El lunes 15 de diciembre había un ambiente especial a la entrada del Teatro de la Zarzuela. Más público que de costumbre y mucho más heterogéneo. El motivo, que la protagonista del tercer recital del Ciclo de Lied del CNDM era, nada menos que, Marina Rebeka.
Su voz de soprano lírica posee unas cualidades vocales que no muestran su mejor desarrollo precisamente en el estilo camerístico. Y no por no abordarlo convenientemente, sino porque el operístico es donde verdaderamente reina. Su versatilidad interpretativa consigue que, tanto en el repertorio liederístico, como en el belcantista, consiga emocionar al público.
Además de una técnica impecable, Rebeka domina el legato y las medias voces, como demostró en la primera parte de este recital. Posee un timbre luminoso y metálico que brilla en los agudos y la zona central, además de un generoso volumen, brillantes armónicos y una emisión limpia y poderosa.
En la primera parte se lució con el repertorio de autores como Verdi, del que interpretó In solitaria stanza, Ave Maria y Brindisi y Francesco Paolo Tosti, del que interpretó dos canciones, ¡Visione! y Vorrei. Estas canciones, más belcantistas que del repertorio del lied, eran conocidas como romanze da camera en el siglo XIX en Milán. Verdi, recién llegado a esta ciudad, vio en estas pequeñas obras una manera de darse a conocer.
Paolo Tosti nunca se dedicó a la composición de obras operísticas, pero si se adentró de manera profusa y con bastante éxito en la elaboración de estas melodías ligeras y sentimentales, muy del gusto del público, sobre todo en la Inglaterra victoriana, donde se había trasladado para ejercer como profesor de canto.
Esta primera parte terminó con canciones de Ottorino Respighi, Notte, Pioggia y Nebbie. Puede decirse de Respighi que fue el primer compositor italiano en utilizar los convencionalismos del Lied en las composiciones italianas.
La segunda parte de este recital estuvo dedicada a la canción rusa. Ya en su idioma, Rebeka demostró su dominio con obras de un compositor poco frecuentado pero que fue el más prolífico del grupo denominado Los Cinco, César Cui, del que interpretó La estatua de Tsárskoye Seló, Recuerdo aquella noche y Rocé la flor.
Continuó con Dime, a la sombra de las ramas, Olvidar tan pronto y Reine el día de Chaikovski, para terminar esta incursión rusa con No cantes más, belleza, Lias, En mi jardín de noche, Margaritas y Aún la nieve cubre los campos, de Rachmaninov.
Estuvo acompañada al piano por el cubano Marcos Madrigal que, además de acompañar ofreció Un Notturno, para piano solo de Ottorino Repighi en la primera parte y, ya en la segunda parte, tres preludios de César Cui. A pesar de haber sustituido en el último momento a Enrico Zucca, Madrigal fue la pareja perfecta para Rebeka, pendiente en todo momento a los requerimientos de la soprano y demostrando gran refinamiento y delicadeza en la interpretación. Ambos hicieron gala de una perfecta sincronía y complicidad.
Pero la verdadera magia de la noche llegó con las propinas, comenzó con la versión italiana de El bolero de Las vísperas sicilianas de Verdi, donde Rebeka demostró el dominio que tiene de la coloratura, sin que el volumen de su voz se vea afectado. Siguió con “Vissi d’arte” de Tosca de Puccini, donde manda el legato y un poderoso fiato, para terminar con una bellísima aria de La Wally de Puccini, “Ebben?, ne andrò lontana”.
Desde luego, la presentación de credenciales de Marina Rebeka en este Ciclo de Lied no han podido ser mejores. El público, al que le costó marcharse, salió entusiasmado. Esperemos volver a escucharla en próximas ediciones. Para los impacientes, en el mes de julio podremos escucharla en Il Trovatore verdiano en el Teatro Real.
Fotografía: Rafa Martín




















