El gallo de oro en el Teatro Real de Madrid

A menudo los cuentos infantiles sirven para presentar de manera cándida situaciones o personajes desagradables, que se utilizan para aportar una reflexión con propósitos moralizantes o críticos.

Este es el caso del cuento El gallo de oro, escrito por Aleksandr Pushkin, inspirado en los  Cuentos de la Alhambra de Washington Irving, y que el libretista Vladímir Balsky adaptó para que Nikolái Rimski-Korsakov compusiera su decimoquinta y última ópera.

La ambigüedad inicial de Rimski con el régimen zarista, se tornó en claro rechazo tras la masacre del llamado Domingo rojo, en  1905, cuando el gobierno del Zar Nicolás II ordenó al ejército abrir fuego contra los ciudadanos, incluidos mujeres y niños, que pacíficamente se habían manifestado para pedir mejores condiciones de vida. El trauma que causó esta masacre, no solo estimuló las posteriores revoluciones en Rusia, también movilizó a muchos intelectuales que, como Rimski, fueron censurados por expresar su oposición al régimen a través de sus obras. Esta fue la razón por la que El gallo de oro no se estrenó hasta después de la muerte de su autor.

En esta nueva producción del Teatro Real, en coproducción con el Théâtre Royal de la Monnaie de Bruselas y la Opéra National de Lorraine, su director de escena, Laurent Pelly, realiza una brillante interpretación de la idea del compositor en esta obra, convirtiendo la crítica en sátira para ridiculizar de manera magistral al régimen zarista, al ejército y al pueblo, que pasa de la servidumbre de un régimen a otro, con disciplinada docilidad. La acertada escenografía no cambia nada de su carácter fabulador que es, en definitiva, lo que permite que la obra tenga una potente carga de agresividad inteligente y atemporal. Pelly quiere transmitir el miedo que recorría esos momentos históricos y quiere que el público haga su propia traducción. Los figurines, diseño de Pelly, contribuyen a dar el toque mágico y burlesco del cuento.

Las escenas se desarrollan sobre lo que parece una gran montaña de escombros, los del propio régimen, sobre los que el grotesco Zar Dodón, siempre en pijama, aparece en una gran cama, a modo de trono, desde la que dirige entre sueños los destinos de un pueblo muy poco intrépido. Su incapacidad queda reflejada ridículamente en una escena que muestra su torpeza para cantar y bailar. Junto al él, sus dos hijos, el Zarévich Afrón y el Zarévich Guidón, dos personajes simplones y torpes con una muy buena interpretación del barítono Iurii Samoilov y del tenor Boris Rudak, respectivamente.

El gobernador Polkán, es otro personaje inútil, cómodamente asentado en su cargo, del que da buena cuenta el bajo Alexander Vinogradov.

El único personaje con cierta carga de autoridad es Amelfa, el ama de llaves a la que da vida la mezzosoprano polaca Agnes Zwierko, que fortaleció al personaje con sus tonos oscuros.

La soprano armenia Nina Minasyan dio vida a la zarina Shemajá, adueñándose del segundo acto. Una hermosa voz, llena de agilidad y sensualidad para interpretar el misterioso personaje.

El bajo Alexey Tikhomirov  fue un excelente Zar Dodón, torpe y ridículo. Su potente voz nos recordó a esas voces profundas que escasean cada vez más.

Extraordinario trabajo el del coro, tanto en el aspecto vocal como en el interpretativo. Destacar el grupo de nobles boyardos, magníficamente interpretado.

La joven soprano Sara Blanch fue el gallo de oro desde el foso. Pequeño pero importante papel que resolvió con valentía, potencia y mejor voz que algunos de los que estaban sobre el escenario.

El tenor Barry Banks interpretó al caprichoso astrólogo. Una figura interesante gracias a la peculiaridad tímbrica de su voz.

Ivor Bolton, del que no se olvida su trabajo con Billy Budd, ofrece una magnífica versión de esta partitura con tintes orientales, al gusto de la época, llena de momentos íntimos y brillantes. Su conexión y ascendente sobre la orquesta es evidente  y el resultado es de una solvencia incontestable. Destacó el interludio que tras el segundo acto interpretaron el propio Bolton, al piano, y una de las violinistas de la orquesta, de los compositores Efrem Zimbalist y Fritz Kreisler, basadas en la propia ópera.

Una función más que agradable con un trasfondo interesante que hace reflexionar. Aunque el propio Pelly dijo en rueda de prensa: “no me gusta reducir una obra a la actualidad”, es imposible no trasladarse al presente. Ejemplos no nos faltan.

El gallo de oro
Nikolai Rimski-Kórsakov (1844-1908)
Ópera en tres actos con prólogo y epílogo
Libreto de Vladimir Belsky, basado en el poema El cuento del gallo de oro de Aleksandr Pushkin
Estrensada en el Teatro Solodovnikov de Moscú en 1909
D. musical: Ivor Bolton
D. escena y figurinista: Laurent Pelly
Escenografía: Barbara de Limburg
Iluminador: Joél Adam
Coreógrafo: Lionel Hoche
Responsable de la reposición escénica: Benoit de Leersnyder
D. coro: Andrés Máspero
Reparto: Alexey Tikhomirov, Boris Rudak, Iruii Samoilov, Alexander Vinogradov, Agnes Zwierko, Barry Banks, Nina Minasyan, Sara Blanch
Coro y Orquesta titulares del Teatro Real

Texto:Paloma Sanz
Fotografías: Javier del Real
Vídeo: Teatro Real

Francisco Viñas

Desde 1963 se viene celebrando el Concurso Internacional de Canto Francisco Viñas en Barcelona. Se rinde así homenaje al tenor español que tuvo un papel fundamental en la divulgación de la obra de Wagner en España.

Durante todos estos años han sido miles los participantes y muchas las sedes que han acogido la final. Algunas de las voces galardonadas en sus distintas ediciones han sido tan destacadas como Ewa Podles, Olga Borodina, Somi Jo, Aquiles Machado, Vicente Sardinero, María José Moreno, Violeta Urmana, Javier Camarena, entre otros muchos.

El pasado 24 de enero se entregaron los premios de su 53 edición en el Gran Teatre del Liceu y en el Teatro Real, coorganizador del concurso, se han presentado este pasado 21 de febrero los ganadores de esta edición.

La mezzosoprano estadounidense J´nai Bridges, primer premio del Concurso, posee una gran presencia escénica. Aunque algo estática, tiene una voz con personalidad y es muy elegante sobre el escenario.

La también mezzosoprano rusa Yulia Menniebaeva, tiene un color de voz oscuro, propio de las mezzosopranos de esas latitudes. De voz densa y poderosa, aunque con algunos sonidos nasales, se lució en el aria de Marfa de Jovánschina, de Modest Músorgski, mostrando gran dominio. Por algo obtuvo el premio de Música Rusa, a parte del segundo Premio del Concurso.

Selene Zanetti, soprano italiana que obtuvo también el segundo Premio y el Premio Verdi. Su interpretación fue la más delicada y llena de sensibilidad. De voz caudalosa e interesantes tonos oscuros, interpretó un sentido «Come in quest´ora bruna» de Simon Bocanegra, de Verdi, con un temple más propio de una carrera ya extensa.

La más aplaudida fue la soprano española Sara Blanch, cuarto Premio, Premio de Zarzuela y Premio al Mejor Cantante Español. No en vano estaba en casa. Una gran seguridad sobre el escenario, acompañada de brillo y expresividad. Muy buenos agudos, y un sonido fresco y desenvuelto para interpretar «La canción del ruiseñor» de Doña Francisquita, de Amadeo Vives, «Me llaman la primorosa», de El barbero de Seviila de Giménez y Nieto y una intensa «Quel guardo il cavaliere… So anch´io la virtu magica», de Don Pascual de Donizetti.

Un excelente recital que garantiza un brillante futuro.

Blanch
La española Sara Blanch

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