Suzanne Vega

La icónica ópera Einstein on the beach, ideada por uno de los compositores más importantes del siglo XX Philip Glass y el prestigioso director teatral Robert Wilson llega a Madrid de la mano de la histórica agrupación vocal belga Collegium Vocale Gent, el prodigioso Ictus Ensemble y la extraordinaria voz de Suzanne Vega. Se trata de una oportunidad única para descubrir esta obra maestra en formato semiescénico, donde los límites entre escenario y público se desdibujan gracias a la puesta en escena de la artista visual Germaine Kruip. Este concierto del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) tendrá lugar, dentro del ciclo Fronteras, en la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional de Música, el martes 22 de noviembre, a las 19:30h.

Estrenada en el Festival de Avignon en 1976, Einstein on the beach supuso todo un acontecimiento: esta ópera rompía para siempre con los cánones del género, al no seguir una narrativa lineal y al permitir que el público pudiera entrar y salir libremente de la sala durante el espectáculo, dada su extensión. Desde entonces, se ha representado en los teatros más importantes de ópera del mundo, como La Monnaie de Bruselas o el Metropolitan de Nueva York, y ha alcanzado un rotundo éxito de crítica y público. En la versión que se escuchará por primera vez en el Auditorio de Nacional de Música se revivirá el formato de puertas abiertas con una versión que recupera el espíritu de la partitura original.

A través de paisajes sonoros hechizantes, el público se sumergirá en una experiencia diferente, un espectáculo donde asistirá a un viaje hipnótico que ensancha la visión misma de la música. La belleza y frescura del minimalismo, interpretado por las prestigiosas agrupaciones belgas el Collegium Vocale Gent y el Ictus Ensemble, recreará un ambiente envolvente que se verá reforzado por la dramaturgia del musicólogo Maarten Beirens, doctorado en Música Minimalista Europea por la Universidad de Lovaina, y el recitado de una de las voces más conocidas y carismáticas de todos los tiempos, la de la cantautora Suzanne Vega.

Philip Glass, que recibió recientemente el premio Fronteras del Conocimiento en Música y Ópera de la Fundación BBVA, concibió esta audacia sonora como la primera de sus “óperas retrato” que compuso para dibujar a mentes brillantes que cambiaron el mundo. Si en sus obras posteriores se centró en personajes como Gandhi (Satyagraha, 1980) y el faraón Akenatón (Akhnaten, 1983), Glass retrata en esta ópera al físico Albert Einstein, cuya vida y obra quedan reflejadas en metáforas sonoras plagadas de guiños a su legado. Sin duda, estamos ante una de las propuestas más originales y esperadas de la temporada.

Fotografía ©Maxime Fauconnier

Orphée

Entre el 21 y el 25 de septiembre, el Teatro Real y Teatros del Canal ofrecerán el estreno en España de la ópera Orphée, de Philip Glass, nueva coproducción entre ambos teatros, que será el punto de partida de la Temporada 2022/2023 del Real  y podrá verse en la Sala Roja de Canal a las 20.30 horas (domingo 25 a las 19.30 horas).

Estrenada en 1993 en el American Repertory Theater de Cambridge, Massachusetts, basada en la película homónima de Jean Cocteau (1950) e inspirada en el mito de Orfeo, contará con dirección musical de Jordi Francés al frente de la Orquesta Titular del Teatro Real y de dos repartos de voces mayoritariamente españolas, con dirección  de escena y figurines de Rafael R. Villalobos.

Se alternarán en la interpretación de los distintos papeles los barítonos Edward Nelson y Alejandro Sánchez, como Orfeo; las sopranos Sylvia Schwartz y Natalia Labourdette, Eurídice;  las sopranos María Rey-Joly e Isabella Gaudí, en el rol de la princesa; los tenores Mikeldi Atxalandabaso e Igor Peral, Heurtebise;  los tenores Pablo García-López y Emmanuel Faraldo, como Cégeste, el reportero y Glazier; la mezzosoprano Karina Demurova, Aglaonice; los bajos Cristian Díaz, el poeta, y David Sánchez, el juez.

Detrás de la trilogía fílmica de Jean Cocteau y de la triada operística que le dedica Philip Glass –Orphée, La Belle et la Bête Les Enfants Terribles-, existe un pasado desgarrador que comparten ambos creadores. La muerte rondó la vida de Cocteau desde pequeño. El suicidio de su padre cuando tenía tan solo nueve años, la prematura partida de su amante -el joven poeta Raymond Radiguet a los veinte años-, o el aborto de su hijo con la actriz y modelo Natalie Paley, causado por el consumo de opiáceos, son sucesos que influenciaron la obra órfica de Cocteau, cuya representación indaga en “las sucesivas muertes que debe atravesar un poeta antes de transformarse en sí mismo”.

Cuatro décadas después del estreno de este filme legendario, la muerte de la artista multimedia Candy Jernigan, compañera de Philip Glass, impulsó al compositor norteamericano a emprender este doble homenaje, apropiando y transliterando las piezas cinematográficas en tres óperas profundas que reflexionan sobre la muerte y la transformación del individuo.

Orphée es una parábola de la vida de un poeta obsesionado consigo mismo y con la inmortalidad. En compañía de Heurtebise y una misteriosa princesa, los personajes transitan entre el mundo de los vivos y los muertos a través de espejos comunicantes, habitando un reino desconocido e intermedio entre ambas dimensiones. “Te entrego el secreto de los secretos: los espejos son las puertas por las que la muerte viene y va. Mírate toda tu vida en un espejo y verás la muerte afanándose como las abejas en una colmena transparente”.

El director de escena Rafael Villalobos se desmarca de la película de Cocteau y se centra plenamente en la partitura de Philip Glass para dar vida a esta representación. La producción traslada la historia a la Nueva York frenético de los años 90, cuando se produce la expansión de la televisión en Estados Unidos y el capitalismo empieza a incidir abiertamente en el arte. La aparición de un centenar de canales creó una dimensión paralela “al otro lado de la pantalla”, una especie de espejo en el que la realidad no solo se refleja sino que se distorsiona.

La producción reflexiona en torno a las dos muertes del artista, la terrenal y la artística, marcada por una búsqueda de la fama efímera e ilusoria que le impide trascender. Así, Orfeo, a pesar de estar casado con Eurídice, se enamora de la enigmática princesa –una enviada de la muerte-, a quien persigue  transitando entre dos mundos en los que el tiempo se vuelve líquido y confunde lo real con lo irreal, la vida con los sueños.

La puesta en escena de Villalobos, quien también firma el vestuario de los personajes, transcurre en un  espacio escénico abstracto en el que los personajes ya no se observan a sí mismos a través de espejos sino mediante pantallas. El diseño de escena es de Emanuele Sinsi; la iluminación, de Irene Cantero y el diseño videográfico, de Cachito Valdés. El director sevillano ha contado también con la participación de Javier Pérez en la dirección de movimiento escénico.

Philip Glass evoca esas dos dimensiones creando una atmósfera entre sombría y agitada con melodías misteriosas, exigentes líneas vocales y patrones instrumentales cíclicos que remarcan ese trasegar entre la vida y la muerte.

El director musical Jordi Francés describe Orphée como una partitura minimalista en su código, pero profundamente retórica y exigente para los solistas y la orquesta. Este será el tercer título del director alicantino frente a la Orquesta Titular del Teatro Real, tras su debut con Brundibar, en 2016, y el estreno absoluto de Tránsito, ópera de cámara con música y libreto de Jesús Torres, comisionada por el Teatro Real en 2021, ambas con una magnífica acogida y un gran reconocimiento a su labor.

Con las funciones de Orphée, el Teatro Real se une a la conmemoración del centenario de nacimiento de María Casares, la legendaria actriz gallega que protagonizó la trilogía fílmica de Jean Cocteau, y quien, exiliada en Francia, se convirtió en la predilecta de grandes nombres cinematográficos como Robert Bresson, Marcel Carné y el propio Cocteau, además de primera figura de la Comédie Française y del Teatro Nacional Popular.

AGENDA DE ACTIVIDADES PARALELAS

EN TORNO A LA PROGRAMACIÓN DE ORPHÉE

INTERNATIONAL INSTITUTE

  • The Classical Tradition in American Art

Minicurso en inglés

Fecha: Octubre – noviembre

  • Proyección de óperas de Phillip Glass:

o   producciones de The Metropolitan Opera: Akhnaten y Satyagraha

o   Einstein on the Beach

Fecha: Noviembre – diciembre 2022

  • Concierto didáctico

A cargo de los alumnos de la Escuela de Música Municipal de Música y Danza

María Dolores Pradera de Madrid

Obras P. Glass

Fecha: Abril 2023

  • Concierto grupo de cámara

Obras de cámara de P. Glass

Fecha: por determinar

FILMOTECA ESPAÑOLA – CINE DORÉ

  • Retrospectiva

Retrospectiva sobre María Casares y Jean Cocteau

Fecha: Noviembre

Fotógrafo: © Pablo Lorente | Teatros de Canal

Pablo García-López

El tenor Pablo García-López será Cegéste en Orphée de Philip Glass, el nuevo título de la temporada 22/23 del Teatro Real cuyo estreno tendrá lugar el miércoles 21 de septiembre en los Teatros del Canal. Un poeta con anhelos de inmortalidad y una misteriosa princesa capaz de viajar al mundo de los muertos a través de los espejos son los protagonistas de esta revisión del mito de Orfeo escrita por Jean Cocteau en 1927, más tarde llevada al cine por él mismo en 1950 y adaptado como ópera por Philip Glass en 1991, siendo estrenada dos años más tarde en la Brooklyn Academy of Music. Pablo García-López interpreta al joven poeta Cégeste, punto de partida y de retorno de un particular descenso a los infiernos.

El cantante cordobés compartirá escenario con Edward Nelson, María Rey-Joly, Sylvia Schwartz y Mikeldi Atxalandabaso, entre otros. Jordi Francés dirige a la Orquesta Titular del Teatro Real y la dirección de escena corre a cargo de Rafael R. Villalobos.

Sobre su papel en Orphée, Pablo García-López explica: “Cégeste es un joven poeta de éxito y reconocimiento general y posiblemente efímero -todo son modas- dentro del ambiente artístico. Este éxito y la forma de llevarlo crea una relación de tensión dramática de atracción, celos, rivalidad, y resquemor soterrado entre él y Orfeo. A su vez el personaje actúa como nexo de unión entre el mundo de los muertos y el de los vivos a través del recitativo que tiene subyugado a Orfeo y que le sirve también de inspiración”.

Según explica la web del Teatro Real, “el mito de Orfeo es, ante todo, la traducción al lenguaje simbólico del duelo posterior a la muerte de un ser querido: la negación, la negociación y la aceptación encuentran su vía de expresión a través de la inútil pretensión del protagonista de rescatar a Eurídice del reino del Hades y de su fallido pacto con las divinidades del inframundo”. Jean Cocteau, autor del guion cinematográfico que sirve de inspiración a esta ópera, dirigió su película Orphée (1950) tras haber perdido a su amante, Raymond Radiguet, con solo 20 años. Su exploración del mito se articula como “las sucesivas muertes que debe atravesar un poeta antes de llegar a transformarse en sí mismo”.

La muerte de la compañera de Philip Glass –la diseñadora y artista multimedia Candy Jernigan– instó también al músico norteamericano a emprender este doble homenaje con el que se convertiría en el primer título de una trilogía de óperas de cámara basadas en Cocteau –las otras son La Belle et la Bête y Les Enfants terribles–, totalmente independientes entre sí.

Tras su paso por los Teatros del Canal, Pablo García-López proseguirá su agenda artística con Il Tabarro de Puccini en el Teatre del Liceu, La Tarara/123, recital junto a Rosa Torres-Pardo en el Teatro Villamarta de Jerez e Il Turco In Italia de Rossini en el Teatro Real de Madrid.

Perfect American

El estreno mundial de una ópera puede ser algo intrascendente (véase Faust-Ball), o puede ser un momento especial, casi mágico. ¿Qué elemento marca la diferencia entre ambas situaciones? Sin duda, la calidad y peso específico del autor.

Philip Glass es el elemento imprescindible capaz de cumplir las expectativas generadas ante un acontecimiento de estas características. Pero con una partitura muy superior al libreto, tal vez decepcione un poco la benevolencia con la que al final se trata al personaje de Disney, dadas las expectativas iniciales. La novela en la que se basa la obra, Der König von Amerika, de Peter Stephan Jungk, es mucho más despiadada que el resultado final de The Perfect American.

El estreno mundial de una ópera puede ser algo intrascendente (véase Faust-Ball), o puede ser un momento especial, casi mágico. ¿Qué elemento marca la diferencia entre ambas situaciones? Sin duda, la calidad y peso específico del autor.
Philip Glass es el elemento imprescindible capaz de cumplir las expectativas generadas ante un acontecimiento de estas características. Pero con una partitura muy superior al libreto, tal vez decepcione un poco la benevolencia con la que al final se trata al personaje de Disney, dadas las expectativas iniciales. La novela en la que se basa la obra, Der König von Amerika, de Peter Stephan Jungk, es mucho más despiadada que el resultado final de The Perfect American.
Quien conozca la obra de Glass sabe que su lenguaje musical no es un lenguaje operístico tradicional. Está lleno de peculiaridades minimalistas que hacen que su música sea inconfundible en su particularidad. Pero en el Perfecto americano descubrimos un Philip Glass distinto, que se encuentra en un momento creativo extraordinario.
Tras una madurada evolución, ha creado una línea musical dotada de una coherencia insólita. La cadencia de la música resulta irresistible desde los primeros acordes. De un modo casi hipnótico, el ritmo virtuoso marcado principalmente por la percusión, traza un camino imposible de abandonar hasta el final de la obra. Bajo la influencia de Brukner, elabora largos fragmentos que se repiten. Notas aparentemente ocultas que Glass situa en primer plano y transforma en el tema principal.
Su amplio sentido del tiempo, casi quietud, evocador de la música de Ravi Shankar, se combina magistralmente con los súbitos cambios de ritmo.

UNA ESCENOGRAFÍA SENCILLA Y BRILANTE
La propuesta del director de escena Phelim McDermott parte de un reto inicial, crear una puesta en escena sobre Walt Disney sin utilizar ninguno de sus famosos dibujos. No hay que olvidar que Disney es, ante todo, una de las principales marcas del mundo, derechos incluidos.
Esto ha permitido dar un mayor margen de creatividad y frescura. Para ello, ha construido un espacio escénico onírico, que asemeja un antiguo estudio de cine con un cierto aire decadente, casi melancólico, donde utiliza las proyecciones como principal hilo descriptor de las capas o cuadros que diferencian las distintas escenas, creando un espacio entre la realidad y los sueños.
Las imágenes de sencillos dibujos en desarrollo, creando figuras y complementando espacios, plantean una de las primeras reflexiones de la obra, el proceso artístico-creativo. El verdadero protagonista por encima de la obra final y la representación de éste como una cadena de producción.

La obra no trata sobre la vida de Disney, se ocupa de momento puntuales, principalmente sus últimos meses de vida. La relación con su hermano Roy, con el resto de su familia. Sus temores ante la cercanía de la muerte y el deseo de querer vivir eternamente.
Se plantea también el siempre delicado dilema de la propiedad intelectual. Disney no creó ninguno de sus personajes, y este conflicto tienen una gran presencia en la obra a través del trato con uno de sus dibujantes.

El cuadro de cantantes es en esta ocasión de un notable equilibrio. El libreto no es extenso y tampoco es grande la dificultad de los distintos personajes. Pero esto no impide realizar un trabajo extraordinario a Christopher Purves, muy reconocido por el público. Es un Disney bien caracterizado y transmitiendo vocalmente la potencia y personalidad del personaje. La misma contundencia vocal que demostró David Pttsinger, como Roy Disney. Ambos cantantes empastaron perfectamente en los duos.
Donald Kaasch, otro gran conocido en este teatro, creó un dibujante desafiante y protestón que se enfrentó a los hermanos Disney en un plano de equilibrio e igualdad.

Wall Disney mandó construir un autómata de Abraham Lincoln que aparece en la obra y que es utilizado para descubrir la personalidad más oscura del protagonista. Un impresionante (por su envergadura) Zachary James, da vida al autóata Lincoln.

Otra de las figuras que aparece relacionada con el protagonista es Andy Warhol, representado por el tenor John Easterlin, muy conocido y reconocido por el público madrileño y maestro en dotar a sus personajes de un histrionismo necesario para redondearlos.
Resaltar en esta ocasión, y ya son muchas, la actuación del coro. Un empaste perfecto para unas bellísimas particelle elaboradas por Glass que son, junto con un par de solos de chelo, las notas más hermosas de esta nueva obra tan llena de delicadeza y momentos íntimos.

El director musical Dennis Russell Davies demuestra su perfecto conocimiento del autor y de su obra. Extrae de la Orquesta un sonido delicado, nítido y lleno de frescura y pone su grano de arena en la cada vez mayor profesionalidad y calidad de la Sinfónica de Madrid. Los sonidos de la percusión son los principales responsables de la personalidad de esta obra.

Es importante dejar constancia de algunos detalles. La casi unánime opinión favorable por parte de un público que aplaudió sobradamente, y la abundancia de público joven en el patio de butacas. Este extremo, junto con la repercusión internacional que ha tenido este estreno mundial, satisfacen dos de las razones por las que Gerard Mortier fue contratado por el Teatro Real: atraer nuevos públicos y situar al teatro en el panorama internacional.

The Perfect American
Philip Glass (1937)
Teatro Real, ópera en dos actos
Libreto de Rudy Wurlitzer
D. musical: Dennis Russell Davies
D. escena: Phelim McDermott
Purves, Pittsinger, Kaasch, Kelly,
McLaughlin, Tynan, Fikret, Lomas,
James, Easterlin, Noval-Moro, Gálvez, Buñuel.

Críticas