de música y literatura representada por Kurt Weill, Alban Berg, Korngold, Schomberg… Autores de obras que bien podían haber sido escritas ayer mismo. Tal es el caso de Mahagonny. Una obra que apuntaba entonces de manera acertada el futuro, y que la casualidad ha querido que esta producción aterrice en Madrid, precisamente en este momento. La lucidez de la música de Kurt Weill y el libreto de Bertolt Brecht, han provocado las mentes, siempre hirviendo, de Alex Ollé y Carlus Padrissa. Nos han situado delante de nuestros propios detritus. De la decadencia de una sociedad fantasma, zombie, donde se representan, de una particular manera, los siete pecados capitales.
Un escenario cargado de basura y de una gran plasticidad, llena de volúmenes que no dejan de crecer a lo largo de la obra. Como solo un basurero crece.
Los componentes de La Fura dels Baus han planteado en esta ocasión un escenario sobrio, sencillo, sin las grandes producciones metalúrgicas y tecnológicas a las que nos han acostumbrado últimamente. Solo montañas de basura que se cubren, a veces y como en cualquier ciudad, de aparentemente aterciopelados campos de golf que, pretenden tapar aquello que más pronto que tarde acabará deglutiéndolos.
Sobre el escenario todo se hace de manera compulsiva y alienada. Todo se consume de forma colectiva e instintiva, desde comer, sobre un gran comedero industrial como pollos en una granja. O el sexo, practicado multitudinariamente y de manera mecánica. Una escena “porno” muy bien resuelta, incluso, elegantemente resuelta sobre colchones que se mueven al gracioso ritmo de la música.
Todo ello iluminado genialmente por Urs Schönebaum, que contribuyó al ambiente delirante de la ciudad.
La música fue una agradable sorpresa. Mucho más compleja de lo que se podía esperar. Intercalaba canciones con un cierto aire de musical que, lejos de desmerecer a la obra, proporciona una gran vitalidad. Una música llena de energía, por momentos trepidantes, fruto de la joven batuta (aunque dirige sin ella) del director granadino Pablo Heras-Casado. No se arredró y dirigió con firmeza y brío hasta el réquiem final a una Orquesta del Teatro Real que estuvo brillante. A destacar, sobre todo, la sección de metales.
El reparto formó un conjunto muy equilibrado. Algo que pocas veces ocurre y que hizo subir la media de calidad de la representación.
No hubo voces que resaltaran de manera sobresaliente. Jenny, interpretada por la soprano canadiense Measha Brueggergosman, puso voz a una interpretación magistral. Es una Jenny espectacular aunque algo escasa de potencia. Fue de menos a más, una lástima si tenemos en cuenta que la pieza más conocida es al principio, “Alabama Song” en la que faltó una voz más plena y potente. No fue así en el momento de seducir a Jim, fue de una sensualidad canora fantástica.
El peso de la obra en el segundo y tercer acto, recae sobre la voz de Jim Maclntyre, interpretado por Michael König, un tenor ligero, pero provisto de una voz con matices metálicos y brillo. Papel casi wagneriano por lo exigente y resuelto muy dignamente.
El resto del reparto muy equilibrado, los roles estaban perfectamente definidos, incluso el físico era el adecuado. El tono de los recitativos impregnó a los delincuentes venidos a gobernantes de potestad y vigor ante los peculiares habitantes de la nueva ciudad. La mezzosoprano norteamericana Jane Henschel, con una voz sólida y segura como su personaje. El tenor Donald Kaasch con un buen registro medio y voz ágil, además de dotar a su personaje de gran comicidad. Destacar también al bajo-barítono jamaicano Willard White y el tenor John Easterlin. Este último demostró su paso por Broadway con una interpretación casi buffa de su personaje.
Otra de las novedades fue el coro. A falta de algunos ajustes en los ataques, el empaste, y algún divo que anda suelto, lo que hemos escuchado resulta muy prometedor después de un año de travesía por el desierto. Potencia y calidad y unos pianos apreciables. Un coro que, no solo canta, también interpreta y monta/desmonta escenarios. Unas voces de gran calidad que bajo la dirección de Andrés Máspero prometen grandes momentos.

Kurt Weill (1900-1950)
Libreto: Bertolt Brecht
D. musical: Pablo Heras-Casado
D. escena: Alex Ollé, Carlus Padrissa.
Reparto: Jane Henschel, Donald Kaasch, Willard White,
Measha Brueggergosman, Michael König, John Easterln, Otto Katzameier,
Steven Humes
Orquesta y Coro del Teatro Real de Madrid
2 Octubre 2010

Críticas