Ainadamar

Presentaba el Teatro Real un cartel excepcional encabezado por Nuria Espert y Peter Sellars. En una obra de Osvaldo Golijov sobre la obra y la muerte de Federico García Lorca. Elementos todos ellos muy atractivos en el final de una temporada apasionante, tanto en los apectos positivos como en los negativos. En los artísticos y en los organizativos.
Ainadamar quiere poner un brillante broche para concluir una más que interesante temporada. Pero, ¿lo consigue? Todo indica que existen en esta producción demasiados desequilíbrios como para que la balanza se decante, claramente, por alguno de los dos lados.
Cómo es posible que una obra con tan solo algunos retazos de interés, pretendidamente contemporánea y, sin embargo, tonal, pueda generar tanto interés como para ser colofón de temporada en el Real. Es obvio que el tema a tratar, Lorca, y el concurso de la que se puede denominar su biógrafa artística, Nuria Espert, son cuestiones suficientemente atractivas para movilizar medios y espectadores.
Una coreografía a cargo de Peter Sellars, que esta temporada ha firmado los éxitos en este mismo Teatro de Iolanta y Phersephone, complementan el interés por esta obra del compositor argentino Osvaldo Golijov.

La obra se inspira en la relación de amistad que hubo entre el poeta granadino y la actriz catalana Margarita Xirgu, y el sufrimiento e incredulidad de ésta ante la muerte de Lorca. Para evocar estos momento, Sellars ha intercalado, de manera muy acertada, los nueve poemas del “Diván de Tamarit”, que son recitados por la voz profunda y rozada de Nuria Espert. La orquesta adorna el tránsito entre los poemas con sonoridades flamencas, árabes y jazzisticos que se entremezclan con los cantes de Jesús Montoya desde el proscenio.

La escena es sobria y despojada de cualquier elemento. Solo un tríptico de figuras abigarradas de Gronk, evocando un Guernica mejicano, aporta el colorido que contrasta con la protagonista de la obra, la muerte. Una iluminación muy adecuada consigue crear los distintos ambientes y efectos escénicos.
Un coro de una docena de mujeres enlutadas, muy lorquianas ellas, se desenvuelven por el escenario, siempre acompañando como plañideras a las mujeres protagonistas que rodean y sufren por Lorca.

Nada hay que decir de las voces puesto que están amplificadas. El efecto es desolador y resulta imposible apreciar unas voces de tal manera distorsionadas. La delicadeza del instrumento de Nuria Rial queda inédito ante la insistencia tecnológica de este error. También por el escaso lucimiento del personaje. Lo mismo ocurre con el resto del reparto. El propio Jesús Montoya es amplificado en exceso y sin necesidad.

Existen momento intensos, como el asesinato de Lorca, que se repite una y otra vez, y una y otra vez Lorca se levanta. Como una bella metáfora de esperanza. Impresiona también escuchar grabaciones de Antonio Labad leyendo la arenga anticomunista de Millán Astraiy. Resulta sobrecogedor.
EL final de la obra se ilumina con la luz de la calle al quedar abierta toda la caja escénica en un efecto interesante y lleno de simbolismo.

La dirección de Alejo Pérez fue muy equilibrada y matizando los distintos estilos musicales que confluyen en esta interesante composición. Mérito a compartir con los músicos invitados: Jeremy Flower, que generó efectos de sonido hermosos, aunque algo exagerados de volumen en ocasiones; Gonzalo Grau, toda una lección de percusión exótica, y Adam del Monte a la guitarra flamenca.

Ainadamar
Osvaldo Golijov (1960)
Teatro Real, Madrid 10-07-12
Drma lírico en un acto y tres imágenes
Libreto de David Henry Hwang
D. musical: Alejo Pérez
D. escena: Peter Sellars
Escenógrafo: Gronk
Iluminador: James F. Ingalls
Nuria Espert, Jessica Rivera, Kelley O´Connor, Nuria Rial, Jesús Montoya, Marco Berriel, Miguel Ángel Zapater, David Rubiera, Ángel Rodriguez

Tosca

Ahhhh….! Tosca! Dice Scarpia lleno de deseo hacia ella. Un deseo similar tenía el público más clásico del Real hacia Tosca. O hacia cualquier ópera de gran repertorio que pudieran llevarse a los sentidos tras una temporada vanguardista y culminada, además, por un intenso y brillante San Francisco de Asís.
Tosca está siendo como un bálsamo tranquilizador, relajante, para recolocar al aficionado clásico después de haber hecho girar su silla y detenerse de golpe.

Y la mejor manera ha sido rescatar la Tosca clásica y romántica que Nuria Espert estrenó en este mismo Teatro en enero de 2004.

Una gran ópera como Tosca no es fácil de representar hoy en día. En parte por conocida y en parte por las expectativas que despierta. Todos tenemos nuestra idea sobre la obra, sobre cada personaje y a quien lo asociamos.
Otra de las dificultades para su representación se sitúa en el nivel artístico. No es fácil para un director musical, estimular a unos protagonistas que han representado en innumerables ocasiones estos personajes. Tener la capacidad de ofrecer un poquito más en esa dramatización de Tosca, o en esa maldad de Scarpia, no es nada fácil. Con estas grandes óperas hay que intentar huir, en principio, de la rutina, y después tratar de llevar a buen puerto una partitura tan grande como ésta. Tampoco es fácil reunir en un mes de julio un elenco como se presenta en esta ocasión. Dirección musical de Palumbo, de escena Nuria Espert, escenógrafo, Ezio Frigerio, Violeta Urmana como Tosca, Marco Berti como Cavaradossi o Lado Antoneli como Scarpia.

La dirección de Palumbo fue correcta. Supo sacar de la orquesta algún momento importante y con matices pero, una partitura tan importante pide más, mucho más. Los fortissimos no fueron tales aunque la delicadeza si estuvo presente.
La escenografía (ya conocida) de Frigerio sigue sin convencerme siete años después. Oscura y algo deslabazada, como hecha de modo apresurado, y como digo, en siete años podían haberla retocado un poco. No lo mejora la dirección de Nuria Espert con un planteamiento poco refinado. Bien la dirección de actores sobre el escenario, ahí si se nota la mano de Espert.

Acertada también la gran multitud que compone el séquito eclesiástico en el final del primer acto. Apabullante, casi amenazador (propio de Espert cundo al clero se refiere), con una presencia coral que refuerza la intensidad del momento.

Marco Berti, como Cavaradossi, hizo gala de una potencia de voz impresionante. Aunque soltó algún pepinazo, sus agudos son buenos, escasos de sutileza pero buenos. En el primer acto se apreciaron ligeros tonos metálicos. Muy mal en el pasaje de registro, poco equilibrado, algo calado y escaso de tonos medios y bajos que restó emoción en sus arias más comprometidas.

Lado Antoneli, como Scarpia, estuvo correcto. Tal vez le faltaba algún grado más de maldad. La habría conseguido con una voz más oscura y potente, pero canta con gusto y expresividad. Su final del primer acto estuvo a la altura del conjunto, y esta, la altura, fue mucha.

Violeta Urmana nos ofreció una Tosca importante, pero sin llegar a ser grande. Le faltó coquetería en los momentos más fríbolos del primer acto pero a partir del segundo, llenó la escena de dramatismo canoro con una emisión limpia, redonda y sobria. Un registro central que cuando lo requería resultó oscuro y tenebroso, resultando sobrecojedora la muerte de Scarpia y sus sentencias hacia este. Es una señora de la escena aunque sus interpretaciones escénicas sean pobres. Su “Vissi D´arte” no fue redondo y le faltó sutileza, pero si fue muy aplaudido por un público hambriento de lirismo.

TOSCA
Giaconmo Puccini (1858-1924)
Teatro Real, Madrid, 15-7-11
Melodrama en tres actos
D. musical: Renato Palombo
D. escena: Nuria Espert
Escenógrafo: Ezio Frigerio
Reparto: Urmana, Berti, Ataneli,
Bou, Lanchas, Bosi, Szemerédy.

Críticas