Turandot

Como en las siete ediciones precedentes, la programación de la  Semana de la Ópera del Teatro Real, del 10 al 16 de julio, se basa en las enormes posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías audiovisuales y las redes sociales para la difusión de la ópera de una manera interactiva, en la que el público puede disfrutar, participar, aprender y compartir experiencias que fomentan el diálogo, la reflexión y la crítica.

La ópera Turandot, en escena en el Teatro Real hasta el 22 de julio, será el eje de la programación de la Semana de la Ópera: el 14 de julio, viernes, a las 21.00 horas, podrá ser vista en una pantalla instalada en la Plaza de Isabel II (Plaza de Ópera) de Madrid y también en plazas, centros culturales, museos, auditorios y teatros de toda España. Más de cien ciudades y pueblos de distintas autonomías retransmitirán la ópera para sus vecinos.  Las inscripciones siguen abiertas hasta el lunes 10 de julio a través de este enlace. Televisión Española realizará la grabación de esta ópera y la emitirá en diferido.

En la presente edición de la Semana de la Ópera destaca  la retransmisión, en una pantalla instalada en la Plaza de Isabel II (Plaza de Ópera),  de cuatro espectáculos de formatos muy distintos –concierto lírico, flamenco, ópera y  ballet– en días sucesivos, del 12 al 15 de julio, que podrán ser seguidos gratuitamente. Se colocarán 1000 sillas para el público, que podrá ocuparlas por orden de llegada, hasta completar aforo.

12 de julio, miércoles, a las 21 horas

CONCIERTO DE JAVIER CAMARENA CON LA ORQUESTA CIUDAD DE GRANADA

Retransmisión en directo desde el Teatro Real, con un desfase de una hora y media para que no haga tanto calor.

Javier Camarena, el cantante con más bises en la historia del Teatro Real, regresa al ciclo Voces del Real para ofrecer un programa de ópera, zarzuela y canciones populares de su México natal. Acompañado por la Orquesta de la Ciudad de Granada, que debuta en el coliseo madrileño bajo la dirección de Iván López-Reynoso, interpretará famosas arias de Donizetti, Verdi, Massenet, Chapí, Moreno Torroba, Sorozábal, Chabrier, Gardel y Velásquez.

Para completar la velada, el tenor interpretará algunos de los títulos universales de la música popular mexicana junto al Mariachi Sol de América. Canciones como Si nos dejan, La bikina, La malagueña o El rey cerrarán este recorrido musical en la voz de uno de los más grandes tenores de la actualidad.

13 de julio, jueves, a las 21 horas

ACTUACIÓN DEL BAILAOR EDUARDO GUERRERO EN ‘FLAMENCO REAL’

Retransmisión de Origen, última creación del bailaor Eduardo Guerrero, que tuvo lugar en el Salón de Baile del Teatro Real el pasado 29 de junio, en el marco del ciclo FLAMENCO REAL.  Guerrero actuó con el guitarrista Pino Losada y las cantaoras Pilar Sierra Villar, Ana Polanco y Eva Ruiz.

Origen es una experiencia artística que transmite los valores del flamenco con un trazo de vanguardia: original, transgresor, inspirado y directo, siempre en busca de la complicidad del espectador.

El espectáculo ha contado con la colaboración de Palomo Spain en el diseño del vestuario.

14 de julio, viernes, a las 21 horas

TURANDOT, DE GIACOMO PUCCINI

Retransmisión en directo desde el Teatro Real a pueblos y ciudades de toda España, con un desfase de una hora y media para que no haga tanto calor.

El personal lenguaje estético y escenográfico tan característico de Robert Wilson, responsable de la puesta en escena, decorado e iluminación de Turandot, concede a la ópera de Puccini un aura espectral muy ajustada al universo dramatúrgico y sonoro de la partitura, que evoca un mundo ancestral de reminiscencias orientales. Los personajes se convierten en arquetipos legendarios y hieráticos, y la sutil paleta lumínica de Wilson se recrea con los colores orquestales de Puccini.

La dirección musical es de Nicola Luisotti, que estrenó la producción junto a Robert Wilson en 2018. Se pondrá nuevamente al frente del Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real ─y también de los Pequeños cantores de la JORCAM─ para dar vida a la genial partitura de Puccini, que tendrá como protagonistas a Anna Pirozzi (Turandot), Michael Fabiano (Calaf), Ruth Iniesta (Liù) y Liang Li (Timur).

15 de julio, sábado, a las 21 horas

ESPECTÁCULO DEL NEW YORK CITY BALLET

Memorable actuación de la mítica compañía estadounidense New York City Ballet en el Teatro Real el pasado mes de marzo.

Dirigido en la actualidad por Jonathan Stafford, el New York City Ballet ha presentado tres coreografías llenas de simbolismo para la formación: Serenade y Square Dance, creadas por George Balanchine, y The Times Are Racing, obra de Justin Peck, coreógrafo residente de la compañía y uno de los grandes talentos de la actualidad.

Además de las retransmisiones,  a lo largo de toda la semana se ofrecerá el acceso gratuito, en MyOperaPlayer, a tres óperas retransmitidas en ediciones anteriores de la Semana de la Ópera: Lucia di Lammermoor, Tosca y Nabucco.

Asimismo, entre el 10 y el 16 de julio, la adquisición de suscripciones anuales y semestrales a MyOperaPlayer tendrá un 40% de descuento para todos los interesados en abonarse a la plataforma audiovisual del Teatro Real, en cuyo catálogo hay títulos procedentes de 50 teatros y auditorios de Europa, América y Asia, con novedades semanales y retransmisiones en directo de las producciones más importantes del Teatro Real.

Pondrá fin a la Semana de la Ópera del Teatro Real, como suele ser habitual, una jornada de puertas abiertas. El 16 de julio, entre las 10.00 y las 14.00 horas, los visitantes podrán acceder al Teatro de manera gratuita por la plaza de Oriente y recorrer la caja escénica, la sala principal, los palcos y los salones de la segunda planta. En estos espacios, guías del Teatro Real estarán disponibles para ofrecer información. Además, los asistentes podrán participar en sorteos de diversos premios a través de códigos QR disponibles en los distintos espacios del edificio.

Fotógrafo: © Javier del Real | Teatro Real

Turandot

Entre los días 3 y 22 de julio, el Teatro Real ofrecerá 17 funciones de Turandot, de Giacomo Puccini, en la reposición de la producción del Teatro Real estrenada en noviembre de 2018, en coproducción con el Teatro Nacional de Lituania, la Canadian Opera Company, la Houston Grand Opera y la Opéra national de Paris, teatros donde, como en el Real, la producción ha obtenido tanto éxito que ya se ha presentado dos veces en Lituania y volverá en noviembre al escenario de la Ópera de París.

El personal lenguaje estético y escenográfico de Robert Wilson, responsable de la puesta en escena, decorado e iluminación de Turandot, concede a la ópera de Puccini un aura espectral muy ajustada al universo dramatúrgico y sonoro de la partitura, que evoca un mundo ancestral de reminiscencias orientales.

El concepto dramatúrgico, metafórico y visual de la puesta en escena de Wilson, con siluetas a contraluz, máscaras y movimientos casi rituales, es el ideal para contar la leyenda de la fría, despiadada y sanguinaria princesa china, enmarcada en su espacio escenográfico y estético ‘natural’, que entronca directamente con el milenario teatro de sombras oriental.

Los personajes se convierten así en arquetipos legendarios y hieráticos, y la sutil paleta lumínica de Wilson se recrea con los colores orquestales de Puccini y con poéticas sinestesias que van de los tonos glaciales de la desalmada protagonista a las tonalidades cálidas del recogimiento de Liù, cuya muerte, en la partitura, coincide con la del propio compositor, quien dejó la obra inacabada.

Giacomo Puccini falleció en Bruselas en 1924, cuando se sometía a un tratamiento del cáncer de garganta que padecía. Se encontraba entonces en una encrucijada para concluir el tercer acto de Turandot, con un sorprendente final feliz en el que el amor triunfa sobre la perfidia. Su discípulo, Franco Alfano, se encargó de concluir la partitura partiendo de los esbozos y notas dejados por su maestro y bajo la atenta supervisión de Arturo Toscanini, quien dirigió el estreno póstumo de la ópera en La Scala de Milán, en 1926, en una célebre representación en la que el director italiano cortó abruptamente la interpretación ─después del adagio que entona el coro tras la muerte de Liù─ y se dirigió al público diciendo: ‘Qui il Maestro finí’ (Aquí terminó el maestro). En las sucesivas funciones se ha utilizado el final de Alfano, que es el que desde entonces se emplea normalmente, pese a que Luciano Berio escribió otra versión estrenada en 2002 en Salzburgo.

En Turandot, Giacomo Puccini da un enorme salto hacia delante en su escritura compositiva: se aleja del realismo y de su genial maniqueísmo de las emociones y explora un nuevo universo dramatúrgico pertrechado con su eximio arte de orquestar, su eclecticismo y su portentoso olfato teatral. La ópera entrelaza motivos epigramáticos con una impresionante eficacia dramatúrgica, otorgando al coro una relevancia dramática desconocida en sus óperas anteriores. Explora universos armónicos más audaces con pasajes bitonales y disonantes articulados con su proverbial melodismo, abriéndose un floreciente camino truncado por su repentina muerte.

Turandot traerá al Real, una vez más, a su principal director invitado, Nicola Luisotti, que estrenó la producción junto a Robert Wilson en 2018. Se pondrá nuevamente al frente del Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real ─y también de los Pequeños cantores de la JORCAM─ para dar vida a la genial partitura de Puccini, en la que se alternarán tres cuartetos protagonistas, con las sopranos Anna Pirozzi, Ewa Płonka y Saioa Hernández (Turandot), los tenores Jorge de León, Michael Fabiano y Martin Muehle (Calaf), las sopranos Salome Jicia, Ruth Iniesta y Miren Urbieta-Vega (Liù) y los bajos Adam Palka, Liang Li y Fernando Radó (Timur).

Con Turandot, Andrés Máspero concluye su trabajo al frente del Coro Titular del Teatro Real (Coro Intermezzo), del que es director desde su creación, en 2010, concediendo a esta formación un enorme prestigio y reconocimiento nacional e internacional. El importante papel del coro en la postrera y genial partitura de Puccini será también un homenaje a este gran director y a toda su brillante carrera.

Las funciones de Turandot estarán dedicadas a la memoria del gran tenor Pedro Lavirgen (Bujalance, Córdoba, 31 de julio de 1930 – Madrid, 2 de abril de 2023), uno de los grandes intérpretes del papel de Calaf de su generación.

Lavirgen no pudo interpretar en el Teatro Real a los grandes personajes que lo encumbraron porque el apogeo de su brillante carrera transcurrió durante el período en el que el coliseo de la Plaza de Oriente fue sala de conciertos y las óperas se representaban en el vecino Teatro de la Zarzuela. Pero en 2018 el Real le dedicó las funciones de Aida, también con dirección musical de Nicola Luisotti. Entonces el tenor ocupó un lugar protagonista en la rueda de prensa de presentación de la ópera, recordando su larga carrera, llena de éxitos y anécdotas y en la que tuvo siempre el cariño del público y de sus compañeros.

También se homenajeó a Padro Lavirgen pocos días después de su fallecimiento, en una actuación lírica en la Carroza del Teatro Real en Córdoba -con la soprano Sonia Suárez, la mezzosoprano Alejandra Acuña, el barítono Willingerd Giménez y la pianista Cristina Sánz– y a él estará dedicada la última edición de Enfoques de esta temporada, el próximo 28 de junio a las 20.15 horas.

Fotógrafo: © Javier del Real | Teatro Real

Suzanne Vega

La icónica ópera Einstein on the beach, ideada por uno de los compositores más importantes del siglo XX Philip Glass y el prestigioso director teatral Robert Wilson llega a Madrid de la mano de la histórica agrupación vocal belga Collegium Vocale Gent, el prodigioso Ictus Ensemble y la extraordinaria voz de Suzanne Vega. Se trata de una oportunidad única para descubrir esta obra maestra en formato semiescénico, donde los límites entre escenario y público se desdibujan gracias a la puesta en escena de la artista visual Germaine Kruip. Este concierto del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) tendrá lugar, dentro del ciclo Fronteras, en la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional de Música, el martes 22 de noviembre, a las 19:30h.

Estrenada en el Festival de Avignon en 1976, Einstein on the beach supuso todo un acontecimiento: esta ópera rompía para siempre con los cánones del género, al no seguir una narrativa lineal y al permitir que el público pudiera entrar y salir libremente de la sala durante el espectáculo, dada su extensión. Desde entonces, se ha representado en los teatros más importantes de ópera del mundo, como La Monnaie de Bruselas o el Metropolitan de Nueva York, y ha alcanzado un rotundo éxito de crítica y público. En la versión que se escuchará por primera vez en el Auditorio de Nacional de Música se revivirá el formato de puertas abiertas con una versión que recupera el espíritu de la partitura original.

A través de paisajes sonoros hechizantes, el público se sumergirá en una experiencia diferente, un espectáculo donde asistirá a un viaje hipnótico que ensancha la visión misma de la música. La belleza y frescura del minimalismo, interpretado por las prestigiosas agrupaciones belgas el Collegium Vocale Gent y el Ictus Ensemble, recreará un ambiente envolvente que se verá reforzado por la dramaturgia del musicólogo Maarten Beirens, doctorado en Música Minimalista Europea por la Universidad de Lovaina, y el recitado de una de las voces más conocidas y carismáticas de todos los tiempos, la de la cantautora Suzanne Vega.

Philip Glass, que recibió recientemente el premio Fronteras del Conocimiento en Música y Ópera de la Fundación BBVA, concibió esta audacia sonora como la primera de sus “óperas retrato” que compuso para dibujar a mentes brillantes que cambiaron el mundo. Si en sus obras posteriores se centró en personajes como Gandhi (Satyagraha, 1980) y el faraón Akenatón (Akhnaten, 1983), Glass retrata en esta ópera al físico Albert Einstein, cuya vida y obra quedan reflejadas en metáforas sonoras plagadas de guiños a su legado. Sin duda, estamos ante una de las propuestas más originales y esperadas de la temporada.

Fotografía ©Maxime Fauconnier

Marina Abramovic

Una vez más, y ya son varias esta temporada, una pregunta cargada de tendenciosidad se repite al salir de una representación en el Teatro Real, ¿pero, esto es ópera?. Evidentemente, no. Si embargo, es casi imposible no darse cuenta de la cantidad de similitudes de peso que un obra como “Vida y muerte de Marina Abramovic” tiene con obras del repertorio clásico. La escenografía, los tableaux, la comedia, la tragedia, la emoción, la prima donna, incluso la muerte final de la protagonista.

Nunca un espectáculo, pretendidamente operístico, había despertado tanta expectación en la reciente historia del Teatro Real. Tal vez habría sido más acertado que fuera esta producción, y no C(h)oeurs, la que hubiera estado fuera de abono. Aún así, no se habría podido responder a las peticiones de entradas. Tal era la expectación.

A la sala no se puede acceder hasta diez minutos antes de dar comienzo el espectáculo pero al entrar, te das cuenta de que ya ha comenzado. Mientras el público, un tanto desconcertado por la espera y por la penumbra de la sala, intenta localizar sus asientos, tres doberman merodean por el escenario alrededor de tres féretros ocupados por Marina Abramovic.
Este momento de quietud que dura unos quince minutos es, según comentó divertida la propia Marina Abramovic en rueda de prensa, el momento que más le ha costado. “He tenido que desarrollar mucha paciencia. He pasado tantas horas ensayando este momento que, cuando muera de verdad, pensaré que se trata de un ensayo”.

Las luces y la escenografía son, como es habitual en los trabajos de Robert Wilson, muy cuidados estéticamente, y de una delicadeza casi infinita. Una sublime iluminación creaba una atmósfera cargada de intensidad y magnetismo en la que se encajaba, con gran precisión, las proyecciones, los sonidos y los movimientos estáticos con los que se desenvolvían los actores sobre el escenario, como si se tratase de una obra simbolista. Wilson ensambla con gran coherencia y elegancia los distintos estilos y materiales con los que trabaja.
Los instantes iniciales se acompañan de un sonido grave y continuo que se hace cada vez más intenso. En ese momento comienza a escucharse la voz impactante de Svletana Spajic. La severidad y melancolía de estas voces tradicionales, cargadas de la difícil historia servia, ayudan a fijar perfectamente al personaje. Cada elemento que se va sumando a la escena, ya sea voz, luz, sonido, imagen o palabra, añaden dramatismo e intensidad. No existe un momento de descanso. Tan solo hay alguno en la primera parte que parece hacerse eterno. Pero todo es expectación a la que contribuye, de manera espectacular, la expresividad, maestría y humildad con la que Willen Dafoe ejerce de maestro de ceremonias. Unas veces como narrador, otras como protagonista, otras, simplemente, como un soldado más, pero siempre como un elemento imprescindible. Cuanto tienen que aprender los actores españoles, sobre todo humildad.
Dentro de una obra tan emocional como esta, los elementos que más profundidad la imprimen son las voces. Muy acertada la actuación del contratenor alemán Christopher Nell.

Los músicos, encabezados por Doug Eieselman, componen una variedad de mundos diferentes que se superponen unos a otros de manera mágica. Sonaban como un pálpito de fondo a las proyecciones que aparecían sobre algunas de las performances de Marina Abramovic.

Otro de los triunfadores de la noche fue Anthony. Cuenta Marina Abramovic que la primera vez que le escuchó cantar no pudo reprimir el llanto por la emoción que le produjo. Las veces que Anthony aparece en escena es lo más parecido que he visto a la expectación que levanta una diva antes de iniciar el aria más importante y esperado de la noche. Sus temas son melódicamente sencillos, pero su forma de interpretarlos, su voz, hipnótica y sugerente, personalísima y cargada de intimidad y fuerza, dejaba sobrecogido al público que, hipnotizado, tardaba unos instantes en reaccionar. Aparecía siempre en los momentos más graves de la historia acompañado únicamente por el piano y siempre para dulcificar, para poner el contrapunto a la tragedia. Una voz que calma y eleva las palabras a la dimensión de los sueños.

Al final, la aparente protagonista queda en un segundo plano. El espectáculo no es una performance de Marina Abramovic, ni siquiera es ella el objeto de estudio. Es la materia de estudio, o mejor aún, el pretexto. Ella pierde el protagonismo en favor de los elaboradores y narradores de la historia. Ahí está el mérito de Marina Abramovic, el haber reunido en torno a ella a un grupo de geniales biógrafos.

The Life and Death of Marina Abramovic
Teatro Real, Madrid, 19-4-2012
Encargo y producción del Teatro Real
Una creación de Robert Wilson, Marina Abramovic y Anthony
Willem Dafoe, William Basinski, Svetlana Spajic, Jacques Reynaud, A. J. Weissbard, Ann-Christin Rommen, Wolfgang Wiens, Nick Sagar,
Joey Cheng, Tomasz Jeziorski, Dan Bora, Ivan Civic, Amanda Coogan, Andrew Gilchrist, Elke Luyten, Christopher Nell, Kira O´Reilly,
Anthony Rizzi, Carlos Soto, Svetlana Spajic Group, Doug Wieselman, Gael Rakotondrade, Matmos, Oren Bloedow

Pelleas et Melisande

«Un día al anochecer la encontré llorando junto a un manantial, en el bosque donde me había perdido. No sé su edad, ni quién es, ni de dónde viene, y no me atrevo a interrogarla pues debe haber pasado un gran terror, y cuando se le pregunta qué le ha ocurrido, rompe a llorar de repente como un niño y solloza con tanto dolor que da miedo.» (Pelléas et Mélisande).

Pelléas et Mélisande de Claude Debussy, está basado en el drama homónimo de Maurice Maeterlinck, contemporáneo de Debussy, al que otorgó el permiso de trabajar con su obra. Seis largos años tardó Debussy en acabar la obra a la que, con ayuda del propio Maeterlinck, realizó profundos cortes en el libreto para adecuarla a una partitura atemperada.

El estreno en París de Pelléas et Mélisande en 1902, estuvo envuelto en no pocas dificultades. A causa de la discusión sobre quién interpretaría a Mélisande, Debussy y Maeterlinck llegaron a los tribunales. Una vez obtenida la razón, Debussy tuvo que hacer frente a una campaña de desprestigio que llegó hasta el propio día del estreno. Todos estos acontecimientos dividieron al público entre partidarios y detractores de la obra. A favor, por supuesto, los escritores simbolistas. Ante tanta expectación, las dieciocho representaciones de esa temporada fueron a teatro lleno, así como las de las temporadas posteriores. Pasando a ser una ópera de repertorio que, con el tiempo, ha ido encontrando su sitio, más cerca siempre de los amantes de la música que de los aficionados a la ópera más convencionales.

La obra, uno de los más claros ejemplos del simbolismo de la época, es, por supuesto, enigmática. Lo es en la música pero sobre todo lo son los personajes que solamente esbozan, sin llegar nunca a definir sus sentimientos.
La trama sólo sugiere los acontecimiento, tales como la muerte o el adulterio. Este último sin llegar nunca a concretarse. A priori no es una obra con la que se conecte fácilmente. Es una partitura llena de aparentes contradicciones. Transmite brillantez y oscuridad, alegría y melancolía, a veces parece que el enigma va a quedar resuelto y, de repente, se pierde. Siempre resulta oscilante.

Es una obra de una bellísima musicalidad, y la formidable dirección de Sylvain Cambreling, gran conocedor de la partitura, transmite con delicadeza el trasfondo de la obra de Maeterlinck.

La manera de cantar es silábica. No contiene arias, ni agudos, ni momentos virtuosos. Es casi un recitativo cantado levemente. Solo las distintas tesituras rompen la monotonía del fraseo constante, que recuerda los inicios de la ópera, aunque en esta ocasión, no acompañado de un continuo, sino de una elaborada partitura. Todos estos elementos hacen que Pelléas et Mélisande sea una música imposible de reproducir una vez escuchada.

La escenografía de Robert Wilson contiene elementos estéticos de una gran belleza y capacidad. El efecto inicial del bosque, el abismo del pozo o la gruta. Elementos todos ellos cargados de ese simbolismo que envuelve la obra y facilita el enigma y un ambiente delicadamente melancólico. Pero toda esta magia se resentía por los movimientos en escena de los personajes. Frida Parmeggiani ha creado unas figuras estáticas y lentas, casi indolentes que a veces rayaban en lo ridículo. Se producía entonces una desconexión entre la música y la escena que hacía difícil seguir el argumento.

Respecto a los cantantes, no resultan muy estimulantes en conjunto. La partitura para ellos no es muy exigente, tal vez por eso no tienen demasiadas dificultades para solventarlo. Camilla Tilling posee una voz cristalina como ya nos demostró en su ángel de San Francisco de Asis. En esta ocasión concuerda plenamente con el personaje inocente que representa Mélisande, pero su proyección es escasa, una voz demasiado pequeña que a veces queda totalmente ahogada por una orquesta que, si algo demostró, fue delicadeza y nunca estridencia.
El tenor francés Yann Beuron estuvo correcto en su interpretación. Supo dar forma al personaje pero sus agudos eran escasos, aunque sin llegar a falsearlos. Su voz, como la del resto del reparto, es pequeña y también tuvo sus dificultades para competir con la orquesta.
Laurent Naouri, como Golaud, fue el único que desplegó un poco de volumen. No tuvo demasiadas dificultades pues su personaje es bastante plano y, por suerte para él, no tiene demasiadas subidas.
Aunque no me gustan los niños, tampoco en escena, el pequeño Seraphin Kellener cumplió bien con su papel. Tener que cantar mientras realizas movimientos absurdos por el escenario no debe ser plato de gusto, y menos para un niño.

Aunque el público del Real está últimamente frío, especialmente en esta ópera, merece la pena asistir a una de sus representaciones y disfrutar, sobre todo, de la música.

Pelléas et Mélisande
Claude Debussy (1862-1918)
Drama lírico en cinco actos en francés
Nueva producción del Teatro Real procedente de la Ópera Nacional de París y del Festival de Salzburgo.
D. musical: Sylvain Cambreling
D. escena: Robert Wilson
Figurinista: Frida Parmeggiani
Yann Beuron, Laurent Neouri, Franz-Josef Selig, Seraphin Kellner,
Jena-Luc Ballestra, Camilla Tilling, Hilary Summers, Tomeu Biblioni

Críticas