La Conquista de México

La conquista de México, del compositor alemán Wolfgang Rihm, es una de las apuestas para esta temporada del ahora flamante asesor artístico del Teatro Real, Gerard Mortier. Un Mortier que, con el entusiasmo de siempre, da una clase magistral sobre la obra y su compositor que pueden ver y escuchar en este mismo artículo. Una ópera contemporánea o, como denomina el propio compositor, música teatral. Se estrenó en Alemania en 1992, en México se presentó en versión concierto en 2003 y ahora se estrena en España en una producción del Teatro Real.
El libreto, del propio compositor, y posterior a la música, está basado en textos de Antonin Artaud y Octavio Paz. El francés Artaud ha tratado de reflejar la imposibilidad de entendimiento entre dos culturas que no se conocen y el enfrentamiento entre las dos civilizaciones, la cristiana evangelizadora, con un claro representante, Hernán Cortés, y la precolombina pagana a través del personaje de Montezuma. Las propuestas teatrales de Artaud, casi siempre desconcertantes para el público, presentan a un pueblo indígena sensible y equilibrado con la naturaleza. En contraposición a la barbarie cristiana de los conquistadores. Y todo ello se enmarca en su novedoso concepto teatral: el llamado teatro de la crueldad.
Wolfgang Rihm ha querido, a través de su composición, transmitir una sensación catártica. Persigue crear una atmósfera mágica y trascendental y la utilización de las voces es fundamental para conseguirlo. El enfrentamiento entre las dos culturas está perfectamente definido y polarizado. La representación del mundo indígena corresponde a voces femeninas. Es la soprano Nadja Michael, a quien escuchamos recientemente en este teatro en Wozzeck, de Alban Berg. Su potente voz, con un apoyo y proyección extraordinaria, dan forma y carácter a Montezuma. Arropada en el escenario por Caroline Stein y Katarina Bradic. Junto a ellas, el personaje de Malinche, interpretado por la japonesa Ryoko Aoki. Gran conocedora de la ópera contemporánea y del teatro musical japonés. Lo que otroga una gran fuerza dramática a su interpretación.
El ambiente onírico que se consigue a través de la partitura de Rihm, refleja las consecuencias de la guerra. Todo ello potenciado con una iluminación a cargo de Urs Schönebaum, el colorista vestuario del figurinista polaco Wojciech Dziedzic y las proyecciones videográficas del alemán Alexander Polzin.
Aunque las escenas se suceden de manera muy dinámica, la sensación de lentitud es evidente en algunos momentos. Tal vez esta sea la mejor forma de expresar la pesada carga que supone las guerras prolongadas.
Buenas transiciones entre los conflictos sociales y los que se suceden entre los protagonistas, más personales y cercanos. De una manera aparentemente compleja que se resuelve con acertada sencillez.
No hay que olvidar que Rihm compuso la música antes de tener el libreto. Eso se nota en una gran capacidad expresiva de la partitura. La percusión reproduce con discreto estrépito las batallas, sin ser un mero acompañamiento como suele ser constumbre, sino que marca la pauta sobre todo al comienzo de la obra. Y nada, ningún sonido, por pequeño o breve que sea, carece de importancia o protagonismo.
La localización de parte de la orquesta, en esta ocasión distribuida por palcos, proscenio, palcos y patio de butacas, generan una envolvente y efectista atmósfera. También las voces del coro, en directo y a través de grabaciones, contribuyen al ensamblaje onírico-musical de la obra.
El resultado es una nueva producción contemporánea a la que el público responde con cierta frialdad. Más bien por desconcierto que por rechazo. El público del Teatro Real, en general, ha evolucionado durante estos años de era Mortier. Se escucha de otra forma la música contemporánea, antes casi inexistente, y sabe distinguir y apreciar las distintas cualidades de una obra de estas características.

La conquista de México
Wolfgang Rihm (1952)
Música teatral en cuatro partes (1992)
Libreto del compositor, basado en textos de Antonin Artaud y Octavio Paz
D. musical: Alejo Pérez
D. escena: Pierre Audi
Escenógrafo: Alexander Polzin
Figurinista: Wojciech Dziedzic
Iluminación: Urs Schönebaum
Vídeo: Polzin, Claudoa Rohrmoser
Dramaturgo: Klaus Bertisch
D. coro: Andrés Máspero
Reparto: Nadja Michael, Georg Nigl, Graham Valentine, Ryoko Aoki

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