Moisés y Aarón

El Teatro Real decidió dedicar la segunda parte de su temporada a un único hilo conductor que trascurre entre el período de Entre Guerras y el efecto que tuvo en la expresión artística de quienes lo padecieron. Uno de estos protagonista fue el compositor Arnold Schönberg que, influenciado por la persecución a los judíos, decidió abrazar las creencias de sus antepasados. Para ello tomó como inspiración el Libro del Éxodo de la Biblia y le puso la música más compleja que se había escrito hasta ese momento. Creando “Moses und Aron”.

Un siempre insatisfecho Schönberg, empeñado en buscar nuevos sistemas de expresión y creador del dodecafonismo, compuso una obra con la libertad de quien no se siente comprometido con convencionalismos, ni sujeto a encargos o tiempos. Una obra no pensada para un estreno sino para el propio deleite y experimentación.
El resultado es una partitura endiablada y excelsa, pero también inacabada, pues quedó pendiente la música del tercer acto.

La necesidad de Schönberg de descubrir formas inéditas de expresión, se debía, tal vez, a las dificultades que un artista siempre encuentra para expresarse. Puede que estas dificultades sean un apunte autobiográfico. En sus inicios era un compositor romántico, antes de llegar al dodecafonismo como conclusión natural de su desarrollo musical.

Era la primera vez que la obra de Schönberg, Moisés y Aarón, se representaba en el Teatro Real. No tomaremos en consideración la versión concierto que se ofreció en 2012 bajo la dirección de Sylvan Cambreling.

No sabría decir si Moisés y Aarón está inacabada o, sencillamente, es interminable. Nos pone en la pista de esta posibilidad Romeo Castellucci, que ha tomado como referencia para crear la escenografía ese tercer acto que musicalmente no existe.

La inteligente propuesta de Castellucci, que profundiza en los aspectos más intelectuales de la obra, sitúa en su epicentro la palabra y su concepto. Ambas como paradigma de la comunicación y, sobre todo, de sus dificultades y de los riesgos que entraña una mala utilización de la comunicación y las imágenes. Como ejemplo metafórico de esas dificultades, sirva el efecto que produce la proyección sobre la tela que cubre el escenario de palabras que adquieren tal velocidad que obligan a apartar la mirada. Algunos conceptos planteados en la obra, recordemos basada en el Antiguo Testamento, son, además, de una asombrosa actualidad, como “pueblo”, “éxodo”, esas migraciones periódicas en busca de tierras prometidas, “idolatría”, incluso “desierto”.
La escenografía es de una plasticidad innegable. Durante la primera parte, un telón de gasa blanca crea un ambiente níveo, de vacío y silencio, tras el que apenas se intuyen las siluetas del coro mientras entona “tu Dios no puede hacernos visibles”. En una perfecta simbología del desierto como condición de la experiencia humana.

La escena de la orgía del pueblo, de exquisita belleza, sirve de elegante transición a un segundo acto donde el blanco es, literalmente, teñido de negro.

La batuta de Lothar Koenigs es la clave en toda esta producción. Su capacidad para interpretar esos ritmos de melodías interválicas, donde la jerarquía no existe y cada nota es independiente de la que tiene al lado. Es absolutamente clarificadora. Su profundo conocimiento de la partitura y de aquello que la inspira, pone el acento en la música, y no en lo que hay detrás, como era deseo del propio Schönberg. El rendimiento musical que obtiene de la orquesta, la expresividad que logra, tanto de la orquesta como del coro, son sin duda el gran secreto del éxito de esta producción.

El bajo-barítono alemán Albert Dohmen compone un Moisés un tanto severo, obsesionado con su propia responsabilidad y de impecable timbre. Manejó fantásticamente ese cantar hablado que es el Sprechgesang.

Totalmente opuesto es el personaje de Aarón, interpretado por el tenor británico John Graham-Hall. Su personaje es mucho más complaciente y especulador. De voz algo estridente y en algún momento desapacible, pero necesaria para representar un Aarón fundamentalmente superficial.

Junto a estos dos personajes principales se sitúa el tercer protagonista, el Pueblo de Israel, Interpretado por el Coro Titular del Teatro, bajo la dirección del maestro Andrés Máspero. 12 meses de ensayo han llevado a estos más de 80 componentes a afrontar la partitura más endemoniada que se ha escrito para voz de manera sobresaliente. Aún conociendo la escala dodecafónica, me sentí incapaz de reproducir una sola nota de lo que acababa de escuchar, dada la gran complejidad de esta partitura. La calidad de este coro se sitúa muy por encima del de la ya citada versión de 2012, interpretada, por cierto, por un coro foráneo. Sus prolongadas intervenciones fueron abordadas con exactitud y valentía. La dicción,  impecable.

El hecho de que una ópera dodecafónica no deje al público conmocionado y si emocionado, es sin duda un punto que debe anotarse el Teatro y quien durante esta temporada ha sorprendido, muy gratamente, con algunos títulos inesperados. Asistir a la ópera y las acertadas actividades paralelas, para algo más que disfrutar, debe ser el objetivo de cualquier teatro. Y el Teatro Real está acertando en esa línea.

Moses und Aron
Arnold Schönberg (1874-1951)
Ópera en tres actos
Libreto del compositor,
basado en el libro del Éxodo de la Biblia
Estrenada en el Stadttheater de Zúrich en 1957
Estreno en el Teatro Real
Nueva producción del Teatro Real. en coproducción con la Ópera Nacional de París. Con la colaboración de Patrimonio Nacional.
Teatro Real de Madrid 1 de junio de 2016
D. musical: Lothar Koenigs
D. escena, escenógrafo, figurinista e iluminador:
Romeo Castellucci
Directora asociada: Silvia Costa
Coiluminador: Marco Giusti
Coreógrafa: Cindy van Acter
Dramaturgos: Piersandra Di Matteo, Christian Longchamp
Creador de vídeo: Luca Mattei
D. coro: Andrés Máspero
Reparto: Albert Dohmen, John Graham-Hall, Catherine Wyn-Rogers, Antonio Lozano, Michael Pflumm, Oliver Zwarg, Andreas Hörl, Julie Davies, Beatriz Jiménez, Anaís Masllorens, LAura Vila, Pilar Belaval, Cristian Díaz Navarro, John Heath, Beatriz Oleaga, Manuel Rodríguez, Cristina Tejeiro
Orquesta y Coro Titulares del Teatro Real

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