La Dolores

La Dolores
Drama lírico en tres actos
Tomás Bretón (1850-1923)
Libreto: Tomás Bretón, basado en el drama rural de José Feliú y Codina
Estrenado en el Teatro de la Zarzuela, el 16 de marzo de 1895
Nueva producción del Teatro de la Zarzuela
D. musical: Guillermo García Calvo
D. escena: Amelia Ochandiano
Escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda
Vestuario: Jesús Ruiz
Iluminación: Juan Gómez Cornejo (AAI)
Coreografía: Miguel Ángel Berna
Orquesta de la Comunidad de Madrid (Titular del Teatro de la Zarzuela)
Coro Titular del Teatro de la Zarzuela, Director: Antonio Fauró
Coro de Voces Blancas Sinan Kay, Dirección: Mónica Sánchez
Rondalla Lírica de Madrid «Manuel Gil»
Reparto: Saioa Hernández, Jorge de León, José Antonio López,
María Luisa Corbacho, Rubén Amoretti, Javier Tomé, Gerardo Bullón

Se ha esperado 85 años para volver a ver en el Teatro de la Zarzuela La Dolores, del maestro Tomás Bretón, del que se cumple el centenario de su fallecimiento. Es esta una forma extraordinaria de rendir homenaje a quien, desde su puesto de director del Real Conservatorio de Música de Madrid, trabajó en pro de la modernización de los estudios de música en España.

Se estrenó en este teatro el 16 de marzo de 1895, con gran éxito, nada menos que 63 representaciones. El libreto y la música son del propio Bretón, y está basado en un drama rural de José Feliú y Codina. Inicialmente se iba a estrenar en el Teatro Real, pero el empresario quería que Bretón escribiese el libreto en italiano, cosa a la que el compositor se negó. Finalmente Bretón se decidió por el Teatro de la Zarzuela.

Bretón ha sido siempre más conocido por sus zarzuelas que por alguna de sus óperas, como es el caso de La Dolores. De hecho, el que La verbena de la Paloma, que se había estrenado un año antes, tuviera mucho más éxito que La Dolores, entristeció al compositor.

La Dolores es el enésimo intento de desarrollar el género operístico en España, y está influenciada por el momento verista que recorría Europa y que tenía en Carmen, de Bizet, uno de sus máximos exponentes. En ambas obras, la protagonista atrae el interés de numerosos hombres y terminan de manera trágica.

Una de las diferencias de la ópera de Bretón con las que se escribían de similar factura, es la dificultad de encajar en la partitura a cinco personajes principales, en lugar del tradicional triángulo amoroso.

Se trata de una obra muy española. Basada en una historia tradicional que se contaba en Aragón y de su protagonista, La Dolores. Está llena de elementos folclóricos, como pasacalles, una soleá o la más popular jota aragonesa. El resto de la partitura es de gran complejidad. Con evocaciones wagnerias, típicas también de la época, y con una métrica y un ritmo que no resultan fáciles ni para los cantantes ni para la orquesta.

Por esta razón se requieren voces de importancia, para responder a la dificultad de la partitura. Es necesario tener un buen registro central y gran capacidad dramática.

El rol principal ha estado a cargo de Saioa Hernández, que ha defendido perfectamente la difícil tarea de interpretar a la protagonista. Posee un potente y bien apoyado registro central, desde el que afrontaba con solvencia las bajadas constantes a la zona grave y algunos ascensos exigentes. La Hernández los hace todo muy fácil y canta con la seguridad que le proporciona su imponente instrumento. Llenó toda la sala con sus armónicos y una voz esmaltada y voluminosa. Tal vez la dicción fuera su talón de Aquiles, ya que en la interpretación estuvo también a gran altura, con un personaje dramático e intenso, que llegó al público de manera convincente.

A la réplica estuvo Jorge de León. Le hemos visto mejor que otras veces, con un muy apreciable volumen que reforzaba ese esmalte tan característico y que tanto nos agrada. Su fraseo es extraordinario y también su gusto en la interpretación. Su Lázaro tuvo la nobleza e ingenuidad que el personaje requiere. Junto a Saioa Hernández interpretaron sus dos dúos del segundo y tercer acto entusiasmando al público.

Rubén Amoretti dio vida al fanfarrón Sargento Rojas, otro pretendiente de Dolores. Fue el único personaje cómico en una obra con tantos tintes dramáticos. No estamos acostumbrados a ver a Rubén Amoretti interpretando un personaje tan divertido y no lo hace mal. Notamos su voz un tanto apagada, no tan rotunda, pero esto no le impidió un fraseo con un marcado y simpático acento andaluz, sobre todo en la interpretación de la soleá.

José Antonio López presentó un Melchor acertadamente agresivo, casi violento. Reforzado por unos graves incisivos y potentes. Se desenvolvió bien por el escenario y daba auténtico miedo.

El rol de Patricio estuvo a cargo de Gerardo Bullón, que bordó el papel de adinerado pusilánime, elegante y efectivo. Muy buena interpretación con un toque muy ajustado de humor.

La Gaspara, de María Luisa Corbacho estuvo a la altura del reparto, su voz profunda dotó de carácter y presencia a la dueña del mesón.

Una partitura como esta, con tres actos de gran densidad y 11 escenas, que García Calvo ha comparado en estructura con cualquiera de la tetralogía wagneriana, no resulta fácil de interpretar. Se requiere una gran capacidad de concentración. Aquí es donde entra el trabajo del director, que ha sacado petróleo de la Orquesta Titular del Teatro, con algunos momentos muy inspirados.

La escenografía de Amelia Ochandiano y Ricardo Sánchez Cuerda es sencilla, pero llena de detalles que le dan personalidad y la actualizan. Comienza con tres acróbatas que aparecen en escena sobre los gigantes con su silenciosa danza y que aparecen de nuevo al inicio del tercer acto. Durante toda la obra, los cabezudos aportan el aire local junto a la jota, magníficamente interpretada por Juan Noval Moro.

Junto a la jota, los bailarines, dirigidos y encabezados por el coreógrafo Miguel Ángel Berna, fueron uno de los grandes triunfadores de la noche y los más aplaudidos tras su actuación por un público entusiasmado.

Todo envuelto en la iluminación de Juan Gómez Cornejo, creando una atmósfera romántica y a veces inquietante, que señala y realza cada cuadro de la escenografía. Acentuado por los estupendo y adecuados figurines de Jesús Ruiz.

Un acierto y un acontecimiento esta Dolores en el año de Tomás Bretón.

Texto: Paloma Sanz
Fotografías: Elena del Real

La Dolores

Hay ocasiones que por sí solas son auténticos acontecimientos. Regalos absolutos. Este es el caso de la obra que estos días se presenta en el Teatro de la Zarzuela: ‘La Dolores’. Estrenada en este mismo escenario en 1895, no ha vuelto a subir al mismo desde el mes de junio de 1937 –representaciones aquellas en plena Guerra Civil– hace ahora más de 85 años. Y no solo eso, sino que también ha llovido, y mucho, desde que sonó y se vio por última vez en público, hace casi dos décadas, un montaje de la obra maestra de Tomás Bretón de quien se cumple este año el centenario de su fallecimiento. Por todo ello, por el equipo artístico y el singular reparto, y por el hecho de que con esta obra Bretón consigue al fin cumplir uno de sus grandes sueños, si no el que más, que no era otro que el de componer una ópera puramente española, es necesario, casi una obligación, acercarse al coliseo de la plazuela de Jovellanos para asistir a una de las 13 funciones que del 27 de enero al 12 de febrero resucitarán este genuino monumento de nuestro patrimonio.

El intenso dramatismo de su libreto y la genialidad de la partitura redondean una ecuación casi perfecta en la que Guillermo García Calvo –director musical de la casa- se ocupa de la dirección musical, y Amelia Ochandiano de la escénica.

Como es habitual, el foso lo ocupará la Orquesta de la Comunidad de Madrid (Titular del Teatro), y el montaje cuenta, asimismo, con otros grandes nombres en su equipo artístico. La escenografía es de Ricardo Sánchez Cuerda, el vestuario de Jesús Ruiz, la iluminación de Juan Gómez Cornejo y Miguel Ángel Berna, icono contemporáneo del baile de la jota, tan importante en esta obra, es el responsable de la coreografía que a lo largo de la obra va dibujando la esencia misma de los sentidos, que son muchos y poderosos.

Serán, además, dos repartos los que cantarán la obra de Bretón, tan genial como complicada. No es muy corriente que el público encuentre unos repartos de primer orden y equilibrio absoluto como los que presenta el Teatro de la Zarzuela en esta Dolores, y que están integrados por las sopranos Saioa HernándezCarmen Solís, los tenores Jorge de León y Javier Palacios, los barítonos José Antonio López y Ángel Ódena, la mezzosoprano María Luisa Corbacho, la soprano Milagros Martín, el bajo Rubén Amoretti, el bajo-barítono Ihor Voievodin, los tenores Javier Tomé y Santiago Vidal, el barítono Gerardo Bullón o el tenor  Juan Noval Moro.

Los acompañará en el escenario el Coro Titular del Teatro de la Zarzuela y el Coro de Voces Blancas Sinan Kay, así como 17 bailarines-actores y tres acróbatas.

La función del domingo 5 de febrero será grabada por Radio Clásica de RNE y emitida en fechas próximas.

El gran ejemplo de la lírica española

‘La Dolores’ es, sin duda, el gran ejemplo de la lírica española. Estrenada en el Teatro de la Zarzuela hace más de 125 años, el camino del éxito de una ópera española como esta fue lento, pero seguro. Primero conquistó al público y la crítica de la Zarzuela en Madrid y luego triunfó en el Tívoli, en Barcelona, ciudad donde quedó como obra de repertorio en diferentes escenarios. Eso sí, hay que tener presente que solo un año antes el compositor se había hecho famoso en todo el país como compositor de zarzuela con un sainete lírico: ‘La verbena de la Paloma’.

Sin embargo, en esta ocasión Tomás Bretón llevó al público a contemplar y a vivir una historia de tema rural que ya había conquistado la escena española de la época: ‘La Dolores’ de Feliú y Codina; obra realista con unas muy fuertes dosis de dramatismo, que proporcionó a Bretón –quien se encargó de dar también forma al libreto– la oportunidad de pisar firme, cantando en castellano, los escenarios de los templos líricos del país hasta entonces reductos de los modelos europeos.

Guillermo García Calvo señala que ‘La Dolores’ “es posiblemente la ópera romántica española más importante, sin duda alguna a la altura de las mejores óperas europeas de finales del siglo XIX”.

Además de la famosísima Jota, Bretón compone un impresionante mural de personajes y emociones, con nada menos que cinco cantantes masculinos, algo inaudito en el repertorio, que luchan por el amor de la soprano protagonista. Es en la música donde Bretón nos lleva de la mano por esta historia.

Amelia Ochandiano, destaca por su parte la grandeza, la luz y la pasión que encierra ‘La Dolores’: «Es una grandísima ópera española. Una partitura brillante y apasionada con un libreto lleno de matices y juegos dramáticos». Eso dice la directora de escena, que también recalca que la historia de esta muchacha, de La Dolores, se muestra como un aparente juego frívolo, festivo e intrascendente «que hemos querido resaltar en nuestra propuesta escénica, pero con un fondo siniestro y cruel que es casi imposible que no acabe en tragedia si no fuera porque Dolores no va a ser presa fácil, y sobre todo porque contra los deseos de amar, ser amado y entregarse al otro en cuerpo y alma, es casi imposible luchar».

Teatro de la Zarzuela

Las de finales de diciembre son siempre fechas para hacer balance. Para recapitular. Para repasar lo bueno y lo malo, si es que lo hubo, de los últimos doce meses. Y echando la vista atrás, situándonos en ese ya lejano mes de enero, se puede afirmar de forma categórica que para el Teatro de la Zarzuela 2022 ha sido, se mire por donde se mire, un año redondo.

El hecho de que la sala haya estado llena, o prácticamente, cada noche, lo que ha supuesto una ocupación del 87 por ciento en 176 funciones, denota que el coliseo de la plazuela de Jovellanos goza de muy buena salud; de un público fiel e interesado que lo llena de vida.

Público este que abarca ya muchas horquillas de edades, hasta el punto de que más de 8.500 jóvenes de menos de 30 años hayan participado con entusiasmo y complicidad en la amplia y afianzada actividad pedagógica del Teatro.

La preservación, recuperación, revisión y difusión de nuestro patrimonio lírico, exigencias irrenunciables recogidas en sus estatutos, ha seguido marcando la acción diaria de un teatro que, únicamente por ello, tiene todo el sentido y la obligación de existir. Así, hemos vivido un estreno mundial con ‘Policías y Ladrones’ de Tomás Marco, y tres recuperaciones: ‘Tabaré’ de Tomás Bretón, ‘La Celestina’ de Felipe Pedrell y ‘The Magic Opal’ de Isaac Albéniz.

Asimismo, ha comenzado a lo grande la celebración del bicentenario de Barbieri, padre indiscutible y, dadas las circunstancias a las que hubo de enfrentarse, sin duda heroico, del Teatro de la Zarzuela. Ha sido con dos de sus obras más queridas y emblemáticas como son ‘El barberillo de Lavapiés’ y ‘Pan y Toros’.

Y como una guinda es el remate perfecto de todo pastel que se precie, el Teatro finaliza ahora el año con el premio honorífico de Ópera XXI a la mejor Institución Cultural de la temporada 21/22, por su labor en defensa, promoción, recuperación, actualización y divulgación del patrimonio lírico español y de sus artistas, y por su firme trabajo para promover la declaración de la zarzuela Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

El director del Teatro de la Zarzuela, Daniel Bianco, ha mostrado su satisfacción por los excelentes resultados agradeciendo “al público que nos ha sido fiel, y a todos los colectivos que trabajan haciendo posible levantar el telón cada día”. Y ha hecho una llamada de esperanza y optimismo con el deseo de que 2023 sea un año “lleno de música y de zarzuela”.

Tabaré

En 1913 se estrenó en Madrid, en el Teatro Real, la ópera Tabaré, compuesta por Tomás Bretón a partir del poema de Juan Zorrilla de San Martín. La obra se sitúa en los inicios de la conquista de Uruguay, y narra las luchas que se produjeron entre los pueblos de Mar del Plata y los conquistadores españoles. Nos cuenta las aventuras de un indio mestizo que luchaba por la pacificación entre los dos bandos.

El protagonista de la historia corrió a cargo en su estreno de uno de los más importantes tenores del momento, Francesc Viñas, en medio de una gran éxito. Pero como en tantas ocasiones, esta obra desapareció tras su primera temporada. Hasta ahora, cuando ha sido rescatada por el Teatro de la Zarzuela. Cumpliendo así una de sus principales misiones de dar a conocer nuestro patrimonio lírico.

Tomás Bretón consideraba Tabaré como su mejor ópera. Sin duda es una de las más complejas, en cuanto a escritura musical. Con indudables influencias wagnerianas, llena de contrastes y gran expresividad. Las partes vocales tampoco se quedan atrás en cuanto a dificultad. Los papeles protagonistas son de gran exigencia y se necesita un cuadro de cantantes de alto nivel.

Bretón no llegó nunca a superar el hecho de que fuera una zarzuela, La verbena de la Paloma, por la que sería reconocido internacionalmente, y no una de sus composiciones operísticas, como le hubiera gustado. Pero fue una obra “menor”, de apenas cincuenta minutos de duración, la que le convirtió en un compositor universal.

Siempre tuvo el empeño el compositor de situar la ópera española a un nivel reconocido internacionalmente. Pero nunca pudo estar a la altura de la ópera italiana, francesa o alemana, tampoco en España tuvo reconocimiento. Ahora, y tras un intenso trabajo realizado con la partitura manuscrita de Bretón, tenemos la oportunidad de descubrirla en versión de concierto.

La obra, de casi dos horas y media de duración, se ofreció del tirón y sin avisar, lo que debió causar algún estrago. La dirección de Ramón Tebar no cuidó demasiado a los cantantes, que se desgañitaban para ser escuchados. El volumen de la orquesta se le fue un poco de las manos al director, sobre todo en el primer acto. Los mejores momentos fueron los de mayor lirismo, no sé si por mérito de la partitura o porque el oído descansara un poco.

 

Una de las protagonistas debutaba en este Teatro, Maribel Ortega, como Blanca. A ella se deben los momentos de mayor lirismo y delicadeza. Algo nada fácil en algunos momentos, pues tenía que rivalizar con el volumen de la orquesta. El resultado no fue siempre limpio.

El otro protagonista fue el tenor Andeka Gorrochategui en el rol del valiente Tabaré. Posee un hermoso timbre, pero su manera de cantar, siempre esforzada, le llevó a pasar más de un momento de apuro al final de la obra. Cruzado de brazos y con un vaivén algo nervioso, no podía soltar la botella de agua. Daba un poco de angustia verle.

El barítono Juan Jesús Rodríguez, como Yamandú, tuvo una brillante actuación. Su partitura era endiablada, pero le hizo frente con autoridad y definiendo vocalmente muy bien al personajes.

Otra labor nada fácil tenía por delante el bajo malagueño Luis López Navarro, como Padre Esteban y Siripo. Con un notable volumen y buena línea de canto, domesticó a la fiera de su partitura y salió más que airoso. Solo le faltó matizar en algunos momentos.

Airoso salió también Alejandro del Cerro, en su rol de Gonzalo. Aunque en ocasiones un poco destemplado, consiguió dejarse escuchar, que no era poco.

Marina Pinchuk, como Luz, puso el punto de elegancia y templanza en su canto, algo que, a la vista del resultado final, no era tarea fácil.

Muy bien estuvieron los comprimarios David Oller, como Ramiro, Ihor Voievodin, Garcés, César Arrieta, Damián y Javier Povedano, Rodrigo, siempre atentos y sincronizados.

Al inicio se escuchó una locución de Daniel Bianco, director de Teatro, en favor de la paz y la concordia que proporciona la música, algo tan necesario en estos momentos inciertos. Todos los protagonistas portaban un pañuelo con los colores de la bandera de Ucrania.

Guillermo García Calvo

El Teatro de la Zarzuela cumple una labor esencial en la preservación, recuperación, revisión y difusión de nuestro patrimonio lírico, así lo exigen sus estatutos y el coliseo lo cumple escrupulosamente temporada a temporada. De ahí que la programación de  ‘Farinelli’, ópera de Tomás Bretón en un prólogo y tres actos, sea uno de los títulos de 2019/2020 esperados con singular y nerviosa expectación. Con libreto del precoz escritor sevillano, académico de la Lengua (también político y gran orador) Juan Antonio Cavestany, la partitura de quien en palabras del ilustre profesor Emilio Casares, “es probablemente el mejor compositor de ópera de nuestra historia” es una “especie de fusión” en la que conviven wagnerismo, “verismo”, ópera francesa e historicismo. Se estrenó el 14 de mayo de 1902 en el nuevo y gigantesco Teatro Lírico de Madrid (el más grande que nunca ha tenido la ciudad), con capacidad para 2.900 espectadores y visibilidad “casi perfecta”, erigido en la calle Marqués de la Ensenada y dirigido por Ruperto Chapí, en lo que pretendía ser un proyecto de gran envergadura en defensa e impulso de la ópera española en clara disputa con otros teatros que mostraban su abierto rechazo a la lírica compuesta de puertas adentro. Por esta razón,  el sábado 15 y el lunes 17 de febrero (ambos a las 20h00) serán dos fechas necesariamente trascendentes para nuestra lírica. La obra, de la que no existe grabación alguna, de ahí la relevancia del registro que llevará a cabo Radio Clásica para su emisión en fechas próximas, volverá a escucharse más de un siglo después de su última audición. Será en versión de concierto y con adaptación libre de la reconocida dramaturga María Velasco. Música totalmente nueva, pues, para nuestros oídos del siglo XXI.

‘Farinelli’ fue víctima de la misma apatía que otras cerca de 700 óperas compuestas en España y condenadas al más profundo de los olvidos. Y es curioso, como recuerda Casares, que decenas de ellas fueron “aplaudidas por el exigente público del ochocientos”. La efervescencia de la ópera como uno de los géneros predilectos en España, culmina en las dos primeras décadas del nuevo siglo (el XX) con el estreno, en ese periodo, de más de 100 óperas españolas. Nada menos.

Los dos conciertos que ahora hacen justicia a ‘Farinelli’ (una de las ocho grandes óperas compuestas por Bretón entre las más de 140 obras que componen su catálogo, algunas tan universales como ‘La verbena de La Paloma’ o ‘La Dolores’) estarán dirigidos por Guillermo García Calvo, director musical del Teatro de la Zarzuela desde el pasado 1 de enero, así como director general musical de la centenaria Ópera alemana de Chemnitz y de su orquesta –la Robert-Schumann-Philharmonie– desde 2017 y uno de los maestros españoles más destacados y solicitados en Europa. García Calvo, al frente de la Orquesta Titular del Teatro, la ORCAM, deberá acometer la inspiración melódica, la exigente escritura vocal y el solvente discurso orquestal y coral que edifican la majestuosa estructura de ‘Farinelli, y no es para menos si se tiene en cuenta que, además de un portentoso violinista, Bretón fue un magnífico director de orquesta.

Los numerosos e intensos pasajes corales constituyen otra de las peculiaridades de esta ópera. “No es excesivo señalar que nos encontramos ante una obra coral”, advierte Emilio Casares, que lo argumenta con un dato incontestable: “De las veintiséis escenas de que consta, solo en seis falta el coro.” Será esta, por tanto, una buena ocasión para el lucimiento del Coro Titular del Teatro de la Zarzuela bajo la dirección de Antonio Fauró.

Asimismo, para atenuar todas estas dificultades, esa orquesta y ese coro deben necesariamente envolver voces de primera fila. Y eso es lo que el Teatro de la Zarzuela ha reunido para esta nueva e histórica puesta de largo de ‘Farinelli’.

La mezzosoprano Maite Beaumont interpretará el papel de Farinelli (Carlo Broschi) que se enamora hasta la desesperación de Beatriz (alter ego en la obra de la cantante de mediados del XVIII Elena Pieri), cantada por la también mezzosoprano Nancy Fabiola Herrera, quien le corresponde en este enamoramiento. Ambos tienen que separarse. Farinelli viaja a España mientras Beatriz permanece en Italia. Ambos sufren, primero la separación y luego el difícil reencuentro, en cuyo desenlace cobra especial protagonismo Jorge, padre de Farinelli, en cuya piel se mete el barítono hispano-brasileño Rodrigo Esteves. Este desvela a Beatriz la verdadera razón del rechazo que desde que llegó a España sufre por parte del atormentado Farinelli: Ella también es hija suya, y por tanto, hermana de Farinelli. Y entre tanto abatimiento y enredo, varios de los momentos más amables de la trama los protagoniza el personaje del doctor, a quien da vida el barítono David Menéndez.

Apoyo a los jóvenes cantantes

Llegados a este punto, debemos referirnos a dos de las sorpresas reservadas para el público, y que pone de manifiesto el firme empeño del Teatro de la Zarzuela en descubrir y apoyar a los jóvenes intérpretes: De una parte, el tenor mexicano Leonardo Sánchez, el artista más joven del International Opernstudio de la Ópera de Zúrich y ganador de tres premios diferentes (‘Primer lugar’, ‘Revelación juvenil’ y ‘Especial’) en la 34ª edición del Concurso de Canto Carlo Morelli, el certamen de canto lírico más importante en México; Sánchez encarna a Alberto, amigo de Farinelli que trae a Beatriz a España y que termina desposándose con ella para angustia del cantante. De otro lado, la sorpresa llegará cabalgando la honda voz de Manuel Fuentes, que recientemente fue tricampeón del VII Concurso Internacional de Canto Alfredo Kraus (primer premio, premio del público y premio al mejor cantante de nacionalidad española), además de ser ganador de dos importantes galardones en la primera edición del Concurso Internacional Lírico de Alicante. Fuentes asumirá el papel de director de orquesta.

La historia fluye como un río en la literatura de María Velasco, y será el veterano actor Emilio Gutiérrez Caba quien entre los números musicales ejerza de narrador de los acontecimientos; sin duda un aliciente más de esta feliz recuperación.

foto by © david bohmann photography

El Teatro de la Zarzuela se ha marcado como propósito imprescindible popularizar el género que le da nombre, la zarzuela, en este siglo XXI que, quién lo diría, está a punto de cerrar su segunda década. Sumar al público fiel que desde hace años asiste a las funciones y se abona a las temporadas, ese otro espectador que aún no acude al Teatro por prejuicios hacia el género o por desconocimiento. Dentro de esta resuelta intención, cobra una especial importancia el público joven: lograr
que este se acerque sin miedo y libre de ataduras a la zarzuela, dándole así continuidad y asegurando su futuro, es el laborioso objetivo.

Por este motivo, el Teatro de la plazuela de Jovellanos puso en marcha hace ya dos temporadas el Proyecto Zarza, dirigido a un público juvenil de entre 12 y 18 años. Puede decirse, sin vacilación alguna, que esta vuelve a ser una de las apuestas más destacadas de la temporada del Teatro. El título elegido en esta tercera edición es ‘La verbena de La Paloma’ de Tomás Bretón, y estará interpretado por jóvenes cantantes que en su mayoría están entre los 18 y los 30 años, y que han sido elegidos a través de un largo y minucioso proceso de audiciones en las que participaron más de 300 chicos y chicas. Estos cantantes y actores forman hoy la joven compañía del Proyecto Zarza.

‘La verbena de La Paloma’, en esta nueva producción del Teatro de la Zarzuela, es una versión libre de la obra de Tomás Bretón firmada por Pablo Messiez a partir del libreto que Ricardo de la Vega escribiera a finales del XIX. La dirección musical y la escénica correrán a cargo del maestro Óliver Díaz (director musical del Teatro) y del propio Pablo Messiez, respectivamente, y los diecisiete actores-cantantes estarán acompañados por una orquesta de cámara integrada por ocho jóvenes músicos. Todas las funciones serán en la sala principal del Teatro de la Zarzuela del 23 de febrero al 3 de marzo, y se alternarán pases escolares (para alumnos de la ESO y Bachillerato) y funciones para el público general con un total de 14 sesiones. En las citas escolares, tras el espectáculo se celebrará un coloquio entre el público y los artistas.

La función escolar del viernes 1 de marzo (12h00) será emitida en directo a través de Facebook, YouTube y la página web del Teatro. Fuera nostalgia, bienvenido deseo Este sainete lírico en un acto está hecho, por tanto, por jóvenes y para jóvenes, siguiendo la filosofía prioritaria del proyecto: acercar el género a las nuevas generaciones; y qué mejor manera de hacerlo que utilizando su propio lenguaje. Messiez afirma al respecto que “pensar en ampliar el público del género tiene
necesariamente que ver con buscar un vínculo con las obras que no nazca de la nostalgia sino del deseo.”

Esta nueva versión mantiene todos los números musicales, pero cambia los textos no cantados, que se han adaptado a esta nueva propuesta escénica que sitúa la historia en un centro cultural de barrio que está a punto de ser inaugurado. La fiesta, el calor, la pasión, los celos,… y la fuerza de valores como el trabajo en equipo, la confianza, el poder de la música y el ser conscientes de sentir cada momento como algo único y mágico, nos acercan a una obra clave de la lírica española a través de esta poderosa apuesta que una vez más pone de manifiesto el compromiso del Teatro con los jóvenes.

Sábado 23 de febrero 12:00 horas y 19:00 horas (funciones abiertas)
Domingo 24 de febrero 12:00 horas (función abierta)
Martes 26 de febrero 10:00 horas y 12:30 (funciones escolares)
Miércoles 27 de febrero 10:00 horas y 12:30 (funciones escolares)
Jueves 28 de febrero 10:00 horas y 12:30 (funciones escolares)
Viernes 1 de marzo 11:00 horas (función escolar) y 19:00 horas (función abierta)
Sábado 2 de marzo 12:00 horas y 19:00 horas (funciones abiertas)
Domingo 3 de marzo 12:00 horas (función abierta)

TríoArbós

Premio Nacional de Música en 2013, el Trío Arbós se fundó en Madrid en 1996, tomando como nombre el del célebre director, violinista y compositor español Enrique Fernández Arbós. Y esta es la sugerente próxima cita que propone el Teatro de la Zarzuela para el lunes, 22 de enero, a las 20h00, en su exitoso ciclo Notas del Ambigú.

Tratándose sin lugar a dudas de uno de los grupos de cámara con mayor prestigio en el horizonte musical español, el concierto del teatro de la calle Jovellanos se presenta como una cita única, si se tiene en cuenta que serán algo más de cien espectadores quienes podrán deleitarse de la travesía que proponen: un viaje a través de la envolvente música de cámara de cuatro de nuestros más brillantes compositores, alguno de ellos también excepcional instrumentista. Transitarán, pues, la música de salón de Ruperto Chapí (Trío para piano, violín y violonchelo en re mayor), de Tomás Bretón (Cuatro piezas españolas), de Federico Moreno Torroba (Popurrí de temas de «Luisa Fernanda», en versión libre de Ricardo Miralles) y del propio Enrique Fernández Arbós (Tres piezas originales en estilo español, op.1). Y todo en un espacio cuyas características  hacen que el público envuelva literalmente al artista, y que la música acaricie de forma cierta al espectador. Toda una experiencia.

El repertorio del Trío Arbós abarca desde las obras maestras del clasicismo y el romanticismo (integrales de Mozart, Beethoven, Schubert, Mendelssohn, Schumann, etc.) hasta la música de nuestro tiempo. Uno de sus principales objetivos ha sido, precisamente, la contribución al enriquecimiento de la literatura para trío con piano a través del encargo de nuevas obras.

El Trío Arbós actúa con regularidad en las principales salas y festivales internacionales a lo largo de más de 30 países, y supera la veintena de grabaciones discográficas, dedicadas a Joaquín Turina, Jesús Torres, César Camarero, Gabriel Erkoreka, Luis de Pablo, Mauricio Sotelo, Roberto Sierra, y otros muchos compositores españoles e iberoamericanos.

Asimismo, durante cuatro temporadas, se estableció como conjunto en residencia del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid. El Teatro de la Zarzuela volverá a convertirse de esta manera en un espacio de conciertos diferente gracias a su flamante Ambigú; cada vez más lleno de vida. El elegante café será de nuevo un exclusivo y privilegiado salón de música, donde lo importante es la proximidad entre los artistas y el público; la inspiradora intimidad que difícilmente puede alcanzarse en una gran sala de conciertos.

Tras el concierto del Trío Arbós, y después del espectacular inicio del ciclo con la soprano Carmen Romeu y el maestro pianista Rubén Fernández Aguirre interpretando música francesa, y del dúo Ars Atlántica con zarzuela y tonadas barrocas, seguirán los recitales del barítono Javier Franco con ‘Canción gallega’ (13 de febrero), de la soprano Ruth Iniesta con una ofrenda ‘A Joaquín Rodrigo’ (13 de marzo), de la formación Música Ficta con ‘Música sefardí’ (16 de abril), de la soprano guatemalteca Adriana González, segundo premio del último Concurso Viñas, con ‘Canción de cámara mexicana’ (21 de mayo) y Charo Reina con ‘Una copla y una copa’ (4 de junio).

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