La flauta mágica, ¡de cine! en el Teatro Real

La flauta mágica, ¡de cine! en el Teatro Real
La flauta mágica

La flauta mágica, ¡de cine!
La flauta mágica
W. A. Mozart (1756 – 1791)
Die Zauberflöte
Singspiel en dos actos
Libreto de Emanuel Schikaneder
Producción de la Komische Oper de Berlín
Teatro Real Madrid 17/02/20
D. musical: Ivor Bolton
D. escena: Suzane Andrade, Barrie Kosky
Concepto: 1927 (Suzane Andrade & Paul Barritt)Barrie Kosky
Escenografía y figurinista: Esther Bialas
Iluminador: Diego Leetz
Dramaturgo: Ulrich Lenz
D. coro: Andrés Máspero
D. coro JORCAM: Ana González
Reparto: Rafal Siwek, Paul Appleby, Rocío Pérez, Olga Peretyatko, Andreas Wolf, Ruth Rosique, Mikeldi Atxalandabaso, Elena Copons, Grmma Coma-Alabert, Marie-Luise Dreben, Catalina Peláez, Celia Martos, Patricia Ginés, Antonio Lozano, Felipe Bou
E l Teatro Real ha tirado de fondo de armario (lo hizo también esta temporada con su L´elissir d´amore) y ha programado La Flauta mágica que con tanto éxito estrenó la temporada 2016. Hay que decir que en esta ocasión el éxito no ha sido menor. Barrie Kosky y Suzanne Andrade firman una escenografía que hace las delicias de todo tipo de público en una de las obras más populares del repertorio.Le quedaban a Mozart apenas unos meses de vida cuando se estrenó La Flauta mágica, atendiendo un encargo que podría ayudar a sanear su maltrecha economía. El más influyente personaje de la vida cultural de Viena, Emanuel Schikaneder, libretista, empresario, cantante, actor, compositor y director de escena, había pedido a Mozart la composición de un Singspiel, lo que se entendía tradicionalmente por una comedia costumbrista, con personajes campesinos y muy populares en el que se alternaban partes cantadas con recitadas.El género fue evolucionando y empezó a incorporar otros personjes, como nobles y burgueses, sin abandonar nunca el costumbrismo y la humorada.
Mozart consiguió elevar el género del Singspiel introduciendo para ello personajes más propios de la ópera seria y elaborando partituras más complejas musicalmente para alguno de los roles. En La flauta mágica Mozart llena la partitura y el libreto de una serie de claves y referencias masónicas, logia a la que pertenecían tanto Mozart como Schikaneder, y que recorría Europa de la mano de las nuevas ideas de la ilustración. Todos estos elementos enriquecen el género más popular en esos momentos en Alemania y Austria.

Teniendo como eje principal la popularidad de la obra, Barrie Kosky y Suzanne Andrade han desarrollado una escenografía inspirada en el cine y la animación. Para ello han contado con la colaboración de la compañía de teatro 1927, que tiene ya cierta experiencia en trabajar vinculando la animación con personajes reales. El resultado no puede ser más espectacular y atractivo para el público. Pero también entraña algunos riesgos, sobre todo para unos cantantes que, de manera intuitiva, deben interactuar con unas proyecciones que no pueden ver. Otro problema que pueden presentar las proyecciones cinematográficas es que el público preste más atención al vídeo que a los cantantes y la partitura.

Se puede decir que esta producción no tiene escenografía, tan solo una enorme pantalla en boca de escenario sirve para que los cantantes, a través de pequeñas gestualizaciones que imitan el cine mudo, interpreten su papel junto a las imágenes que se proyectan.
En algunos momentos el volumen de imágenes y el movimiento constante puede resultar abrumador para el público. Pero lo cierto es que las nuevas tecnologías y la realidad virtual al servicio del teatro, abren unas posibilidades escénicas, casi infinitas.

La Flauta mágica es una ópera en la que a menudo se prescinde de los recitativos cuya presencia era tan importante en el momento de su composición. Esta producción no es una excepción. Se han eliminado dejando la parte más superficial e infantil, renunciando a la filosofía más profunda e instruida de la obra creada por Mozart. A cambio aparecen entre escenas los típicos carteles que acompañaban el cine mudo y que van narrando brevemente la historia. Todo muy bien encajado en la línea cinematográfica de la producción. En esta ocasión están acompañados del fortepiano de Ashok Gupta, interpretando fragmentos de la Fantasía en Do menor de Mozart.

La dirección musical ha estado a cargo del titular del teatro, Ivor Bolton. Su técnica y corrección a la hora de dirigir es absoluta, pero en esta ocasión la orquesta sonó plana, apagada, con escaso volumen de sonido y sin matizaciones. Faltó la chispa que acompaña las obras Mozart que en esta ocasión solo fue correcto.

Del cuadro de cantantes, que podía haber estado más equilibrado, hay que resaltar su esfuerzo para cantar en unas condiciones en las que habría que verse. Aparecían las más de las veces en pequeñas plataformas a varios metros del suelo. Aunque estaban bien amarrados, hay que valorar su disposición y buen trabajo.
La Pamina de Olga Peretyatko fue de lo mejor de la noche. Una muy buena línea de canto y fraseo para una voz con buen volumen y hermosos timbre.

El norteamericano Paul Appleby fue un Tamino irregular. Posee un bonito timbre, sobre todo en los agudos, a los que llega de un modo extraño en los apoyos.

Rocío Pérez fue la Reina de la noche, pero solo por reparto de roles. Abordó su personaje sin miedo, que no es poco, pero sus sobreagudos quedaros algo tirantes. Mejor su primer aria. Por lo visto en los tres repartos de este papel, hay cierta crisis de reinas.

Muy bien el Papageno de Andreas Wolf. Voz poderosa y excelente fraseo, ser alemán ayuda en estos casos.
Otro de los triunfadores fue Mikeldi Atxalandabaso, que interpretó un Monostratos evocador de Nosferatum lleno de matices vocales e interpretativos.

La Papagena de Ruth Rosique estuvo en su punto, divertida y chispeante. Muy bien también las tres damas Elena Compons, Marie-Luise Dreben y Gemma Coma-Alabert, a pesar de la indisposición de esta última.

Buena labor realizó Rafal Siwek, como Sarastro, posee un buen registro central, aunque sus graves eran casi inaudibles. Solvente la interpretación de Antonio Lozano y Felipe Bou, como dos hombres con armadura.

Los tres muchachos que interpretan los pequeños cantores de la JORCAM Catalina Peláez, Lucía Seriñán, Celia Martos, Chandra Henderson y Patricia Ginés, María Guzmán, son de esas voces que nunca fallan. Aunque estén casi colgadas a varios metros del suelo.

Un éxito más de esta reedición de una Flauta mágica que siempre es una garantía. Taquilla, espectáculo y público feliz. Misión cumplida.

Texto: Paloma Sanz
Fotografías: Javier del Real