Lucia di Lammermoor cierra temporada en Les Arts
Por Diego Manuel García Pérez.
Las seis representaciones de Lucia di Lammermoor que han tenido lugar en el Palau de les Arts, se han saldado con un importante triunfo. Esta ópera, verdadero paradigma del repertorio belcantista, ya fue representada en este teatro, en 2010, con un gran éxito, sobre todo por la presencia, entonces, de la joven soprano georgiana Nino Machaidze y el tenor italiano Francesco Meli. Las representaciones de este año han estado a la altura de aquellas, sobre todo por las excelentes interpretaciones de la soprano anglo-australiana Jessica Pratt, el tenor chino Yijie Shi y el bajo ruso Alexander Vinogradov, junto a la magnífica prestación de la Orquesta de la Comunitat Valenciana, dirigida por Roberto Abbado, quien se despedía como director musical del Palau de Les Arts, después de una buena labor, no siempre reconocida. Otro de los atractivos de esta Lucia es la –afortunadamente- escenografía adecuada a la época en que se desarrolla la acción. Y, como no, la magnífica prestación del Coro de la Generalitat, que volvió a mostrar su gran calidad. Un público entusiasmado aplaudió largamente y con gran fuerza al final de las representaciones.
Lucia di Lammermoor es la ópera más famosa de Gaetano Donizetti, en cuya prolífica producción ocupa el lugar cuarenta y siete de un total sesenta y seis títulos, con partituras conservadas. El año 1835 fue especialmente importante para el mundo de la lírica, ya que el 24 de enero se estrenó I Puritani, la última ópera de Vincenzo Bellini, quien murió en 23 de septiembre de aquel mismo año, solo tres días antes del estreno de Lucia di Lammermoor, en el Teatro San Carlo de Nápoles. Salvatore Cammarano entonces director artístico de ese teatro, fue el encargado por Donizetti de redactar el libreto, que estaba basado en la novela The bride of Lammermoor de Walter Scott, editada en 1819, y en la que se relataban hechos reales acaecidos en agosto de 1668, donde un aristócrata escocés había obligado a su hermana a casarse con otro noble; ella estaba enamorada de un enemigo de su hermano, apuñaló a su impuesto marido en la noche de bodas, para seguidamente enloquecer. A diferencia de la novela y de la ópera, el marido sobrevivió e impuso a la familia un absoluto secreto sobre todo lo acontecido. A pesar de ello se produjeron todo tipo de especulaciones y la historia se mantuvo viva por tradición familiar y fue conocida por Walter Scott para escribir su novela. El estreno, Lucia di Lammermoor tuvo un extraordinario éxito que ha ido perdurando hasta nuestros días. La primera Lucia fue interpretada por Fanny Tachinar-Persiani, una de las sopranos más famosas de la época cuya tesitura de lírico-ligera, le permitía realizar toda una exhibición vocal e interpretativa en la gran escena de la locura, uno de grandes hitos de todo el repertorio belcantista. El papel de Edgardo fue interpretado por el gran tenor Gilbert Duprez, el primero en emitir el famoso Do4, con voz de pecho.
Durante muchos años el personaje de Lucia fue interpretados por voces en exceso ligeras, más preocupadas por exhibir virtuosismo vocal, hasta el punto de intercalar cadencias no escritas por Donizetti, para su lucimiento. Ya, en pleno Siglo XX, existen documentos sonoros de sopranos ligeras que interpretaron Lucia: María Barrientos, Amelita Galli-Curzi, Mercedes Capsir (con mayor entidad vocal, e interprete en 1929, de la primera grabación en estudio de esta ópera), y sobre todo la franco-estadounidense Lily Pons, voz pequeñita, de bonito y penetrante timbre, con una excelente proyección, lo que la hizo triunfar en el antiguo Metropolitan, un teatro de grandes dimensiones en el que su voz se expandía con facilidad y donde fue la Lucia oficial desde su debut, en 1931, hasta su última actuación, en 1958, en ambos casos con ese personaje, que interpretaría en casi ciento cincuenta representaciones. Lily Pons era capaz de realizar verdaderas proezas vocales con absoluto dominio de la coloratura y un extraordinario registro agudo donde sostenía, con gran facilidad, una estratosférica nota como el Mi5. Lily Pons interpretó Lucia con todos los grandes tenores de su época: Beniamino Gigli, Giacomo Lauri-Volpi, Giovanni Martinelli y Francesco Merli, junto a voces más jóvenes como Ferruccio Tagliavini y Giuseppe Di Stefano; y, sobre todo, con los norteamericanos Jan Peerce y Richard Tucker, con quien realizó una grabación de estudio, en 1954. Se la puede escuchar en Youtube, en diferentes interpretaciones de la escena de la locura, así como en su gran dúo con Edgardo del Acto I, grabado en 1950, junto a la preciosa voz de Giuseppe Di Stefano. También, en el dúo del Acto II con Enrico, interpretado por el gran baritono Leonard Warren. Y, toda una curiosidad, también puede escucharse completa en Youtube, una toma en directo desde Fort Worth (Texas, EEUU), en 1962, donde una Lily Pons, prácticamente retirada de los escenarios, compartía reparto con un jovencísimo Plácido Domingo de veintiún años, que ya ofrecía su bello timbre y capacidad interpretativa.
En 1952, María Callas interpretó por primera vez Lucia junto al Edgardo de Giuseppe Di Stefano, en el Teatro Bellas Artes de Ciudad de Mexico, reinventando el personaje, dotándolo de una entidad dramática hasta entonces desconocida, basada en su extraordinaria capacidad teatral, manteniendo el virtuosismo vocal, dentro del concepto de soprano dramática de agilidad. Se conservan dos grabaciones de estudio realizadas por EMI: la primera, en 1953, con la cantante en su mejor momento vocal, junto a Giuseppe Di Stefano y la Orquesta de Maggio Musicale Fiorentino, dirigida por Tullio Serafin, y la segunda, en 1959, con la Orquesta Philarmonia, también dirigida por Tullio Serafin, junto al Edgardo de Ferruccio Tagliavini, ya con la cantante en peores condiciones vocales, dando una visión, por momentos, intimista y desgarradora del personaje. Entre ambas grabaciones cabe señalar una toma en directo, realizada en Berlín el 29 de septiembre de 1955, que ha entrado de lleno en la mitología del mundo de la ópera, donde Callas ofrece su magnífica vocalidad, junto a una impresionante interpretación dramática, dirigida de manera magistral por Herbert von Karajan, al frente de la Orquesta RIAS de Berlín, produciéndose una verdadera simbiosis entre director y cantante; aquí de nuevo junto a Giuseppe Di Stefano y el magnífico Enrico del gran barítono Rolando Panerai. El famoso sexteto al final del Acto II, ante los continuos aplausos, es bisado. Esta grabación puede escucharse íntegramente en Youtuve.
El testigo de Callas lo recogió la gran soprano australiana Joan Sutherland, de ancho centro, buena gama de graves y una extraordinaria capacidad para la coloratura, con unos agudos y sobreagudos de perfecta emisión, aunque sin poseer la capacidad dramática de Callas. Interpretó por primera vez Lucia en el Covent Garden, en 1959 (se puede escuchar completa en Youtube, una toma en directo de aquellas representaciones) y mantendrá el papel en su repertorio durante treinta años, siendo quien más veces lo ha interpretado, con más de doscientas representaciones, junto a grandes Edgardos como Alfredo Kraus, Luciano Pavarotti y Carlo Bergonzi. Destacar su grabación de estudio para DECCA, en 1971, junto a un Luciano Pavarotti en su mejor momento, exhibiendo su preciosa vocalidad, el poderoso Enrico de Sherrill Milnes y la magnífica y expresiva interpretación de Nicolai Ghiaurov, como Raimondo, dirigidos por Richard Bonynge al frente de la Orquesta de la Royal Opera House. Ya, en su madurez, participó en una serie de representaciones en el Metropolitan, en 1982, dirigidas por Richard Bonynge, junto al Edgardo de Alfredo Kraus, impecable de vocalidad y estilo interpretativo. Una de aquellas representaciones fue tomada en video y comercializada en DVD por DEUSTCHE GRAMMOPHON. Paralelamente a las interpretaciones de Lucia realizadas por Sutherland, cabe destacar las creaciones de otras dos magníficas sopranos: Renata Scotto y la norteamericana Beverly Sils, en los años sesenta y setenta del pasado siglo, también junto a los Edgardos de Pavarotti, Kraus y Bergonzi. Posteriormente, también realizaron buenas creaciones de Lucia, Edita Gruberova y June Anderson, aunque inferiores a las de sopranos antes citadas. Cabe señalar que en los últimos diez años ha sido Jessica Pratt, quien de manera muy brillante más veces ha interpretado Lucia, con casi ciento cincuenta representaciones.
La propuesta escénica que ha podido verse en Valencia, es una coproducción de la Ópera de Montecarlo y el New National Theatre de Tokio, con dirección de Jean Louis Grinda. Los decorados diseñados por Rudy Sabounghi, son de carácter clásico, en consonancia con el tiempo en que se desarrolla la acción a finales del Siglo XVII. En la primera escena puede verse un gran acantilado rodeado de agua y cercano a una playa donde se mueven Enrico Asthon con varios soldados y su hombre de confianza Normanno, quien comenta malévolamente que ha podido verse en los alrededores merodear a un desconocido, con toda la apariencia de ser Edgardo di Ravenswood, el gran enemigo de Enrico Asthon. Para los cambios de decorado se intercala reiteradamente una proyección de un acantilado, en el que baten las olas pudiendo escucharse su marítimo sonido. En la segunda escena, se produce el secreto y apasionado encuentro de Lucia y Edgardo en presencia de Alisa, la dama de compañía de Lucia, en un enclave rocoso, donde se ubica una vieja fuente, con un fondo pintado donde aparece siniestra y amenazante la silueta del castillo de los Asthon ¡Toda una premonición! El Acto II, se desarrolla en un decorado que reproduce el gran salón del castillo de los Asthon, y en cuya primera escena se encuentran Lucia y su hermano Enrico, quien la convence con malas artes para que se case con su rico amigo el noble Arturo Bucklaw; y, el capellán del castillo Raimondo Bidebent, amigo y confidente de Lucia, la aconseja que acepte la propuesta de su hermano. En la segunda escena, cantidad de invitados ricamente ataviados (excelente el diseño de vestuario de Jorge Jara) cantan y bailan festejando el próximo enlace matrimonial; aquí puede comprobarse la acertada dirección escénica de Jean Louis Grinda, moviendo a muchos figurantes. La inesperada aparición de Edgargo, propicia el brillantísimo sexteto de Lucia, Edgardo, Enrico, Raimondo, Alissa y Normanno, donde, en un diferente plano dramático, cada uno expresa sus sentimientos, muy bien resuelto escénicamente por Grinda. En esta producción, al comienzo del Acto III, se incluye la escena de la torre, también con fondo marítimo, que a menudo suele omitirse para evitar un nuevo cambio de decorado, y que en realidad rompe la continuidad dramática y solo sirve para el lucimiento de tenor y barítono. Aquí se produce el tenso encuentro de Edgardo y Enrico, pudiendo verse una torre en estado ruinoso, batida por las olas. En la segunda escena vuelve a aparecer el gran salón del castillo donde los invitados siguen festejando la boda; la celebración se suspende por la presencia de Raimondo, quien anuncia la trágica noticia de la muerte de Arturo a manos de Lucia en el lecho nupcial. La fantasmagórica aparición de Lucia, con el traje de novia ensangrentado, da inicio a la famosa escena de la locura; aquí se produce uno de los mejores momentos escénicos de esta producción, cuando Lucia, de modo evocador, retoma el tema principal de su gran dúo con Edgardo, insertándose en el salón del castillo, el decorado de la escena de la fuente. En la conclusión de la ópera se muestra un paisaje fuertemente romántico, con el cementerio marítimo donde reposan los antepasados de Edgardo, quien se suicida después de contemplar el cortejo fúnebre con el cadáver de Lucia, en este caso lanzándose al vacío desde un acantilado.
Roberto Abbado se despedía del Palau de Les Arts dirigiendo esta Lucia, con una labor que merece todo tipo de elogios, consiguiendo desde la misma obertura excelentes sonidos con una imponente presencia de las trompas, que tendrán gran protagonismo a lo largo de toda la ópera. Bellísimo resultó el acompañamiento orquestal en todo el gran dúo de Lucia y Edgardo del Acto I. Muy brillante el sonido orquestal durante todo el Acto II, en el gran dúo de Lucia y Enrico y, sobre todo, en la escena de la boda con la conjunción de orquesta y coro, que llega a su momento culminante en el famoso sexteto y la stretta conclusiva. Magnífica prestación orquestal, en el arranque del Acto III (Escena de la torre), reproduciendo una tormenta en conjunción con el sonido un mar embravecido. Excelente la introducción de la escena final de la ópera con unos fúnebres acordes que presagian los trágicos acontecimientos que van a producirse. En la famosa escena de la locura se utiliza la glassarmonica (armónica de cristal), que pudo escucharse cuando Donizetti estrenó la obra. Se trata de un instrumento creado por Benjamin Franklin a mediados del Siglo XVIII, formado por un conjunto de copas y tubos de cristal, sobre una base de madera, que emiten un característico sonido, al ser frotadas. Muy lucida la intervención de Sascha Reckert, todo un especialista de ese instrumento, que en el acompañamiento a Jessica Pratt, consiguió extraer sonidos espectrales, en perfecta conjunción con la voz de la soprano. Aparte de la gran prestación de las cuatro trompas, cabe destacar la gran intervención solista del arpa antes de la primera aparición escénica de Lucia, en la segunda escena del Acto I. Excelente prestación del violonchelo acompañando la intervención de Edgardo en todo el final de la ópera. Destacar la labor concertadora de Roberto Abbado muy pendiente de las voces, destacando su gran compenetración con Jessica Pratt a quien ya había dirigido en este papel en varias ocasiones.
Gran actuación de Jessica Pratt, mostrando belleza tímbrica y gran dominio estilístico del repertorio belcantista, con una excelente línea de canto y gran capacidad para ligar largas frases. Destacar su dominio de las medias voces y las regulaciones de sonido. Muestra dominio en todos los registros, con homogeneidad de color. Resultan espectaculares sus agudos y sobreagudos. Y, sobre todo, ofrece una perfecta ejecución de las agilidades desde su primera aria “Regnaba nel silencio” seguido de la cabaletta “Quando, rapito in estasi” introduciendo en su repetición virtuosísticas variaciones. Seguidamente, su interpretación va in crescendo en el bellísimo dúo con Edgardo, sobre todo en su sección final cuyo motivo musical recurrente volverá a aparecer en la escena de la locura, donde la soprano ofrece una impresionante resolución de la coloratura. Excelente el Edgardo del tenor chino Yijie Shi, con gran dominio estilístico y excelente línea de canto, aunque su timbre no resulta excesivamente atractivo, es un magnífico cantante, que ofrece un fraseo intenso y contrastado, con gran dominio de todos los registros, exhibiendo una magnífica franja aguda. Excelente su interpretación del gran dúo con Jessica Pratt. Destaca de sobremanera, en su gran escena final dotando a su canto de patéticos acentos. Está también magnífico en su dúo con Enrico Asthon interpretado por el barítono Alessandro Luongo, cuya prestación vocal es bastante inferior a la pareja protagonista, con poco dominio del estilo belcantista. Una verdadera lástima, porque Enrico es un personaje para barítono de absoluto lucimiento, con grandes momentos como su gran escena en el arranque de la ópera o el gran dúo con Lucia del Acto II, donde, en comparación con la actuación de Jessica Pratt, pueden comprobarse todas sus limitaciones. Excelente el bajo ruso Alexander Vinogradov como Raimondo, ofreciendo una poderosa vocalidad, destacando en el dúo con Lucia y sobre todo en su gran intervención solista “Ah! Cessate quel contento”. Excelente prestación del joven tenor vasco Xabier Anduaga como el sposino Arturo, cuya magnífica vocalidad augura una brillante carrera futura. Bien la mezzo rusa Olga Syniakova, como Alisa. Correcto el tenor Alejandro del Cerro como Normanno. Magnífica interpretación del famosísimo sexteto seguido de la “stretta”, con el que concluye el Acto II, donde la voz de Jessica Pratt, emerge con fuerza entre el coro y las voces solistas.
El Coro de la Generalitat ofreció, una gran interpretación, sobre todo en el Acto II, donde su actuación brilló a gran altura, así como en la introducción de la escena de la locura, y en todo el final de la ópera. En fin, una Lucia di Lammermoor para recordar.